¿Padecen las democracias burguesas occidentales el síndrome de Zelig?
El Síndrome de Zelig es un término que fue utilizado para denominar un extraño fenómeno clínico ocurrido en Italia en el que un individuo sufrió de amnesia autobiográfica, llevándolo a olvidar su propia identidad y a mimetizar su personalidad con la del entorno y sería un trastorno de personalidad que hace que el individuo sea capaz de adaptarse a cualquier grupo o tribu identitaria con el objetivo de mimetizarse con el entorno.
Así, el individuo unidimensional que conforma la actual sociedad occidental adolece de una extrema inseguridad personal y baja autoestima y necesita un líder al que seguir ciegamente puesto que es incapaz de liderar su propia vida, lo que se conoce como ” vértigo del azul”.En consecuencia, la sociedad occidental ha terminado implementando la Doctrina del igualitarismo, donde el individuo “no debe pensar sino repetir la doctrina del líder y donde se ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley y la responsabilidad por el sistema de votación”.
Por su parte, Edward L. Bernays en su libro «Cristalizando la opinión pública», afirma que “la mente del grupo no piensa, en el sentido estricto de la palabra. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones y a la hora de decidir su primer impulso es normalmente seguir el ejemplo de un líder en quien confía”.
En consecuencia, la propaganda de la clase politica “está dirigida no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustenta”.
Dicho trastorno democrático fue plasmado por el visionario Hermann Hesse, en su libro “El lobo estepario” (Der Steppenwolf,1.927), donde critica mordazmente la sociedad burguesa.
Para Hesse la sociedad burguesa sería “la decadencia de la civilización” y define al burgués como “una persona que trata siempre de colocarse en el centro, entre los extremos, en una zona templada y agradable, sin violentas tempestades ni tormentas. Consiguientemente , es por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar.
Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley y la responsabilidad por el sistema de votación. Es evidente que este ser débil y asustadizo, aun existiendo en cantidad tan considerable no puede sostenerse solo y en función de sus cualidades no podría representar en el mundo otro papel que el de rebaño de corderos entre lobos errantes…”
En consecuencia, las democracias occidentales burguesas serían una dictadura invisible que anula los ideales del individuo primigenio y le transforma en un ser acrítico, miedoso y conformista que sedado por el consumismo de bienes materiales pasa a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable.