¿Hasta cuándo España, nuestra aflicción?
Entre los Sanfermines, la Eurocopa de fútbol y las elecciones en Francia, la vida política no se ha tomado vacaciones en Cataluña, que, por obra y gracia de Sánchez, tiene en Waterloo la llave de su gobernabilidad y la de toda España, como una auténtica infamia nacional. Es un signo de la degradación a la que ha llevado la política quien llegó al gobierno –¡conviene no olvidarlo!– por medio de una moción de censura y tras dos sucesivas y estrepitosas derrotas en las urnas. Y porque según él, «peligraba la calidad de nuestra democracia» por lo que se comprometía a «regenerarla» presentándose cual si fuera un «mesías» destinado a esa misión.
Tras seis años de permanencia en La Moncloa el balance de su actuación no puede ser más desolador con el denigrante espectáculo de que el máximo responsable –como presidente de la Generalitat– de un golpe de Estado para destruir la unidad nacional, y que se fugó para rehuir responder de su actuación ante la justicia, sea ahora quien tenga en su mano la llave del gobierno de España.
Ayer hubo una cumbre del secesionismo catalán para debatir acerca de la investidura del próximo president, que ¡cómo no!, se realizó en Waterloo. Provoca indignación y vergüenza el patético espectáculo que damos ante el mundo con esta situación. Para que no falte de nada, Josep Rull, indultado por Sánchez, ahora presidente del Parlament declaró que el Tribunal Supremo «está en rebeldía» por no aceptar que la malversación pueda ser amnistiada.
Jamás se había llegado a tal falta de respeto hacia la división de poderes y la independencia del Poder Judicial, sin lo cual no hay ni Estado de Derecho, ni democracia. Los jueces son insultados nominalmente desde la Tribuna del Congreso, del Parlament y desde los medios, con total impunidad, alentados por el Gobierno que tiene en la diana al juez que instruye la causa de su mujer por presunta corrupción, lo que es otro episodio de su «regeneración democrática». Su receta pasa por controlar a los jueces y los «pseudomedios» como responsables del «lodazal de los bulos y la desinformación».
Sin embargo, nada de esto debería sorprender si se tiene presente lo que es el sanchismo; una coalición de formaciones políticas de extrema izquierda y populista, comunistas, separatistas golpistas y bilduetarras, nucleadas en torno a un PSOE, digno de aquel PSOE golpista de 1934 y del Frente Popular. Que además llegó al gobierno de la República en febrero de 1936 mediante un bien documentado pucherazo electoral que culminó su hoja de servicios con la Guerra Civil. ¿Hasta cuándo España, nuestra aflicción?
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