Duelo a garrotazos: Ábalos-Puente
La situación personal y política en la que se encuentra José Luis Ábalos, quién fuera número 2 de Sánchez en el gobierno y el partido –hasta que cayera en desgracia por razones nunca aclaradas aunque ahora se imaginen–, es de dominio público, conservando su escaño, pero ahora ubicado en el grupo Mixto del Congreso. Porque sin duda, el aforamiento ante el Tribunal Supremo es una garantía de objetividad y rigor judicial, no desdeñable en los convulsos tiempos que vivimos. Hasta ahora, aunque ya alejado de la disciplina del PSOE, su voto estaba asegurado para el grupo parlamentario socialista, siendo de gran importancia en la precariedad política en que vive el sanchismo gubernamental, que está en manos de Puigdemont, además de en la macedonia de siglas que conforman los de Sumar, ERC, PNV, y los de Otegi. Ahora, la auditoría interna calificada por Ábalos como de un «tribunal de honor» –prohibidos por la Constitución– al que considera le ha sometido su sucesor en el Ministerio, el inefable Óscar Puente, sobre la compra de mascarillas cuando era el titular de su actual cartera ministerial, ha provocado que haya desenterrado el hacha de guerra.
Para empezar, no se ha ido precisamente por las ramas aludiendo a que Puente debería explicar el gasto de 200.000 euros que hizo comprando mascarillas, –siendo alcalde de Valladolid–, a un amigo que después le invitó a disfrutar navegando en su yate. Por si con ello no hubiese quedado claro su «cambio de opinión –que diría Sánchez– ha asegurado que su anterior grupo parlamentario no cuente ya con su voto como hasta ahora venía sucediendo, sino que lo «hará en conciencia» en cada caso, y apuntando al concierto económico de Cataluña como una referencia clara. Desde luego que «votar en conciencia» es algo que todos los parlamentarios deben hacer siempre que la votación en cuestión afecte a sus convicciones personales, y los partidos y grupos tienen el deber de respetar. Hasta ahora estaban incluidas en ese ámbito las derivadas de las creencias religiosas y las vinculadas a la ética y la moral, y habrá que comprobar las propias de la conciencia de José Luis Ábalos. Sin perjuicio de lo anterior, lo cierto es que el exministro y ex vicesecretario general socialista, está en el secreto de no pocas cuestiones que caso de destaparlas podrían ocasionar graves perturbaciones para el sanchismo. La locuacidad habitual y desenfrenada del actual ministro de Transportes, ha elegido un mal enemigo para sus intereses y los de su jefe. Significativo de todas formas del nivel ético del sanchismo: por si alguien todavía tenía dudas al respecto «en conciencia».