Pan y circo
Juvenal vs. Maquiavelo
Juvenal utilizó la expresión “Panem et circenses” para describir y criticar el proceder de los emperadores, que buscaban distraer, entretener, manipular, anestesiar y controlar, por ende, al populacho, mediante la distribución de alimentos (“panem”) y la organización de entretenimientos masivos (“circenses”) en el circo. Así conseguían que los ciudadanos olvidaran y renunciaran a sus derechos y deberes y se convirtieran en seres manipulables, dóciles e indefensos ante los abusos del poder.
Esta expresión se ha mantenido a lo largo de los siglos y, aún hoy, permite también describir y denunciar los métodos utilizados por la casta política para distraer con actividades lúdicas de ocio colectivo (toros, fútbol o deportes, en general; TV basura, etc.); y, por otro lado, para satisfacer con migajas de tipo asistencial (paguitas, ayudas sociales, ingreso mínimo vital, etc.) a la masa, mientras que ésta descuida y no se preocupa ni ocupa de las cuestiones mollares, vitales y personales para ella (cuestiones sociales, sanitarias, educativas, económicas, políticas, etc.).
Además y nunca mejor dicho, el Parlamento, el Gobierno así como la vida política españolas son, en general, un circo, en el que priman la búsqueda de la viralidad, de lo estrafalario, de la provocación descarada, de las contradicciones-mentiras constantes. Estos comportamientos son cortinas de humo orientadas a distraer, entretener, desorientar, adormecer, manipular, etc. a las depauperadas masas, tanto económica como intelectual e informativamente. Así, éstas se olvidan de sus problemas o necesidades reales, aceptando sobrevivir (vivir de rodillas) en vez de vivir (vivir de pie).
El punto de vista crítico de Juvenal contrasta con el de Maquiavelo (cf. El Principe) y el comportamiento de la casta política española, que practica el engaño, la astucia y la doblez sistemáticos con los ciudadanos. En efecto, Maquiavelo y la casta política española se rigen por tres principios: 1. El fin (conquista y permanencia en el poder) justifica los medios; 2. La política no tiene relación con la moral; y 3. ¿Para qué intentar ganar con la fuerza de la razón o con la fuerza bruta lo que se puede conseguir con la mentira? Un ejemplo ilustrativo y paradigmático es Pedro Sánchez, su equipo de Gobierno y su partido (PSOE), que mienten hasta la hora de almorzar y, luego, todo el día.
El fútbol y los deportes (el Circo), el nuevo opio del pueblo
He traído a colación esta expresión romana, ilustrada por la pintura del “íncipit” de esta reflexión, para ilustrar la permanencia de ciertos comportamientos tanto de los que mandan como de los que son mandados. El deseo de poder y de permanecer en el machito es tan grande en los psicópatas del poder de antaño y de ogaño, que siguen dando a las masas “pan y circo”. Y éstas, bobas, alienadas e indocumentadas, siempre muerden el anzuelo.
En efecto, la afición por los deportes, en general, y el fútbol, en particular, hace que los ciudadanos se interesen más por el fútbol que por la gestión de la “res pública” (i.e. política). Se podría afirmar que el “patriotismo de balompié” no sólo ha desplazado sino eliminado el “patriotismo ideológico”. Basta con observar las celebraciones multitudinarias, a lo largo del 2024, de los éxitos de los equipos españoles o de la Roja para certificar la pertinencia de lo expuesto: celebraciones millonarias del título de la Copa del Rey por el Athletic de Bilbao; de la Liga 2023-2024 y de la 15ª Champions, por el Real Madrid; de la 4ª Eurocopa, por la Selección Española; del éxito de Carlos Alcaraz en Wimbledon; de las 18 medallas cosechadas en los JJ.OO. de París.
Todas estas celebraciones movilizaron a millones de ciudadanos, ocupados y preocupados por los resultados deportivos, en los que parece que les va la vida. ¡Qué comedura de coco! Ahora bien, cuando está en entredicho y en peligro la democracia en España y campa por sus respetos lo peor de la casta política, de alta cuna i de baja cama, cortando el bacalao y poniendo en peligro la unidad de España, la legalidad vigente, el estado del bienestar y sus servicios fundamentales, ni Dios ha movido ni mueve ni piensa mover un dedo.
Esta actitud adocenada de los ciudadanos (¿se les puede llamar así?) españoles confirma la actualidad y lo ajustado del “panem et circenses” de Juvenal, que adormecía, atontaba y manipulaba al populacho romano y que hoy adormece, atonta y manipula también a la masa —desinformada, desnortada y, por lo tanto, sin criterio— de los españoles. Da la impresión de que están de acuerdo con Maquiavelo y no con Juvenal: parece que les gusta que los manipulen, que los ninguneen y que los engañen.
Como dijo Anaxágoras, “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”. Por eso, los ciudadanos (?) españoles, como verbalizó y argumentó A. Pérez-Reverte en una pertinente columna reciente (“España es culpable”), no nos podemos llamar a andana ni irnos de rositas: somos también culpables y corresponsables, “por estúpidos, por indiferentes y por cobardes”. Según opinión también de Pérez-Reverte, adaptada para la ocasión, los ciudadanos españoles tendrían que ir a votar con “menos ideología”, con menos “pan”, con menos “circo” y mucha “más biblioteca”. Además, como verbalizó un político inglés, dar a los ciudadanos el derecho de ir a votar, pero sin darles la información para hacer un uso racional, informado y responsable del mismo, es engañarlos y hacerles el caldo gordo a los de la casta política, de alta cuna o de baja cama, que viven de la política y no del sudor de su frente sino del de enfrente.
Hoy, se acumulan los motivos para mantener viva la indignación de Juvenal. El deporte sirve de coartada para las causas más injustas. Por ejemplo, con el mundial de fútbol catarí — cuya organización fue comprada a golpe de talón a la FIFA— se blanqueó un régimen absolutista, que no tiene ningún reparo en admitir su carácter xenófobo, homófobo y machista; un país donde no se respetan los derechos humanos, donde las mujeres son tuteladas e invisibles, donde los trabajadores extranjeros son prácticamente esclavos (por sus condiciones de trabajo). Esto está en las antípodas de los valores que pretende sembrar y defender el deporte.
¡¡¡Pero qué buen artículo, fabuloso!!!