Agosto 1936 en España, «tierra de María»
En estas fechas de agosto de 1936, España se encontraba bañada en sangre por la guerra civil.
La solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los Cielos no se celebraba como hoy al no estar todavía definido el Dogma que proclamó como «una verdad de Fe divinamente revelada» la gloriosa Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los Cielos» …una vez «cumplido el tiempo de su vida en la tierra».
Ese cuarto Dogma mariano será proclamado catorce años después por Pío XII, el 1º de noviembre de 1950. En 1936, en la diócesis de Barbastro, los milicianos asaltaron la iglesia de los monjes claretianos de la localidad, el primer templo dedicado al Inmaculado Corazón de María, en 1888.
Según escribió el catedrático emérito de Historia contemporánea de la Universidad de Alcalá Javier Paredes, los milicianos diezmaron la población de la localidad entonces de 8.000 habitantes, asesinando a 800 católicos. Más elevada –proporcionalmente– aún fue la persecución del clero, que alcanzó al 88% del total de la diócesis, encabezados por su obispo Florentino Asensio, asesinado con especial ensañamiento el 8 de agosto.
Asimismo, requiere ser recordada la persecución padecida por los religiosos claretianos, conocidos como «los mártires de Barbastro», cuya comunidad la componían 60 personas, 9 sacerdotes, 12 hermanos y 39 jóvenes estudiantes de entre 14 y 18 años. Todos ellos serían asesinados en estos días de aquel 1936 y beatificados por el Papa san Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992.
Muy emocionante resulta conocer cómo vivieron aquellos trágicos momentos esos claretianos por medio de la carta escrita por uno de ellos de nombre Luis Masferrer Vila que sorteó la censura de sus carceleros: «¿Qué será de nosotros? La Santísima Virgen nos protegerá como hijos suyos que somos y no permitirá que seamos vencidos en la pelea. Nos podrán dispersar, (…) nos podrán matar, fusilar, descuartizar si quieren, pero su innoble fin no lo han de alcanzar… Nuestra muerte será el noble trofeo de nuestra victoria y nuestra sangre ardorosa vertida proclamará a todos los vientos la derrota completa de nuestros enemigos».
También se conserva la carta de uno de aquellos jóvenes que se preparaban para ser ordenados y que envío a sus padres: «Aquí han fusilado al Obispo, a muchos sacerdotes y a muchos paisanos. Al escribir estas líneas, 13 de agosto, han sucumbido ya unos 30 compañeros nuestros y mañana, día de mi cumpleaños, espero ir derecho al Cielo».
Que desde allí intercedan ante la Virgen por la actual España –«tierra de María»– para que nunca más repitamos esa terrible tragedia entre hermanos.