El vasco como arquetipo español
Corría el año de 1951. Mi tío, el Excmo. Sr. D. Ramón Moreno Becerril, junto con otros muchachos del pueblo, fundan el Club Deportivo San Martín. Escogen el nombre por el patrón del pueblo –San Martín de Tours-, y como colores de la vestimenta, la camiseta a rayas rojiblancas y los calzones y las medias negras, en simpático homenaje al Athletic Club de Bilbao.
No, no estoy hablando de ningún pueblo del antiguo Señorío de Vizcaya. Les estoy hablando de mi pueblo: Bollullos de la Mitación, radicado a 15 kilómetros de Sevilla, en el corazón de la comarca del Aljarafe. El mentado Bilbao, con la atractiva garra de la cantera de Lezama, era todo un referente a nivel nacional y de hecho aún quedan peñas en Jaén de aquellos tiempos. En la castigada España de postguerra, Telmo Zarra fue el abanderado de lo que se conoció como la furia española. Algunos ignorantes dicen que España nunca había llegado a semifinales antes de ganar la Eurocopa en Austria y el Mundial en Sudáfrica. Es mentira, llegó en el Brasil en el 1950 y con este insigne vasco liderando a la brava zaga que eliminó a la Pérfida Albión.
Hasta la tétrica y artificial aparición del autismo nacionalista, propiciado por un nefasto y anti-representativo sistema electoral que favorece a determinadas oligarquías y que en nuestra patria ha estado años amparando al terrorismo (Ahora lo vuelve a hacer con el concurso del partido único PPSOE), el vasco había sido el máximo arquetipo del ser español, la referencia obligada del sustrato indígena peninsular. Aunque la lingüística comparada y aquella “corriente histórico-arqueológica” que se llamó “vasco-iberismo” no llegó a conclusiones claras ni por asomo, es como dice el itálico adagio: “se non è vero, è ben trovato”.
Y sí, el vasco como arquetipo español: Tanto el vasco guerrero como el vasco de piedra tallada de caserío, el vasco astillero, el vasco pastor, el vasco minero o el vasco ilustrado que podía ejercer de secretario por toda España, tal y como refiere Cervantes en el Quijote. El erudito malagueño Bernardo de Alderete los calificó a principios del siglo XVII como “la gente más antigua, noble y limpia de toda España”, y como tales figuraron en el imaginario colectivo hispánico durante años y años.
El protagonismo vascón a lo largo de la historia de las Españas es grande y hasta privilegiado. Según el mentado y desgraciado nacionalismo separatista, nacido al calor de la burguesía, el clericalismo y el racismo, y luego adobado a la izquierda, existiría una especie de secular enemistad con la Casa de Borbón… Nada más lejos de la realidad. Los Borbones “mimaron” especialmente a las Provincias Vascongadas y al Reino de Navarra, que con tanta lealtad sirvieron a Felipe V, quien no solamente no es que no tocara sus fueros, sino que los potenció.
Es en el siglo XVIII cuando actúa la Compañía Guipuzcoana de Caracas posando su poderío económico sobre el Nuevo Mundo. Toda nuestra América está llena de apellidos vascos; herederos, pues, de conquistadores, colonos y comerciantes.
Blas de Lezo, el valiente natural de Pasajes, el heroico militar cojo, manco y tuerto (Historiado entre otros por el colombiano Pablo Victoria), fue el artífice de la gran victoria contra el intento de invasión de la América del Sur que Inglaterra y sus colonias quisieron realizar a través de Cartagena de Indias, infringiéndoles así la humillación más grande de su historia. Uno de tantos héroes vascongados caídos en el olvido, y es que parece que haya que luchar por España para que en España a uno se le olvide cuando no se le maltrate.
Sea como fuere, el papel vasco desde la Reconquista a la Conquista de América es sencillamente indispensable para la confirmación de España.
Por desgracia, lo vasco se ha desfigurado. Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco (A quien el también vasco Miguel de Unamuno, toda una referencia intelectual para el falangismo, calificó como “tontiloco) comenzó la tarea, inventándose la palabra “Euzkadi”. Sí, con “z”. Luego fue “Euskadi”…. Inexistente en vascuence. La misma “ikurriña” no es sino un insulto a la tradición vexilológica de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, y no digamos ya de Navarra. Es una mala copia de la “Union Jack” imperialista británica que el propio Arana pensó propia para el partido y concretamente para el “partido racial vizcaíno”, que no “del todo vasco”. El escoger una “bandera de partido” como “oficial-estatal” no es sino un símbolo vivo de totalitarismo, uno de tantos que a los españoles nos han colado sin consultarnos realmente. 300.000 vasco-navarros exiliados dentro de su propia patria española dan testimonio de esta barbarie que empieza castigando a la Historia y termina por imposibilitar el presente y el futuro.
La obsesión del PNV para con el imperialismo anglosajón desde sus propios símbolos es latente, y es el mismo Arana quien felicitó por telegrama a los Estados Unidos tras la injusta y terrible invasión de Cuba, y a posteriori será José Antonio Aguirre quien ponga la fe católica al servicio de la locura nacionalista para colaborar con el Frente Popular que terminó de reventar a la II República y luego acabar trabajando entusiásticamente con la CIA. No obstante, antes de los exabruptos de Aguirre, Arana había muerto arrepentido e ideando una Liga de Vascos Españolistas, hecho contrastado que los separatistas intentan callar a toda costa.
Con todo y con eso, muchos separatistas, sabedores de la impopularidad e imposibilidad de “Euskadi”, ahora acuden a “Euskalerría”, un término que jamás fue político, sino cultural-lingüístico, como una vez y acertadamente señaló Jon Juaristi. “Euskalerría” está presente en el himno carlista euskaldún, por cierto. Y hablando de carlismo, el hermoso “Canto a Vizcaya” dice: “Gora, gora Vizcaya española, gora, gora Euskalerría, ah, ah, ah, tú que eres vasco y noble, a España salvarás…” El autor del “Gernikako Arbola” (Himno que usurpa el separatismo, como tantas otras cosas), José María Iparraguirre, era un poeta carlista que decía que mejor tierra que España no la había en toda Europa.
De la concreción de Provincias Vascongadas se pasó al abstracto “País Vasco”. Acto seguido se fue a por Navarra, intentando ideologizar el pasado para presentar al Viejo Reino como una especie de “estado étnico” a anexionar. No vamos a negar que la cuna de los vascones es la actual Navarra, así como apreciamos los aportes de la cultura vasca a la laureada región; mas por ello tampoco negamos su cercanía lingüística por otra parte con Aragón (Y de ahí las “fablas”) y con otras regiones españolas hasta en el folklore.
Navarra fue la primera corte española en usar la lengua romance y en su interior alberga arqueología celtíbera. Así como Álava es la provincia española que más epigrafía romana tiene y curiosamente, la que más epigrafía vasca también.
El segregacionismo separatista no tiene razón se mire por donde se mire. Y es que las Provincias Vascongadas políticamente estuvieron unidas a la Corona de Castilla y no al Reino de Navarra, y en la Castilla primigenia puede haber tantas similitudes “étnico-vasconas” o más. No olvidemos que el vascuence se habló a las puertas de Burgos, y que las primeras glosas de la lengua castellana van acompañadas de tan antiguo y fuerte idioma; así como Castilla, desgajada del tronco leonés, se fue fundando al ser poblada por vascones y cántabros.
Cierto es que desde el asentamiento del caciquismo nacionalista (Auspiciado desde la burocracia post-franquista) y de sus terroristas apéndices, la imagen del pueblo vasco ha decaído bastante. Toda generalización acarrea injusticias, y no es que los vascos caigan mal en toda España, ni que el resto de españoles, a los que Arana nos motejó como “maketos”, caigamos mal en Vasconia, pero creo que se me entiende. Yo, por la contra, apelo al vasco como arquetipo español como ha sido siempre: Apelo al pueblo orgulloso, trabajador, emprendedor, aguerrido y sabio, apelo a su sano atavismo que un buen día proferirá un “irrintzi” que amén de alarma, será la señal de un resurgir bravo y justo.
Los vascos eran los grandes patriotas españoles de siempre, hasta que vino el ilusionista Sabino Arana y fue modificando las conciencias de los vascos, haciéndoles creer que eran un pueblo y cultura superior. Luego la democracia, con el PP y el PSOE a la cabeza, han dado alas al nacionalismo regalándoles las competencias esenciales del Estado a cambio de apoyos en la investidura. La competencia esencial: la de Educación. Con eso los nacionalistas saben que pueden ir modelando las conciencias desde niños en favor del separatismo.