El inepto Macron y la decadencia francesa
Francisco Marhuenda.- Hace mucho tiempo que las élites dirigentes de la República Francesa tienen un problema grave con lo que llaman la ultraderecha. La responsabilidad de que existan es solo suya, porque nunca han sabido dar respuesta al profundo descontento que crece en amplias capas de la sociedad francesa. Por lo visto, no piensan lo mismo de los comunistas y otros radicales, ya que caen mejor a los periodistas y los intelectuales de la izquierda caviar. Año tras año avanza esa derecha radical y patriótica que cuestiona a una República decadente que está dominada por los sectores privilegiadoss y los altos funcionarios que provienen de las clases medias y altas como Macron o Hollande. Francia, desgraciadamente, tiene más pasado que futuro, como nos pasa a nosotros y al resto de Europa, porque estamos inmersos en una decadencia que ni asumimos ni somos capaces de revertir. La victoria de Le Pen y sus aliados es tan lógica como la reacción del radical Melenchón pidiendo la retirada de los candidatos de izquierdas que han quedado terceros.
Lo mismo sucede con el arrogante y elitista Macron, que me recuerda a otros ilustres miopes políticos como Giscard, Chirac, Cameron o Johnson que se consideraban por encima de la sociedad que lideraban. El presidente francés ha pedido que se unan los demócratas en la segunda vuelta contra el partido de Le Pen. Eso de repartir carnés de demócratas es muy propio de la izquierda con la complicidad de una parte de la derecha que es cobarde y necesita que los periodistas les digan que no parecen de derechas. Es algo que conocemos muy bien en España. Nunca me ha afectado ese complejo. No hay más que ver lo que hacen y dicen algunos políticos, escritores, artistas y periodistas para comprobar que carecen de cualquier la superioridad intelectual y moral. ¿Por qué son tan pretenciosos con esos pobres currículos? Macron debería reflexionar sobre su incompetencia, ya que ha tenido todo el poder y ha conseguido que su peor pesadilla esté a punto de cumplirse. Es verdad que hace como Sánchez y saca a pasear el frentismo, se apropia de la democracia y dice las chorradas que habitualmente utilizan los políticos cuando se quedan sin argumentos. Francia tiene un problema, pero es, desgraciadamente, con su establishment político.