La democracia en España (I)
En un libro que debe salir en septiembre “El PSOE en la historia de España. Pasado y presente del partido más influyente en los últimos cien años”, trato lo que el título indica. El país ha pasado en ese tiempo por nada menos que seis regímenes de muy distinta duración: la Restauración liberal, cuarenta y siete años; la dictadura de Primo de Rivera, algo más de seis; la II República, cinco; el frente popular, cinco meses en todo el país y casi tres años más en la mitad de él; el franquismo, casi tres años en la mitad del país y treinta y nueve (hasta la Constitución del 78) en todo el país; y finalmente la democracia, que en teoría lleva ya cuarenta y seis. En todos ellos, salvo en el franquismo, el PSOE ha desempeñado un papel de primer orden, desde que fue capaz de lanzar la huelga revolucionaria de 1917.
Digo que la democracia lleva esos años “en teoría”, porque ha cambiado en profundidad desde principios de este siglo. Es cierto que ya a finales del siglo XX, el PSOE reaccionó con un extremismo demenciado a la inminencia de su derrota electoral por su corrupción, pero el momento decisivo del cambio puede datarse con bastante precisión: el 20 de noviembre (fecha simbólica) de 2002, cuando el PP condenó –en plan amenazante– al franquismo uniéndose a las interpretaciones histórico-políticas del PSOE y los separatismos.
Interesa constatar que tal condena coincidió con una entusiasta sumisión a los intereses anglos, condensados en Gibraltar y Marruecos; sumisión que tan cara costó al propio PP, pero sobre todo a España, cuando el PSOE pudo explotar los confusos atentados del 11 para encaramarse al poder.
Desde entonces, también con el inane gobierno de Rajoy, el trío PP-PSOE-separatistas, emprendió una involución antidemocrática, hasta desembocar en el golpismo sin disfraz del separatismo catalán y del Doctor Saunas. Cuando se enfoca historiográficamente la época comenzada con el referéndum de diciembre de 1936, es decir, la transición desde la legitimidad del franquismo, es preciso distinguir estas dos etapas, hasta 2002 y desde entonces. Cosa que, según creo, nadie hace a pesar de su evidencia. Pero si queremos enfocar la historia de los últimos 46 años desde la Constitución, debemos distinguir claramente entre ambas etapas; no distinguirlas es caer en un error decisivo de enfoque. Parecido, salvando las distancias, al que llama “bando republicano”, suponiendo que continuaba la II República, al bando que precisamente la destruyó.
No entro ahora en la posibilidad de una regeneración democrática, que a mi juicio solo podría ir unida a una política exterior neutralista, con todas sus consecuencias de política interior.
Desde el año 1954 somos una colonia yanqui esta es la realidad y en este momento la poca soberanía que teníamos la hemos perdido y nos imponen a títeres como Sánchez y nos hacen tragar con la inmigración la oTan y la UE. Esta es la triste realidad y de este agujero no se sale con los votos si no con botas.