Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo: “Aquí no hablamos de indultos, de cupos, de amnistías ni de los bulos de los que quieren gobernarnos por bulerías”
Fue la misa de Covadonga de este Día de Asturias quizá la que se esperaba con más inquietud ante la anunciada ausencia, por primera vez, del presidente del Principado, Adrián Barbón, de los representantes de los partidos del Gobierno regional y de la delegada del Gobierno en Asturias, Adriana Lastra. Lo cierto es que la imagen de los primeros bancos de la nave central de la basílica durante la celebración eucarística fue la de un escenario político polarizado. Solo había representantes de los partidos de centro y derecha, con alguna excepción de nivel municipal.
Y no defraudó el arzobispo, Jesús Sanz. En un elaborado discurso, claramente elaborado a conciencia, el cabeza de la Iglesia asturiana lo inició haciendo ver que habla para quienes le quieran escuchar desde una posición ética, en particular para quienes desde sus «convicciones cristianas, con la madurez probada y fortalecida en estos tiempos revueltos de persecuciones varias» buscan «un futuro sin tachas con la solidez de su testimonio frente a tantas frívolas parafernalias».
Y mientras los representantes de la izquierda, con Barbón a la cabeza, se encontraban en el extremo de Asturias más alejado de Covadonga, en Los Oscos, Sanz Montes reivindicó que fue precisamente en Covadonga, «el corazón de Asturias, que nadie puede reducir a un centro de interpretación del parque temático de sus andanadas», donde «nació un pueblo celoso de sus valores morales y sus creencias cristianas».
La censura y las amnistías
Sentado el principio sobre el que sustenta su derecho a opinar y hasta guiar en política a quienes profesan su fe, Sanz Montes cargó contra quienes «están empeñados en enseñarme a predicar», por lo que «intentaré mejorar, ya que parece que no son suficientes mis dos licenciaturas y un doctorado para superar esta reválida de los que jalean en ruedas de prensa o en cartas abiertas con vaselina protocolaria».
Atribuyó así a Lastra y a Barbón, a los que no nombró directamente, pero sí por sus claras alusiones, que «sincronizadamente pretendan censurarme desde el conocido fango ultraderechista de marras». En contraste, postuló el arzobispo que su púlpito «no es una tribuna para debates políticos, ni el palenque de la arenga mitinera, ni la barra de un chigre donde se habla un poco de todo», sino que «este púlpito no tiene siglas políticas aunque algunos se empeñen en ponerlas, sino un juicio moral que nace de la palabra de Dios y de la tradición cristiana», dado que «aquí no hablamos de indultos, de cupos, de amnistías, ni siquiera de impuestos turísticos, ni de los bulos de quienes quieren gobernarnos por bulerías».
Desde el ejemplo de la Virgen, «a la que su prima Isabel llamó ‘bienaventurada’, instó a los fieles presentes y «a los que nos escuchan a través de los medios de comunicación» a «no renunciar a vivir como discípulos de Jesús en comunión con su Iglesia sin esconder nuestra convicción creyente tras las bambalinas de trastiendas acomplejadas».
Bienaventuranzas y moralidad
Y desde esos postulados, el arzobispo remedó y actualizó el Sermón de la Montaña con unas nuevas Bienaventuranzas: «Bienaventurados», dijo, son «los que amáis la vida en todos sus tramos y circunstancias, la del no nacido, la del anciano o enfermo terminal y la que está entre ambos extremos, a veces penando por la precariedad económica y laboral, por la falta de libertad o la inseguridad que genera toda violencia, sea cual sea la frontera».
También bienaventurados «los que amáis la verdad que nos hace libres como nos dice Jesús, y os distanciáis de la mentira y de los mentirosos».
Asimismo, bienaventurados los que «amáis la familia fundada entre hombre y mujer, abiertos a la bendición de los hijos, en un ‘para siempre’ lleno de respeto y ternura enamorada, aunque pasen los años y aparezcan las canas, aceptando que hay otras formas de convivencia que necesitarán el reconocimiento legal de sus derechos, pero nunca la equiparación con la familia».
Igualmente, bienaventurados «los que amáis el legado recibido de nuestros mayores como una tradición de sabiduría y con inteligencia os prevenís contra toda reducción manipuladora con agendas tramposas que nos pervierten, colonizan y nos enfrentan con insidias debilitadoras».
Bienaventurados, en fin, «los que amáis esta casa común que es la madre Tierra, cuidándola y respetándola, como dice el Papa, sin ceder a ideologías climáticas de los que hacen su agosto a su costa todos los meses» y «los que amáis la igualdad entre hombre y mujer en su complementariedad diferenciada, sin el machismo prepotente que mata y sin el feminismo empoderado y excluyente que impone su dictadura de género».
Es decir: «Bienaventurados los que os reconocéis en estos valores y tantos otros más que podríamos seguir refiriendo como aquello en lo que creemos, que no nos dejamos arrebatar y seguiremos defendiendo, con esta mesura en la forma y esa libertad en el fondo, lejos de quienes pretenden llenar con desaforada exaltación el vacío de sus sumisas palabras. Bienaventurados, porque de vosotros aquí no sobra nadie ni tampoco nos falta ninguno de los que declinan entrar en la casa de María, ausentándose por razones tan dudosas como extrañas».
Serrat y los «locos con carnet»
Porque frente a las «polémicas artificiales y sincronizadas que se necesitan para disimular las cadencias, maquillar las vergüenzas y ocultar con distracción en las verdaderas intenciones», el arzobispo quiso aprovechar el mensaje de una de las canciones de Joan Manuel Serrat, «que recibirá en breve el premio princesa de Asturias de las artes» y que reza así: «que no hay quien confíe en su hermano, que la tierra cayó en manos de unos locos con carnet. Que el mundo es de peaje y experimental, que todo es desechable y provisional. Que no nos salen las cuentas, que la reformas nunca se acaban, que llegamos siempre tarde, donde nunca pasa nada».
Normalidad y acuerdos
Entre los presentes en la misa, junto con una amplísima representación de diputados y senadores del Partido Popular y de parlamentarios de Vox (se había anunciado la presencia De Santiago Abascal, pero finalmente tuvo que viajar a Argentina) y Foro, estaba también el expresidente asturiano Francisco Alvarez-Cascos –junto al actual presidente, los expresidentes vivos fueron invitados por el Arzobispado, pero sólo acudió Cascos–, quien afeó a Barbón el incumplimiento, según él, de un compromiso parlamentario con su ausencia: «Barbón ha infringido sus obligaciones institucionales como presidente del Principado y ha dinamitado con su comportamiento partidista lamentable los consensos de 1984 sobre la celebración del Día de Asturias coincidiendo con el Día de Covadonga».
Por su parte, el presidente del PP asturiano, Álvaro Queipo, se refirió a las ausencias de Barbón, en Covadonga por el Día de Asturias y en el Comité Federal del PSOE celebrado el sábado: «Lleva un fin de semana bastante ajetreado buscando excusas para no estar donde tiene que estar», dijo, y aseveró que Barbón comete «un error» al no querer estar presente en la tradicional Misa en Covadonga, en el Día de Asturias. «Covadonga y la Santina representan a todos los asturianos», dijo Queipo, que añadió que «lo que no debemos hacer aquellos que tenemos una representación pública es dejar de venir a la casa de todos los asturianos». Insistió de paso Queipo en que Barbón, presidente y secretario general de la FSA, hizo mal en no asistir el sábado al Comité Federal del PSOE, pues en esa cita estaba decidiéndose la postura de los socialistas en «cosas muy graves dentro del PSOE que afectan a España y a Asturias».
Y sobre la homilía de Sanz Montes, el presidente de los populares apuntó que «lo bueno que tiene es que nunca pide que se esté de acuerdo con él. Todo el mundo tiene derecho a escucharle y a opinar».
La Iglesia Católica Apostólica y Romana lo que debe hacer es plantarle cara a todo este movimiento masónico-izquierdista-woke. El contubernio de siempre. No como hacer Bergoglio, que parece otro brazo más del “eje del mal”…