El feminismo ha estado 60 años diciéndoles a las mujeres que no necesitan a un marido, que no necesitan formar una familia, que no necesitan ser femeninas, que los tacones y el maquillaje son herramientas masculinas de opresión, que la caballerosidad es un micromachismo, que tienen que rechazar la vida del hogar y ponerse a trabajar como hombres, que tienen que amar una nómina más que a un hijo, y que lo que empodera de verdad a una mujer es ser libre, promiscua, desvergonzada, irresponsable, ordinaria y viciosa. Y el resultado es justamente ese: mujeres de treinta años despojadas de su esencia, inadaptadas social y laboralmente, malgastando su instinto maternal con gatos, incapaces de encontrar la felicidad por muchas causas benéficas en las que participen y por muchos cursos universitarios que hagan.

Ahora, por si fuera poco, ha aparecido en redes sociales el llamamiento de colectivos feministas animando “a las mujeres a oler su caca para ser más inclusivas con las mujeres trans”.

“Algunas mujeres tienen un orificio donde solía estar su pene, y ese orificio comparte a menudo el microbioma con el clon, lo que crea un olor de transición distintivo”. Esta es la insólita razón que esgrimen las promotoras de la escatológica iniciativa.

Las respuestas de los usuarios no se han hecho esperar: “Es todo tan escatológico. Yo creo que Sodoma y Gomorra tenían menos perdición cuando desaparecieron que el mundo hoy en día”, escribe Astra aspera.

María José Muñoz expresa de esta forma su estupefacción ante la propuesta: “Yo respeto a todo el mundo pero que me pidan oler ,i mierda me parece muy fuerte hasta para esta bola de anormales que pretenden cambiar el mundo. Es sencillamente repulsivo y denota una mente muy, muy enferma”.

Garbiñe Egiaren tira de ironía y expresa su preocupación de que “acaben haciendo una demostración en la vía pública”