Redes sociales y teléfonos inteligentes detrás del colapso global de salud mental
Agustina Sucri.- De repente, entre 2012 y 2013, fue como si alguien hubiese tocado un interruptor de luz: las niñas, en particular, comenzaron a sufrir depresión, ansiedad, autolesionarse, y ser admitidas en centros psiquiátricos. “Esto nunca había pasado antes. Nunca ha habido un colapso global y sincronizado de la salud mental. Esto es mucho más grande que cualquier cosa que hayamos visto en términos de sus efectos sobre los niños”, alerta el psicólogo social estadounidense Jonathan Haidt, autor del bestseller “La generación ansiosa”.
El profesor de la NYU Stern School of Business argumenta que los teléfonos inteligentes son la principal causa del aumento de la ansiedad y la depresión en los adolescentes, quienes viven hoy una verdadera emergencia de salud pública.
“Vi recientemente una encuesta en la que la mayoría de las personas de todas las edades, incluyendo los jóvenes, dicen que preferirían que TikTok nunca se hubiese inventado. Pasan tiempo en esta red porque todo el mundo lo hace, pero se dan cuenta que están atrapados. Así que esto es muy diferente a cualquier otro pánico moral”, destacó Haidt en una reciente entrevista.
En su libro, el catedrático se ocupa de la realidad que afronta la generación que llegó a la pubertad alrededor de 2009 y que desarrolló su autopercepción en el marco de cambios tecnológicos y culturales profundos, como el uso extendido de los smartphones y de redes sociales adictivas.
“Como consecuencia de ello, les ha tocado crecer en una especie de mundo virtual sin interacciones con personas de carne y hueso; mientras los adultos comenzaron a sobreproteger a esos niños en la vida real, pero los dejaron involuntariamente desamparados en el brutal universo online”, escribe Haidt.
A partir de las últimas investigaciones psicológicas y biológicas, en “La generación ansiosa”, ofrece a los padres, profesores, compañías tecnológicas y gobiernos orientación sobre las medidas que se pueden tomar para convertir a una adolescencia sobreprotegida en una más humana y libre.
Este psicólogo social se dedicó a investigar la naturaleza de la infancia, incluyendo por qué los niños necesitan el juego y la exploración independiente para madurar y convertirse en adultos competentes y prósperos.
Haidt muestra cómo la “infancia basada en el juego” empezó a declinar en la década de 1980, y cómo fue finalmente aniquilada con la llegada de la “infancia basada en el teléfono” a principios de la década de 2010.
Los efectos de este cambio de paradigma han conducido, según detalla, a un “gran recableado de la infancia” que interfiere en el desarrollo social y neurológico de los niños, abarcando desde la privación del sueño hasta la fragmentación de la atención, la adicción, la soledad, el contagio social, la comparación social y el perfeccionismo.
Para Haidt, las redes sociales perjudican más a las niñas que a los niños, mientras que estos últimos se han ido retirando del mundo real para entrar en el mundo virtual, con consecuencias desastrosas para ellos mismos, sus familias y sus sociedades.
“Los teléfonos inteligentes fueron la tecnología que más rápido se adoptó en la historia de la humanidad. En 2010, la mayoría de los niños no tenía este tipo de dispositivos, pero para 2015 sí. Y es por eso que a partir de 2010 la salud mental de los adolescentes de todo el mundo empieza a caer en picada”, señaló Haidt en una charla organizada por la organización ExcelinEd.
“En los 80 era considerado normal que un niño de 9 años ande en bicicleta solo por la calle, pero para 2015 eso se convirtió en algo imposible y ahora los niños se sientan solos en su casa, con un dispositivo. Esto diezma su vida social”, graficó.
Para resaltar el grado de impacto que ha tenido el uso de teléfonos inteligentes y otros dispositivos sobre las nuevas generaciones puso como ejemplo las estadísticas de niveles de interacción social antes y durante las cuarentenas impuestas por el covid. “La cuarentena no marcó grandes cambios de la tendencia que ya venía ocurriendo: la tecnología ya había hecho que los niños vivieran en aislamiento antes del covid”, enfatizó, para luego añadir: “Incluso aquellos niños que pasan tiempo con sus amigos no ‘están’ realmente con sus amigos. Y no solo los adolescentes están viviendo de esta manera, los niños más pequeños también”.
Haidt hace hincapié en que el daño que les estamos infligiendo a los niños va mucho más allá de la salud mental.
“Mientras los científicos están debatiendo sobre la relación entre el tiempo de pantalla y la incidencia de ansiedad y depresión, hay otros 20 tipos de daños que les estamos haciendo a los niños”, subrayó.
En el quinto capítulo de su libro, hace referencia a cinco daños fundamentales:
* El costo de la oportunidad. Los adolescentes pasan 7 a 9 horas usando sus teléfonos en actividades no vinculadas con lo escolar. No queda demasiado tiempo del día para nada más.
* Privación social. El tiempo con amigos ha disminuido un 65% desde 2010.
* Privación del sueño.
* Fragmentación de la atención. “Los alumnos no pueden sentarse y leer. Es muy difícil para ellos porque tienen que estar permanentemente chequeando sus teléfonos. Y sus teléfonos están siempre vibrando en el bolsillo a medida que reciben notificaciones permanentemente”.
*Adicción conductual. “Esto es devastador y es sobre todo más claro en los varones”.
Haidt explica que en las niñas hay una serie de daños adicionales. “Las redes sociales afectan más a las niñas. Y esto tiene sentido porque sufren más del perfeccionismo visual, con comparaciones de imagen permanentes, agresiones en las relaciones, contagio de emociones… las niñas son más susceptibles a la enfermedad mental sociogénica, a la depredación sexual y el acoso”, asegura.
LLAMADA A LA ACCIÓN
El autor de “La generación ansiosa” hace un claro llamamiento a la acción y propone cuatro sencillas reglas que podrían liberar a niños y padres de esta realidad que condujo a la crisis de salud mental en adolescentes:
1. No darles a los niños un teléfono inteligente antes de los 14 años. “Se les puede dar un teléfono analógico para que puedan enviar mensajes. Pero no se le da a un niño un internet de bolsillo, en el que los extraños pueden contactarse con ellos y pueden ver videos de decapitaciones”.
2. Ninguna red social hasta los 16 años. “Los niños mismos lo dicen, chicos de 18 años desearían que esto no exista pero están atrapados. No permitamos que los niños atraviesen la pubertad en las redes sociales. Ese es un momento de mucha vulnerabilidad”.
3. Escuelas libres de teléfonos celulares. “Imaginen que la escuela tiene una nueva política: pueden traer su televisión de casa, pueden traer sus walkie-talkies, pueden traer sus grabadoras, ponerlo todo en su escritorio y lo pueden usar en clase mientras la maestra esté hablando.
Esto es completamente una locura, pero eso es lo que hemos hecho. Cualquier escuela que deja tener su teléfono en el bolsillo, aunque no deje usarlo en clase, lo esconden detrás de un libro o bajo el banco para mandar mensajes, mirar pornografía o cualquier otra cosa”.
4. Mucha más independencia, juego libre y responsabilidad en el mundo real, como todos lo tenían hasta 1990. “No puede haber un adulto controlándolos todo el tiempo hasta que vayan a la universidad”.
¿VIENTOS DE CAMBIO?
En opinión de Haidt, la marea está cambiando, ya que desde el lanzamiento de ‘La generación ansiosa’, los padres se han unido para luchar contra la infancia basada en el teléfono.
Destaca que el cirujano general de Estados Unidos ha pedido una leyenda de advertencia en las plataformas de redes sociales, los gobernadores de Nueva York a California están tomando medidas, y las escuelas de todo Estados Unidos se están comprometiendo a convertirse en ‘libres de teléfono’. “De hecho, el 18 de junio, el segundo distrito escolar más grande de Estados Unidos, el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles, se comprometió a eliminar por completo los teléfonos a partir del otoño de 2024”, escribe el psicólogo social en su cuenta de Substack.
Haidt admite que aunque se han producido enormes avances en los últimos meses, los padres y las escuelas a veces se sienten atascados al intentar cambiar las normas en centros educativos y en los hogares. Sin embargo, insiste en que las escuelas son los mejores lugares para organizar la acción colectiva entre los padres y en toda una comunidad. “Una red de escuelas que trabajan juntas con valores y políticas similares lleva la acción colectiva a un nuevo nivel, ayudando potencialmente a un gran número de familias”, finaliza.