El sanchismo: «Una mala noche en una mala posada»
La resurrección del «procés» –que estaba políticamente muerto– por parte de Sánchez, está teniendo un efecto demoledor para la unidad nacional y para el mismo «Estado social y democrático de Derecho» en el que se organiza el Reino de España.
El indulto primero, y la amnistía después, han significado como muy bien afirma Felipe González –que no consta por el momento sea un «ultraderechista»– que «España pida perdón» a quienes organizaron y ejecutaron desde la Generalitat de Cataluña –el Govern y el Parlament– un auténtico golpe contra el fundamento mismo de la Constitución.
El despropósito de que el gobierno de España se encuentre en manos de quienes fueron los autores de ese gravísimo atentado contra el Orden Constitucional, está provocando que incluso el Tribunal Constitucional dominado por altos cargos políticos socialistas con Conde-Pumpido al frente, se permita incluso casar sentencias del Tribunal Supremo para satisfacer a Sánchez y Puigdemont.
La concesión de una amnistía de hecho a cargos del PSOE condenados por el TS por el caso de los EREs, es una escandalosa preparación para la validación posterior de la amnistía que Sánchez necesita para comprar los votos de los amnistiables. Es un auténtico acto de corrupción política sin precedentes, y que Conde-Pumpido y Sánchez van a legitimar, permitiendo que cualquier gobierno pueda amnistiar en el futuro a quien le convenga, lo que significa la defunción del vigente sistema político constitucional.
El pacto que la anterior dirección del PP hizo con el sanchismo para renovar el actual TC, es un aviso para que quien «quiera entender, entienda» dado el descriptible respeto a la independencia de Poder Judicial que destilan los ultraizquierdistas y demás socios «progresistas». Una desmedida ambición de poder no puede legitimar que «el fin justifique los medios», lo cual se está cumpliendo ante la indolencia generalizada de una parte significativa de la sociedad española que parece encontrarse sumida en el «síndrome de la rana» del que cuando quiera salir puede ser ya demasiado tarde.
La otra parte de la sociedad no es que esté adormilada, sino que está encantada de seguir mansamente la voluble opinión del líder sanchista. Pero, pese a todo, hay que mantener firme la esperanza en que el mal no prevalecerá, y que estamos pasando los españoles una prueba purificadora, para nuestro bien. «No hay mal que 100 años dure», pero eso no exime del deber de poner todos los medios –honestos y lícitos por supuesto– a nuestro alcance, para que se pueda afirmar que esta experiencia resultará ser a la postre «una mala noche en una mala posada».