Lo que va de ayer a hoy
Entre el ayer del gobierno español, presidido por Mariano Rajoy del Partido Popular y el de hoy, dirigido por Pedro Sánchez, que aglutina a un conglomerado de partidos tan dispares, cuya componenda ha merecido el calificativo de “Gobierno Frankenstein”, media algo tan importante como es la perdida de la honra y la dignidad del Estado Español y, por ende, supuesto que a ese Estado pertenecemos todos, la perdida de la honra y dignidad de los españoles y sus instituciones.
Y es que la desverguenza con la que Pedro Sanchez, está tratando el tema catalan, no tiene, ni por asomo, parangón en ningun sitio del mundo, ni en la historia. Son tan aberrantes las situaciones de ridículo que los dirigentes catalanes, ponen, a diario, al presidente del gobierno español y la desfachatez con la que éste las acepta y soporta, que se hace imposible creer que una persona con sus capacidades mentales equilibradas, pueda soportarlas, sin reacción, ni estremecimiento alguno.
¿Como es posible que este señor haya podido ser votado por tantos millones de españoles? En la primera legislatura se puede comprender: los engaño; pero ¿y en la segunda?
Nadie puede saber como acabará el problema catalán. Probablemente quedará en nada, por lo menos, por lo que respecta a la amnistía y al referéndum. Los entendidos dicen que son tan sumamente claros los indicios de inconstitucionalidad, tanto de una como de otro, que, de antemano, están condenados al fracaso. Pero de lo que no cabe duda es que, sea cual sea el resultado final, el gobierno y el Estado, han salido vejados, humillados y maltratados por lo políticos catalanes. La sumisión del ejecutivo español ha sido absolutamente denigrante. Ha cedido a todo lo que de forma, digamos, chulesca y matona, han impuesto los catalanes.
Si alguna justificación podría tener tanta cesión, solo hubiera sido a condición de arrepentimiento y el compromiso de no volver a repetir la comisión de los mismos delitos; pero, justamente, en ese aspecto es donde los llamados al arrepentimiento, han puesto mayor énfasis, dejando clara su no aceptación de esta contraprestación; por el contrario, han recalcado dia a dia, a viva voz, por activa o por pasiva, que volverán a hacerlo; y eso, a vista y paciencia del ejecutivo español, cayendo, éste, una y otra vez, en innumerables ocasiones, en la humillación mas absoluta.
Como antítesis a esa forma tan indigna de hacer política de Pedro Sánchez, se contrapone la que, en su dia, ejecutara Mariano Rajoy, que, con su firmeza, propició que la honra, la dignidad, y la congruencia del Estado quedaran a salvo, a la misma vez que sirvió para solventar el problema político mas importante al que España ha tenido que enfrentarse desde la guerra civil, que va ya para un siglo.
Compárense ambas formas de actuar y de la reflexión que se haga sobre la actuación de Rajoy, se caerá en la cuenta de como debe actuar un hombre de estado en casos tan graves. Con Rajoy, el señor Puigdemont, que, hoy se permite el lujo de humillar al Estado, tuvo que huir en el maletero de un coche, de forma vergonzante. Y esa humillación no fue por un capricho del Estado. Hay que recordar como Rajoy antes de tomar la decisión de forma definitiva, advirtió en diversas ocasiones a los políticos catalanes para que desistieran de sus intenciones; por lo tanto, fué una huida, repito, vergonzante, pero consciente, para librarse de la acusación de un presunto delito de sedición. El resultado final: el líder humillado y demás actores secundarios, detenidos, en prisión preventiva, a la espera de ser juzgados.
A continuación los agentes del Estado, registraron todos los organismos y dependencias de la Generalitat y recabaron toda información adecuada, a modo de pruebas contra los rebeldes, sin que, en los innumerables registros que se practicaron se produjera el más mínimo incidente o violencia. A partir de ahí, el procés murió, y muerto estaba, hasta que este descerebrado que preside el gobierno, en una actuación amoral, lo revivió, con tal de sacar rédito político.
Y si aquella etapa aciaga de nuestra historia quedó cerrada de forma tan contundente, con el triunfo de la razón del Estado sobre los delincuentes; el señor Sánchez, ha revertido la situación de tal manera que, ahora, es el Estado el humillado, por los que entonces delinquieron.
Con Rajoy se consiguió una brillante victoria, resuelta con los medios que el Estado social y de derecho tiene para defenderse y que, por coherencia, no podían ser nada más que mediante la aplicación de las normas legales. Los mas radicales reclamaban dureza, el empleo de la fuerza para la solución del conflicto; ignorando que, tal como decía Ortega y Gasset, el empleo de la fuerza constituye la “última ratio”. Cuando por los medios legales es imposible la solución de un problema; entonces si, el Estado está legitimado para acudir a esta última ratio para la solución del problema. España forma parte de la europa del siglo XXI, es decir de la civilización y la cultura y es de forma racional como deben resolverse los conflictos.
No obstante esta resolución tan acertada del problema catalán, el señor Rajoy sufrió un ataque inmisericorde por parte de los más radicales de la propia derecha. Fue acusado despectivamente de maricomplejines, y su partido, el Partido Popular, tachado de la derechita cobarde.
Cuánta incomprensión tuvo que soportar, de aquellos ignorantes, que creían que el asunto habiía que arreglarlo a cañonazos. Ha tenido que evolucionar la historia de la manera en que lo ha hecho para que ya si, por comparación con el actual presidente y la manera de actuar, se pueda decir y valorar positivamente que, por fin, alguien, alguna vez, ante las peticiones de los catalanes, pusiera pie en pared, negándose a las concesiones. Y lo hizo con toda firmeza; no cedió ni un aápice; y mantuvo su posición hasta el final.
Además de al problema político más importante desde la guerra civil, Rajoy, tuvo que enfrentarse a la peor crisis económica de la democracia, originada por una grave crisis económica mundial y agravada especialmente en España, por la nefasta gestión que de la misma hizo el señor Rodríguez Zapatero. En los tiempos últimos de Rajoy, se creaban 500.000 puestos de trabajo por año. Ademas, nos liberó del rescate, con lo que hubiera significado para pensionistas y funcionarios en la merma de sus percepciones económicas (recuerdan el caso de Grecia). Y, finalmente, tuvo que enfrentarse al problema de la corrupción en su propio partido.
Y cual fue el pago que recibió: una critica feroz e inmisericorde.
Cuando era más que evidente que el procés estaba muerto, gracias a que las cosas se hicieron bien, los críticos, con tal de no tener que reconocer ningún merito al señor Rajoy, cambiaron las críticas y ahora no versaban sobre el problema catalán. Ahora las criticas consistían en acusarlo de no haber aprovechado su mayoría absoluta para cambiar algunas cosas, fundamentalmente, la ley electoral.
Como si cambiar la ley electoral fuera cosa menor. Cuando una modificación de un tema tan fundamental, requiere el consenso de los partidos políticos y, con casi toda seguridad, la reforma de la Constitución.
En fin, y para terminar, creo que, al establecer una relación respecto a la forma de actuación estos dos últimos presidentes, es pertinente aplicar aquí, aquel refrán español, que dice que: al que no quiere buena madre, pues mala madrastra.
Lo que va de la verdad a la mentira, lo que va del valor a la cobardía, lo que va de la dignidad a la bajeza, lo que va de la lealtad a la traición, lo que va del heroismo a la villanía, lo que va de la nobleza a la vileza, lo que va de la majestad a la miseria, lo que va de la grandeza a la inanidad…O sea, lo que va de ser a no ser, que es en lo que estamos.
Pues eso,es lo que hay…