Denuncian una millonaria inversión en ‘vacunas psicológicas’
Agustina Sucri.- La confianza en instituciones públicas de todo el mundo-gobiernos, universidades, medios de comunicación, ciencia y medicina- ha sufrido una estrepitosa caída en los últimos años. Y es por eso que un grupo de especialistas en distintas áreas se propuso debatir si es posible revertir esta situación, aún cuando el gobierno estadounidense gasta 100 millones de dólares en crear ‘vacunas cognitivas’ o ‘vacunas psicológicas’: una mezcla de propaganda y estrategias de censura diseñadas para “proteger” al público de puntos de vista disidentes. Un tipo de “vacuna” cuya utilización se ha extendido a nivel internacional y es fácil de identificar incluso en países como la Argentina.
Los doctores Jay Bhattacharya y Eric Weinstein, junto con Nicole Shanahan y Mike Benz intercambiaron opiniones sobre esta cuestión bajo el título “Consejo de los Cancelados”, en un encuentro transmitido en directo en la red social X.
El grupo, formado por expertos que se han enfrentado la censura y la eliminación de sus cuentas en distintas plataformas, profundizó en la compleja red de investigación financiada por el gobierno estadounidense, los intereses corporativos y las prácticas institucionales que, según ellos, están erosionando la confianza pública y ahogando el debate indispensable para la ciencia y la democracia, según reportó John Michael Dumais en un artículo para The Defender, que se reproduce a continuación:
“Nos gustaría reestructurar la búsqueda de consenso para que la gobernanza represente al pueblo”, afirmó Shanahan, empresaria tecnológica de Silicon Valley y compañera de fórmula vicepresidencial de Robert F. Kennedy Jr.
Los participantes del “Consejo de los Cancelados” estudiaron cómo conseguirlo frente a lo que describieron como esfuerzos coordinados para controlar la opinión pública y suprimir puntos de vista alternativos.
Benz, ex funcionario del departamento de Estado de EE.UU. y fundador de Foundation for Freedom Online, habló del concepto de “vacunas cognitivas” o “psicológicas”, desarrolladas por instituciones académicas con financiación gubernamental.
“Tienen vídeos promocionales ostentosos de 10 minutos”, subrayó, describiendo los intentos de crear inoculaciones psicológicas contra lo que las autoridades consideran “noticias falsas”.
Los panelistas coincidieron en que estos programas, lejos de proteger la democracia, la socavan al intentar desacreditar preventivamente las voces disidentes.
VOCES PELIGROSAS
El panel describió con crudeza la erosión de la confianza en múltiples pilares de la sociedad: gobierno, medios de comunicación, universidades e instituciones científicas. Cada orador compartió experiencias y puntos de vista que ilustraban cómo las acciones destinadas a crear consenso han fomentado en cambio el escepticismo y la desconfianza.
Bhattacharya, profesor de política sanitaria de la Universidad de Stanford, compartió su experiencia sobre cómo el control narrativo institucional ha socavado la credibilidad de la salud pública. Señaló la Declaración de Great Barrington, de la que es coautor, que el Centro para la Ciencia y la Democracia calificó de “idea marginal” porque abogaba por una protección centrada en las personas vulnerables durante la pandemia de covid-19.
Sin embargo, la declaración fue firmada por 30.000 científicos y profesionales de la medicina y la salud pública y por más de un millón de personas.
Benz señaló la enmienda de la Ley de Modernización Smith-Mundt de 2012, que levantó la prohibición contra la difusión nacional de propaganda producida por el gobierno estadounidense, dando lugar al complejo industrial de la censura.
Weinstein, matemático, economista y fundador de The Portal Group, describió cómo las instituciones académicas se han enredado con los intereses de la seguridad nacional.
Compartió una anécdota sobre el departamento de economía de la Universidad de Chicago, sugiriendo que se creó en parte como un “baluarte contra el comunismo totalitario, financiado desde dentro del mundo de la inteligencia”.
Este entrelazamiento entre el mundo académico y la seguridad nacional, argumentó, ha conducido a una situación en la que las voces disidentes se tachan a menudo de marginales o peligrosas.
“Existe un adjetivo, una profesión y luego un nombre propio”, dijo, poniendo como ejemplos al “epidemiólogo marginal Jay Bhattacharya” y al “controvertido profesor Jordan Peterson”, etiquetas con las que se pretende señalar al público que se muestre escéptico o evite a esas personas.
En el panel también se habló de la erosión de la confianza en la ciencia, sobre todo a la luz de prácticas de investigación controvertidas.
Bhattacharya mencionó la investigación de ganancia de función. “Tony Fauci dio el visto bueno a estos experimentos”, dijo, mencionando que en un documento de 2012 Fauci “escribió explícitamente que incluso si estos experimentos dan lugar a una pandemia mundial, valdrá la pena por los conocimientos adquiridos”.
Los panelistas también debatieron sobre cómo la eliminación de plataformas, el control narrativo y la censura han contribuido a la pérdida de fe en los medios de comunicación tradicionales, en los que antes se confiaba por su objetividad e imparcialidad.
LA CENSURA DE GOOGLE
Los ponentes examinaron la compleja interacción entre organismos públicos, gigantes tecnológicos e instituciones académicas en el control del flujo de información.
Benz destacó iniciativas gubernamentales menos conocidas destinadas a moldear la opinión pública, como el programa Convergence Accelerator Track F de la National Science Foundation – “Course Correct: Precision Guidance Against Misinformation” – y el Programa para un Ciberespacio Seguro y Fiable.
“Estos programas distribuyeron 100 millones de dólares a esta red de universidades”, explicó Benz, detallando cómo esta investigación se centra a menudo en el desarrollo de estrategias para contrarrestar las narrativas que desafían el consenso institucional.
Benz criticó el Test de Susceptibilidad a la Desinformación desarrollado en el Reino Unido como la herramienta “más ridícula y políticamente amañada” que podría utilizarse para justificar una mayor censura de ciertos grupos.
En tanto, Weinstein se refirió a aspectos menos conocidos de la historia de Estados Unidos, sobre todo en lo que respecta al control de la información y las libertades civiles.
“Ni siquiera sabemos que existe una historia secreta de la Ley McCarran (de Seguridad Interna)”, dijo, explicando que esta ley, aprobada en la década de 1950, pretendía aplicar tácticas utilizadas durante el internamiento de los japoneses-americanos a una nueva amenaza percibida.
Según Weinstein, la ley pretendía crear campos de detención para sospechosos de comunismo, reflejando lo que algunos miembros de la seguridad nacional consideraban una estrategia exitosa durante la Segunda Guerra Mundial.
Shanahan señaló posibles conflictos de intereses en la forma en que se controla la información en las principales plataformas sociales. “Google es uno de los principales inversores en vacunas. Así que ambos están censurando las opiniones discrepantes mientras cobran”.
Asimismo, Benz introdujo el concepto de “ejército enjambre de poder blando” de las organizaciones no gubernamentales: una red de organizaciones e instituciones que trabajan en concierto con las agencias gubernamentales para moldear la opinión pública.
Citó a un alto funcionario para ilustrar la mentalidad que subyace a estos esfuerzos. “Tenemos esta situación en la que el discurso del odio da lugar al etnocentrismo, que da lugar al nacionalismo, que da lugar a la oposición al orden mundial internacional basado en normas”.
Los que están en el poder no quieren que la clase civil hable libremente en Internet por miedo a perder el control de este orden, según Benz.
SANO DISENSO
El disenso es fundamental para mantener un discurso científico sano y unas instituciones democráticas, afirmaron los panelistas.
Bhattacharya destacó la importancia histórica de la disidencia científica, citando el ejemplo de la doctora Frances Kelsey, científica de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) que impidió la aprobación en el país del peligroso medicamento para el embarazo talidomida.
“Trabajaba para la FDA y… era una científica honesta dentro de la burocracia de la FDA”, explicó Bhattacharya.
Weinstein se extendió en este tema, haciendo hincapié en la fuerza única que la disidencia ha dado históricamente a las instituciones estadounidenses.
“¿Cómo es posible que Estados Unidos, siendo un país joven, haya acabado teniendo la mayor parte de las grandes instituciones de investigación del mundo?”, preguntó. “La respuesta corta es ‘disidencia’. La cultura vaquera… consiste en desafiarse unos a otros y salir a tomar una copa después”.
Los panelistas ofrecieron varias estrategias para afrontar el reto de reformar las instituciones públicas. Bhattacharya destacó la importancia del compromiso político. En ese sentido, sugirió preguntar a los candidatos al Congreso: “¿Cuál es su postura ante la libertad de expresión? ¿Cuál es su postura ante el complejo de la censura? ¿Cuál es su postura ante la regulación de la ciencia?”.
Shanahan pidió una reestructuración de la publicación científica y de los procesos de revisión por pares. “Nos espera un nuevo modelo de publicación y revisión de la literatura científica”, vaticinó.
Weinstein sugirió crear un glosario de términos para ayudar al público a entender el lenguaje utilizado en contextos de seguridad nacional y control de la información.
“Tenemos que armarnos con la información, la terminología y la historia”, enfatizó.
Benz abogó por un enfoque de “alianza por la libertad de toda la sociedad” similar al que surgió durante la pandemia, que incluya a comités del Congreso, fiscales generales de los estados, abogados del sector privado, medios de comunicación alternativos y otras personas “capaces de hacer su parte”.