Lamentable ceremonia “Olímpica” anticristiana
Con la conversión de Clodoveo rey de los francos en una histórica ceremonia de bautismo en Reims, Francia fue considerada la “ hija primogénita de la Iglesia” por los Papas. Hasta fecha reciente se consideró la de su bautismo el día de Navidad de 496, pero la indiscutible autoridad en la materia de Philippe De Villiers, la ha documentado en el año 508 tras la batalla de Tolbiac, donde derrotó a los bárbaros arrianos alamanes. Así fue considerada Francia hasta 1789, cuando la Revolución transformó al católico Reino en una República laicista, que actualmente bajo Macron aparece cual radicalmente anticristiana.
La Francmasonería, que hizo público un comunicado político en vísperas de las recientes elecciones legislativas quizás se congratule de la ceremonia de inauguración de los JJ.OO. de Paris’2024, cuya imagen ha quedado documentada para la Historia convertida en una olímpica expresión de culto Trans y al orgullo Lgtbi, donde la cultura woke ha alcanzado cotas nunca alcanzadas hasta ahora.
El deporte y el Olimpismo no merecen este maltrato, solo superado por el recibido por los sentimientos religiosos de los creyentes cristianos con la payasada de una ceremonia que pretendía ser una parodia de la Última Cena, donde Jesucristo instituyó la Eucaristía, el Misterio central de la Fe cristiana. No ofende quien quiere, pero es necesario hacerse respetar y no hacerse temer como hacen otras religiones que no son objeto de estas obscenas parodias.
Tampoco la identidad histórica de Francia merece esa olímpica payasada, que habrá hecho removerse en la tumba de Colombey les deux Églises a la “grandeur” de Charles de Gaulle y aún a la del mismo François Mitterrand cuando enfermo de su cáncer terminal salió conmovido tras visitar la celda del carmelo de Lisieux donde falleció la gran santa Teresita. Ella y santa Juana de Arco son patronas de Francia junto a la Virgen de la Asunción proclamada su Patrona principal por Luis XIII en 1638, dándole gracias por el milagro del nacimiento del Delfín que será el Rey Sol, Luis XIV.
El acto final de la interminable y lluviosa ceremonia, con los atletas de los países participantes navegando con impermeables y paraguas por el Sena- y con Macron bajo cubierto,- al menos tuvo algo de deportiva y olímpica con Zidanne y Rafa Nadal portando la antorcha, atenuando algo la desagradable sensación anterior.
En todo caso, nada que ver con aquel luminoso día contemplando en el Estadio Olímpico de Montjuic en Barcelona, al entonces Príncipe de Asturias y hoy Rey de España, encabezando como abanderado a los atletas españoles. Mejor devolver a los estadios la ceremonia inaugural de futuros Juegos. De donde no debieron salir.