Los españoles y la historia
Pues resulta, ¡qué cosas! que a los españoles les gusta la historia, su historia, nuestra historia. Y mira que han hecho los ‘negrolegendarios’ externos y todavía más los internos por conseguir que la aborrezcamos. La han tergiversado, juzgado con el peor presentismo y las más delirantes modas ideológicas y, como culmen, forzado a la ignorancia hasta borrarla de la educación y con ello cancelarla.
La proguería nacional -a esto y a estos me niego a llamarle izquierda- han hecho de arrastrala por el cieno una marca de distinción. Si te gusta, si te niegas a considerar que todo nuestro pasado -excepto la segunda de las repúblicas y los Abderraman- es reo de un crimen universal y que deberíamos aparecer siempre en los foros mundiales dándonos zurriagazos y pidiendo perdón por nuestro pecado original de ser españoles, eres un facha de manual.
Así de simplón y así de contumaz. Ese es el mensaje, la impronta, la pancarta y el panfleto que con reiteración y desde hace unas décadas se derrama sobre todas nuestras cabezas, desde niños y que no ceja un momento de asomar con el mantra por todos los lados, desde las aulas a las televisiones. Pero no hay manera, oye. A los españoles les gusta su historia. Y cada vez, y cuanto más hacen por que se ignore y con ello se la desprecie, nos avergüence y la acabemos por odiar, más se lea, mas se aprecie, mejor se entienda y en su contexto y tiempo, sin sentencias a los milenios pasados y más se sientan orgullosos de ella. O sea, de sus propios abuelos. Porque son ellos quienes la hicieron y de ellos venimos y por ellos estamos aquí.
Así quedan hechos asombrosos. Como el sucedido en Toledo este fin de semana en los jardines donde un día estuvo el Circo Romano de Toletum. Una riada de gentes comenzó a fluir hacia allí, a centenares hasta sobrepasar con creces el millar para escuchar a un escritor contar que Hispania fue el corazón de Roma. El orador era Santiago Posteguillo, autor de referencia y el más vendido de Novela Histórica. El acto fue también histórico. Jamás en la historia de la ciudad un evento así había logrado congregar a tanta gente. Y desde luego ya les gustaría a los políticos lograr atraer a un mitín a gentío parecido, sin autobuses de refuerzo, o convocar ese numero de gente en una manifestación. Sin ir más lejos la que el mismo día hubo en Toledo del Orgullo Gay, no llegó ni a la mitad.
Pero es que eso está pasando por doquier. Hace unos años, un grupo de escritores del género nos decidimos a montar la Asociación Escritores con la Historia para propiciar este tipo de actos y encuentros. Y la sorpresa es cada día mayor. Por doquier se suceden las iniciativas. Los aforos se llenan y llegan a rebosar. Los ciclos y conferencias que se han organizado o en los que se ha colaborado se han extendido por toda España superan ya los 200 y convirtiéndose en algunos lugares en referentes obligados cada año.
¿Y por qué? Pues es bastante sencillo de contestar. Porque los españoles están hasta las narices de que se escupa sobre su pasado, se insulte a sus abuelos y se quiera convertir su historia común en el engendro caricaturizado que se pretende imponer. Tiene remedio y cura. Y se la están aplicando. Cada vez leen más sobre ella. Cada vez gustan más de escucharla y, si por un casual algún director de cine o televisión hiciera algo que no fuera un bodrio para ponernos a escurrir, a lo mejor iban mas al cine también.