El Intocable
Todos recordamos seguramente, aquella famosa película de título “Los Intocables “. El guión está basado en hechos reales. Transcurre en los años 30 del pasado siglo en las calles de Chicago, Illinois. Narra la historia del agente federal Elliot Ness en su particular e implacable lucha contra Al Capone, un gánster que se creyó el dueño del hampa, la ciudad y los negocios prohibidos. La prensa bautizó a Ness y su equipo de colaboradores seleccionado por él, como “The untouchables”, es decir, los incorruptibles.
La acción de corromper es posiblemente el peor enemigo de un sistema democrático. Cuando el corruptor aúna intereses con el corrompido todo se trastoca y anula la cabida que las leyes tienen para volver a poner cada cosa en su sitio. Es debido principalmente a que también entre jueces y magistrados subyace la maldita corrupción. La hay en todos los estamentos, instituciones, cadenas de mandos… y al final el mal ejemplo cala en la sociedad y todo termina con un desagradable olor a podrido. Devolver a las mentes de toda una ciudadanía que la ética, la moral y el respeto a la ley es la única vía posible para lograr prosperar en convivencia, se puede tardar años. Demasiados políticos medrando, corrompiendo y dejándose corromper, es el camino seguro hacia el desastre.
De pronto en España, cuando creíamos todo perdido, ha aparecido un intocable. Alguien a quien no le mueve ganar un puesto a dedo en un alto tribunal, que vive honradamente con el sueldo que gana y ademas no teme a los jerarcas. Se debe a su trabajo y profesión de juez instructor, cree profundamente en el principio de igualdad ante la ley y no se atemoriza ante insultos ni amenazas. Su nombre: D. Juan Carlos Peinado, titular del Juzgado número 41 de los de Madrid. Las presiones que está recibiendo desde el Gobierno, ministro de Justicia incluido, tratándole veladamente de estar cometiendo un delito de prevaricación, no le ha impedido cumplir con su obligación ajustada a derecho.
Ni la fiscalía, actuando como abogado defensor ni este intentando ridiculizar al magistrado, del cual incluso ha llegado a insinuar el haberse inventado algunos artículos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, algo insólito y que mantiene absortos a los profesionales del Derecho y a buena parte de la ciudadanía.
Alphonse Gabriel Capone, más conocido como Al Capone, salió indemne de multitud de juicios por falta de pruebas y hacer llegar sustanciosas cantidades de dinero a testigos, miembros de los jurados y a quien fuere necesario. Policía y jueces no hacían remilgos a los dólares que el gánster les ofrecía a cambio de colaboración o silencio. Hay otra forma de reírse de la justicia y es controlando las mayorías en los tribunales colegiados: audiencias provinciales, tribunales superiores de justicia, Audiencia Nacional y Tribunal Supremo, además de utilizar la fiscalía general como propia, hacer uso indebido del indulto, etc.
El bueno de Al contaba con hombres de confianza dispuestos a todo por salvar a su jefe: Frank Nitti, Jack “Metralleta” McGurn, Jack Gunner… Cuando oigo a Bolaños, todo un ministro de Justicia, atacar al juez instructor o a la ministra Alegría, al referirse al Caso Begoña, hablar de cacería política organizada por la ultra derecha, o al simplón Lopez, al que ya casi nada se le entiende, me imagino a aquellos secuaces y sicarios disparando, junto al lago Michigan sus armas, que no sus lenguas, contra todo lo que representase un peligro real para sus emolumentos y las indemnes ganancias de su jefe. Es posible que pensaran que la Ley Seca se mantendría en vigor muchos años más.
Capone fue condenado en 1932 a 11 años de prisión y 50.000 $ de multa. Cumpliría la pena primero durante dos años en Atlanta y el resto en Alcatraz. Murió en 1947 arruinado y sifilítico, en compañía de su mujer, May, de la que siempre estuvo muy enamorado.