Negar la mayor
Cuando alguien utiliza la frase “niego la mayor”, lo que está confirmando es que “no se cree la afirmación de la que parte un razonamiento, con lo que desacredita sus conclusiones; es decir, que le parece que el razonamiento está viciado desde el principio”. En un discurso que desarrolla una serie de proposiciones encadenadas, negar la mayor supone estar en desacuerdo con la proposición de la que luego se extraen conclusiones y que solo serían ciertas en el hipotético caso de que la primera lo fuera.
Las diferentes formas de implantación de dictaduras de izquierda forman un catálogo de actos violentos ocurridos en diferentes países desde que las teorías marxistas fueran hábilmente utilizadas para movilizar masas hambrientas de nuevas ideas revolucionarias pero sobre todo de pan y algo que meterle dentro. Pero nunca un poder revolucionario de izquierdas había terminado siendo un calidoscopio. El socialismo, el comunismo y el anarquismo se han buscado entre sí cuando ha sido necesario para alcanzar sus objetivos de conquista del poder. Pero eso sí, cada mochuelo en su olivo, juntos pero jamas revueltos. Los movimientos nacionalistas y separatistas han sido tradicionalmente enemigos de las posiciones socialcomunistas, siempre defensoras de sistemas territoriales unitarios.
Terminado el ciclo histórico de los revolucionarios por derecho sobrevino el político especializado en el disfraz y el engaño.
La democracia tal y como hoy la conocemos es un producto político netamente liberal. Las constituciones están impregnadas de ideología liberal, hechas por y en garantía de ciudadanos libres. El socialismo es el zumo resultante de exprimir las ideologías marxistas leninistas, el comunismo en su variedad euro, con posos de revolución. El líquido resultante es lo contrario al liberalismo, a la democracia pura, pues sólo la acatan para poder conseguir el acceso al poder, sin ánimo ni respeto alguno por la alternancia y con la acérrima decisión de permanencia en él.
Este desprecio por quien no piensa como ellos es total y absoluto, al igual que a la propiedad privada siempre y cuando no se trate de la suya, claro está. Quien disiente de sus teorías, formas y maneras, es un fascista, un facha y así lo asume la membresía sectaria socialista.
Un buen amigo me comentaba días pasados que había llegado a la conclusión de que existe un odio de la izquierda hacia la derecha que sobrepasa los límites de lo imaginable y que “ese odio no es inculcado, adquirido, pues han conseguido que sea genético”. No estaríamos ante un hecho de transmisión de ideas de padres a hijos. Más bien entramos en el terreno de la epigenética, es decir, la modificación de la carga cromosómica por hábitos de comportamiento, en la que aparece la transformación de un gen antiliberal imposible de superar, lo cual impide aceptar y dirigir las preferencias del individuo afectado hacia posiciones de creencias políticas liberales opuestas y distantes al marxismo persistente. No deja de ser una teoría pero explica el misterio del invidente voto socialista.
Los dirigentes socialistas llevan años negando la mayor y no es necesario acudir a todo lo escrito por Pio Moa para conocer, si acaso sea someramente, la historia criminal del Frente Popular, encabezado por dirigentes socialistas, un ente muy parecido a lo que hoy desgobierna a España. El totalitarismo mezclado con el separatismo está tratando de imponer el miedo a todo aquel que no piensa como ellos. Niegan la mayor falseando la historia en un claro intento de destrucción de los valores democráticos. Respetar a lo que no merece respeto es el mejor camino para avalar ese objetivo. Seguiremos no obstante respetando los “votontos” al PSOE, tratando de entender quien por seguidismo sectario o por asunción epigenética, siguen al dictado la solicitud de apoyo que les llega desde quienes en absoluto están dispuestos a ceder el mando en el caso de perder las elecciones.
Adelante con la sinrazón, la templanza opositora y el silencio de los corderos. Es el camino más seguro y certero para destruir un estado.