Carta a Pedro Sánchez
Tal y como Vd, me ha pedido, Sr Sánchez, me he tomado un poco de tiempo para leer (no solo una vez), el contenido de la carta pública que nos ha enviado a todos los españoles el pasado miércoles. Le confieso que más que su contenido, nada atractivo desde el punto de vista literario y de escaso valor político, me interesaba conocer las razones de su insólita decisión de trasladar a los españoles sus dudas existenciales sobre su futuro personal y político.
Solo leer el primer párrafo ya se advierte que no ceja en la descalificación de una parte importante de la sociedad española que la considera culpable de sus angustias y frustraciones, simplemente porque los partidos a los que votan y sus líderes representan una opción política diferente a la suya, como ocurre en todas las democracias liberales europeas y occidentales.
Resulta sarcástico que sea precisamente Vd, quien atribuya a algunos medios de comunicación una marcada orientación “derechista y ultraderechista”. Afortunadamente hay millones de españoles que hoy ven los canales de televisión, las tertulias, los periódicos digitales y las diferentes redes sociales…esa afirmación sólo produce hilaridad y asombro, Sr. Sánchez.
Le reconozco que me ha sorprendido su faceta más humana y desconocida al proclamar públicamente que se siente”enamorado” de su esposa. Puedo entender las tribulaciones que dos personas tan enamoradas sufran ante las noticias que les están afectando pero recuerde en su caso el dicho atribuido a Cayo Julio César: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino también debe parecerlo…”
Por otra parte estoy convencido de que eso le ayudará a “reflexionar” hasta el lunes, sobre otros casos que afectan a cargos públicos relevantes del Partido Popular, como es el caso del hermano y novio de Isabel Díaz Ayuso, Presidenta de la Comunidad de Madrid o la esposa de Nuñez Feijóo, Jefe de la oposición ¿Acaso no han sentido la misma tribulación Sr. Presidente, cuando usted y sus ministros han lanzado graves acusaciones en sede parlamentaria, sobre sus familiares más directos?
Como viene siendo habitual se enzarza en sus acusaciones de imaginarias conspiraciones de medios de comunicación y partidos del espectro social y político diferente al suyo y de sus coaligados, así como sobre la actuación también conspiratoria de jueces y magistrados en asuntos que le incumben personal o políticamente y que solo persiguen destruirle personalmente. Esta obsesión casi enfermiza le impide hacer una lectura correcta y real de la grave situación que atraviesa nuestro querido país, como Vd señala y nos intranquiliza por sus inquietantes consecuencias, si el lunes próximo nos anuncia que desea continuar al frente del gobierno de España.
Desde su presidencia del gobierno se vienen sucediendo graves acontecimientos, desde luego mayores que los que rodean a su entorno familiar, y que no ha dado cuenta en sus comparecencias parlamentarias.
Sorprende que al no citarlos en su propia carta no le hayan producido inquietud o tribulación alguna y que puedan no ser motivo de su “reflexión”.
Le apunto algunos que nos inquietan a los ciudadanos y que quizás puedan ayudarle para adoptar la decisión correcta para este lunes próximo: los maletines de Delcy, los indicios de corrupción en la compra de mascarillas durante el Covid, las orgías del Tito Berni, el caso Pegasus o el caso Koldo. Me parece también importante apuntar que su personalísima política exterior está siendo muy dañina para la credibilidad y prestigio de España. Son constantes sus frívolos y peligrosos vaivenes que comprometen a los intereses del Estado como el asunto del Sahara y las relaciones con Marruecos o su empecinamiento en pasear por toda la Unión Europea su “idea” sobre el conflicto palestino con la indiferencia cuando no el disgusto de países aliados y amigos occidentales.
No quiere cansarle Sr. Presidente con este y otros temas que a millones de ciudadanos españoles que no le votamos nos perturban sobremanera. Lo que sí nos preocupa es que desgraciadamente al mismo tiempo, la ciudadanía viene observando un grave deterioro de la paz y convivencia que, con todos sus errores, propició la generación del 78, llamada de transición, a la que me enorgullezco de pertenecer. Como un español más solo deseo que, aunque sea por una vez, reflexione para que en su decisión pese más el bien común de “todos” los españoles que el suyo propio y el de su amada esposa.