Efectos colaterales de la crisis automotriz en Europa
La economía europea se ha basado en el último decenio en la llamada «dieta alpino-mediterránea», cuyos ingredientes principales eran el boom urbanístico, el turismo, la exportación y el consumo interno. Dicha fórmula creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva pero vacíos de contenido culinario y con fecha de caducidad impresa.
Sin embargo, la economía europea estaría lastrada por la excesiva dependencia energética del petróleo y gas natural (rondando el 60%), por la incertidumbre del sector turístico (10% del PIB), pivotar en exceso sobre el sector automotriz (7% del PIB nacional y el 10% de las exportaciones), insuficientes inversiones en I+D+i, una preocupante atomización de las empresas agro-alimentarias así como de una necesaria diversificación y búsqueda de mercados alternativos.
Crisis de la industria automotriz
Tras una etapa dulce impulsada por favorables vientos de cola, la crisis de la industria automotriz provocará un choque de las placas tectónicas del sector industrial europeo que podrían hacer tambalear a los buques insignias de marcas como Renault, Mercedes y Wolkswagen y que podría tener como efecto colateral la entrada en recesión de la economía europea en el horizonte del 2028.
En este contexto, la central de Volkswagen estaría estudiando cerrar la factoría de Cristal de Dresde, donde fabricaba el eléctrico ID.3 debido a la baja demanda de coches eléctricos en el sur de Europa, a la retirada de las ayudas públicas del Gobierno alemán para comprar vehículos eléctricos, a la bajada de precios de Tesla y la entrada de las marchas chinas como BYD que imposibilita que los coches eléctricos germanos sean competitivos. Ello ha provocado una psicosis colectiva traducida en recortes en la producción, retrasos en el desarrollo de proyectos y una lucha salvaje entre las marcas para reducir costes.
Por su parte, la Asociación de la Industria Automovilística Alemana (VDA por sus siglas en alemán) prevé en Alemania un desplome de las ventas del 14% en 2024 dada la incertidumbre reinante en el mercado lo que podría tener como efecto colateral la suspensión por las grandes marcas europeas de sus planes de producción de coches eléctricos. Así, tanto Renault como Mercedes y Wolkswagen se estarían planteando la revisión de su estrategia que pasaba por fabricar únicamente vehículos eléctricos en el año 2030 y estiman que la producción de modelos de combustión se mantendrá durante los primeros años de la próxima década.
Asimismo, la dirección de Volkswagen ha anunciado que cancelará para 2029 el programa de seguridad en el empleo, tótem sagrado de la marca alemana y vigente desde hace 30 años debido a que la baja utilización de la capacidad en las plantas productivas se había compensado hasta ahora con ahorros en los proveedores, partida que ya sería insuficiente. Así, en el 2023 se había puesto en marcha en la empresa alemana un programa de austeridad que debía reducir los costos en diez mil millones de euros hasta 2026, reducción que según el rotativo alemán Handelsblatt, deberá ampliarse como mínimo en 4.000 millones de euros, por lo que según el comité de la empresa, se estaría barajando cerrar al menos una planta de vehículos y una fábrica de componentes.
Ello podría ser el detonante del declive de la industria automotriz en Europa que emplea a cerca de 13 millones de personas y representa el 7 % del PIB europeo, con lo que podríamos asistir a a un vertiginoso incremento de las tasas de paro, a la drástica reducción de los ingresos estatales y consecuente incremento de los Déficits (la industria del automóvil es responsable del 10% del total de las exportaciones europeas).
Asimismo, es previsible la entrada en recesión de las economías europeas en el horizonte del 2028 , el incremento de la deslocalización de empresas y un preocupante riesgo de desertización industrial de Europa,con lo que se antoja urgente diseñar las lineas maestras de la futura reconversión industrial que se avecina en Europa en el horizonte del próximo quinquenio.