Yo también soy de extrema derecha
Ramón Pérez-Maura.- «La esposa de Pedro Sánchez se queda» tuiteaba ayer por la mañana el gran periodista colombiano Juan Carlos Pastrana tras la arenga de Pedro Sánchez en las escaleras de la Moncloa.
Si de verdad Sánchez se ha tomado cinco días para reflexionar sobre «el ataque» a su familia, que Santa Lucía le conserve la vista. No lo ha podio hacer peor. Quien más tocado ha salido de esto es su mujer. Hasta el pasado miércoles Begoña Gómez era completamente desconocida fuera de España y en España no era mencionada en el contexto de la corrupción en los medios del Equipo Nacional de Opinión Sincronizada. Desde su retiro a reflexionar, Begoña se ha convertido en un signo de corrupción en todos esos medios porque es imposible hablar de lo que ocurre si no se le vincula con las acusaciones de tejemanejes económicos desde la sede del Gobierno.
Sánchez tuvo el lunes los bemoles de no dar la más mínima justificación de los actos de su mujer. No los defendió en ningún momento. Se limitó a decir que quienes hemos publicado informaciones incriminatorias –al menos moralmente– somos de la extrema derecha.
Si eso es así, pues va a resultar que yo soy de extrema derecha para desconcierto mío a estas alturas de la vida. Desde que cumplí 18 años creo haber defendido la Constitución de 1978 sin matices. Pero claro, igual que las víctimas de ETA son ahora los fascistas y los etarras y sus aliados son los demócratas, los que defendemos la Constitución somos los fascistas y los que quieren derogarla son los demócratas. Ésta es la España de 2024.
El pasado miércoles a las 19,50 envié este mensaje a varios amigos míos que me preguntaban por la carta de Sánchez y la posibilidad de que finalmente dimitiera: «Ojalá. Pero lo dudo. Esto es chavismo puro. Se quita de en medio cuatro días para que todo el mundo hable de él y nadie le pregunte ni abuchee y el lunes nos dirá que las masas le han llamado y escrito pidiéndole que siga y él está con el pueblo contra la ultraderecha». Modestia aparte, es exactamente lo que ha ocurrido. Yo no lo he dudado en ningún momento, aunque me sentí abrumado el lunes por la mañana por la cantidad de medios y colegas que decían que dimitía.
Me parecía obvio que no, porque era dejar a su partido en la quiebra más absoluta y él con las manos vacías cuando estar donde está es lo que ha soñado toda su vida.
El uso que ha hecho Sánchez en los últimos días de todo el aparato del Estado para aprovecharse de él en su beneficio es propio de un dictador. Lleva meses sin ir a despachar con el Rey como han hecho semanalmente todos los presidentes del Gobierno. Pero ayer desde Moncloa se avisó a directores de medios de comunicación de que había ido a ver al Rey. Yo no sé si fue o no. Lo que sé es que Zarzuela se negó a confirmar esa información lo que me da indicios.
Sospecho que se limitó a una conversación telefónica. El 29 de mayo de 2023, el día que Sánchez disolvió las Cortes sorpresivamente y convocó elecciones, Sánchez no fue a verle, sino que se lo comunicó por teléfono. Esa mañana yo estaba en el Palacio de El Pardo donde el Rey iba a entregar el Premio de Historia Órdenes Españolas, a cuyo jurado tengo el honor de pertenecer.
El Rey llegó 20 minutos tarde al acto por la conversación telefónica con el presidente. Ayer lunes, el Rey llegó 15 minutos tarde al acto militar en Hoyo de Manzanares. Sospecho que la conversación también fue telefónica. Como bien dijo ayer Núñez Feijóo, Sánchez ha abusado del Rey usándolo como un actor secundario en toda su patética farsa. Pero a nadie sorprenda. Es lo que le considera.
Lo más grave de la intervención de Sánchez ayer fue su anuncio del «punto y aparte». ¿Qué significa eso? Tras las elecciones de febrero de 1936, celebradas con fraude y violencia como ha quedado demostrado por la Historia, ni se esperó a la segunda vuelta, ni nunca se han publicado los resultados oficiales de esos comicios. A partir de la formación del Gobierno del Frente Popular, se decide la toma del poder absoluto contra la judicatura y contra los medios de comunicación, exactamente lo que ayer insinuó Sánchez. Y lo que es más relevante, se amnistió a todos los condenados por la Revolución de 1934 contra el Gobierno de la República (de derechas, por cierto).
Como me decía ayer un estimado colega, corresponsal de un gran diario británico: «A dark day for Spain and western democracy.» Un día negro para España y la democracia occidental. No se puede resumir mejor ni con más objetividad.