Un paraíso envenenado: la realidad de la sede de las competencias de surf de los JJOO de Francia
El diario ‘The New York Times’ dedica una extensa crónica sobre la dramática realidad que sufren desde hace 60 años los habitantes de la isla de Teahupo’o, en Tahití, como consecuencia de las pruebas nucleares llevadas adelante por Francia, con la complicidad de EEUU y la OTAN, provocando cáncer y decenas de otras enfermedades a sus ciudadanos.
“En 1974, una nube radiactiva procedente de una prueba nuclear francesa se desplazó sobre Teahupo’o, Tahití, ahora sede del surf de los Juegos de París. Los aldeanos todavía sienten los efectos”. Así comienza el diario estadounidense su nota sobre lo que llaman la “realidad dual” de esta pequeña isla, que es a la vez sede de las competencias de surf en los Juegos Olímpicos de París debido a sus olas gigantes y escenario pintorescos.
Sin embargo, el lugar es también un recordatorio de las destructivas políticas imperialistas de Francia y Occidente y de su actual negativa a reparar sus errores o cambiar sus políticas colonialistas, pues Tahití, parte de la Polinesia Francesa, sigue siendo justamente parte de Francia, pese a los intentos locales de independizarse.
El artículo se centra en la historia de varios residentes cuyas vidas fueron alteradas para siempre por las consecuencias de las pruebas nucleares realizadas por Francia en la isla, incluyendo la de la propia alcaldesa, Roniu Tupana Poareu.
Los hermanos de Poareu, revela la nota, desarrollaron varios tipos de cáncer asociados con la exposición a la radiación, mientras que otros familiares también fueron diagnosticados de cáncer y otros vecinos suyos murieron.
“Hace unos años, Poareu fue casa por casa en Teahupo’o, una aldea de 1.500 habitantes, y descubrió que 60 residentes vivían con la enfermedad. Incluso como alcaldesa, no se había dado cuenta del precio total que había sufrido su comunidad”, señala la nota.
El diario advierte que, según documentos militares franceses desclasificados en los últimos años, el Gobierno de Francia supo inmediatamente que la isla registraba algunas de las lecturas más altas posibles de radicación luego de un episodio de detonación realizado por militares franceses en julio de 1974.
Sin embargo, las autoridades prefieren ocultar lo que estaba sucediendo, y jamás dieron aviso a los habitantes, ni los instaron a mudarse o comenzar procedimientos médicos para intentar neutralizar estos efectos altamente letales.
Cuando Emmanuel Macron visitó el territorio en 2021, apunta el NYT, el mandatario francés reconoció que el Estado tenía una “deuda” con la Polinesia Francesa por su comportamiento negligente y asesino.
“Lo hicimos aquí porque dijimos: ‘[La isla] Está perdida en medio del Pacífico, no tendrá las mismas consecuencias'”, admitió Macron.
“En otras partes del Pacífico, las pruebas nucleares estadounidenses devastaron otros territorios en lo que hoy es el país independiente de las Islas Marshall. El Reino Unido hizo lo mismo en los lugares bajo su dominio”, recuerda el diario.
“No somos solo nosotros”, dijo al respecto Heinui Le Caill, representante de la asamblea polinesia. “Se necesita justicia en todo el Pacífico”.
En 2010, después de años de negarse a reconocer las consecuencias para la salud de tres décadas de pruebas nucleares en la Polinesia Francesa, el Gobierno francés inició un proceso para reconocer su accionar y compensar a las víctimas de enfermedades relacionadas con la radiación. Pero el propio diario estadounidense admite que la iniciativa ha estado marcado por trabas burocráticas de todo tipo y limitación en los casos que se admiten en los tribunales, habiendo pagado el Estado francés hasta el momento apenas a un puñado de familiares de víctimas, de centenares de miles que se calculan fueron damnificadas o murieron.
Una de las hermanas de la alcaldesa Poareu, a quien le diagnosticaron varios cánceres, se encontraba entre los pocos solicitantes seleccionados, señala la nota. Pero ningún reconocimiento oficial, dijo Poareu al NYT, va a curarla.
“Estoy feliz de que tengamos el surf olímpico y estoy orgullosa de que todo el mundo vaya a conocer a Teahupo’o”, dice la alcaldesa en el artículo. “Pero a veces, cuando veo el sufrimiento de mi familia, odio a Francia”.