Pedro Sánchez y “el tonto emperrao”
Cuando de jóvenes intentábamos avanzar un pronóstico sobre la posibilidad de triunfo de alguna persona que no destacaba por ser brillante intelectualmente y que había emprendido una empresa de cualquier tipo, una vez comprobado que el aspirante gozaba de la virtud de la constancia exacerbada, alguien solía avanzar el triunfo en la empresa de la persona analizada y lo justificaba con una frase que decía: “con un tonto emperrao no hay quien pueda”.
Aquella experiencia, en edades tan tempranas, nos despertó la curiosidad y análisis de este tipo de personas, de tal manera que, a modo de broma, entre los amigos, y después de analizados los comportamientos de no pocas personas observadas, dejamos establecida para siempre, la teoría de “el tonto emperrao”.
Una teoría de filosofía parda, de andar por casa, sin rigor conceptual alguno, pero que, al estar basada en la observación real de la vida cotidiana de personas, en su intento de obtener éxito en cualquiera de las actividades por ellos emprendidas, está llena de sentido común. La teoría, viene a decir que, para triunfar en la vida, es más importante emperrarse que el cociente intelectual.
Una persona de cociente intelectual medio-bajo, si posee una fuerza de voluntad suficiente, puede, perfectamente, triunfar en la vida. Como se verá, con eso no descubríamos nada novedoso. Sencillamente, constatábamos, ratificábamos, algo que, para muchas personas con más experiencia, era algo que se da por descontado.
Cuando uno escribe un libro, no hay duda de que, en él queda retratado, de una u otra forma, el carácter del autor. No importa si, por falta de recursos culturales o gramaticales del autor, el que lo escribe es persona distinta a él, en cuyo caso, en el libro, quedará reflejado el estilo del que lo escribe; pero, lo que late en el trasfondo del libro, eso sí refleja el carácter íntimo del autor.
Pedro Sánchez es autor de un libro que, según se dice, ha sido escrito por otra persona, seguramente, por la falta de los suficientes recursos estilísticos del propio Sánchez; pero lo realmente importante, repito, es que el trasfondo del mismo refleja, inevitablemente, la personalidad de su autor. El libro se titula “Manual de resistencia”. Es decir, resistencia, resistencia, resistencia; o lo que es igual, emperramiento, emperramiento, emperramiento. Vamos, un caso de manual de lo que es un tonto emperrao.
Una de las maneras que definen muy bien el comportamiento de este tonto emperrao, es la expresión popular: “cuando a un tonto le da por una linde, hasta que la rinde… se acaba la linde y el tonto sigue”. Bueno, pues a Pedro Sánchez, esa linde política, que pertinazmente ha seguido hasta ahora, se le acabó, desde que, de manera ignominiosa engañara a los españoles con mentiras tan impresionantes, como las que afectan a la estructura y seguridad del Estado, así como que perpetrara otra ignominia: favorecer a unos delincuentes, con amnistías, acabando con la igualdad entre los españoles ante la ley; y, para colmo, la imputación de su esposa, por los posibles delitos de corrupción y de tráfico de influencias, entre otros, y en virtud de lo cual, cualquier político medio normal, le habría hecho abandonar. Pero (recuerde el lector: “se acaba la linde y el tonto sigue”) él sigue. Obnubilado, el alma obliterada y la cerrazón mental, emperrao en seguir en esa linde que se le terminó hace mucho tiempo; con la mirada puesta, no en la tierra, sino en un punto perdido del horizonte; ignorante del suelo que pisa, no ha caído en la cuenta de que su camino en la política, terminó.
Decía el filósofo español, Ortega y Gasset, citando a Anatole France: “que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio, jamás”. Y, efectivamente, el malvado tiene ratos o periodos, más o menos intensos de descanso en su maldad; incluso es susceptible de reconversión a la bondad; pero el necio, no; el necio es inevitablemente necio, y lo es desde que nace hasta que muere, lo es los doce meses del año; los treinta días del mes, y las veinticuatro horas del día; es necio, cuando descansa, cuando duerme, cuando come, cuando se divierte…
Para mí, el señor Sánchez no es un hombre ni listo, ni torpe, ni bueno, ni malo, ni moral ni inmoral, es, amoral; y, comparado con los grandes estadistas, es un pobre hombre y un mediocre intelectual, con un deseo de idolatría desmedido, incapaz de controlarse, empecinado en algo que lo supera y, por lo tanto, aspirante a algo que no puede ser; la mirada al frente, perdida, sin linde que seguir; ignorante del camino que pisa, anda a la deriva, en una huida hacia adelante; y, producto de ese empecinamiento tan extraordinario, es incapaz de darse cuenta del ridículo que, para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, está haciendo.
Con Sánchez (por su mediocridad intelectual, por su emperro, pero con el poder económico, y medios de comunicación a su alcance), se corre el gravísimo peligro de que su patético proyecto le pueda funcionar, ya que hay una expresión popular que dice: “en mi pueblo, hasta los más tontos hacen relojes de pulsera y funcionan” ¡Cuidado! El problema no es que hagan relojes de pulsera; el peligro está en que funcionan.
Por lo tanto, y por aquello de que pudiera funcionar el montaje de este hombre mediocre, y también por aquello de que es más peligroso el tonto que el malvado, ojalá, ya que Pedro Sánchez, incapaz de bajar la mirada a tierra y descubrir el auténtico pedregal por el que camina, ese pedregal, por fin, políticamente hablando, acabe en un socavón y en él quede atrapado para siempre, y así poder conjurar el peligro y evitar el riesgo de que acabe con el estado de derecho español, el más largo y fructífero en libertad, bienestar material, y derechos de los últimos años y que, a mayor abundamiento, recibió la admiración unánime en el concierto internacional.