Se llama censura
Su nombre propio es censura, sus apellidos, adoctrinamiento y represión y se la podría apodar, en España somos buenos en eso, como Ley Begoña o Ley Pichona. Cualquiera de ellos la define y señala con mas verdad que con el que la han bautizado que solo busca ocultar la hedionda podredumbre que lleva dentro.
Llamar a tal engendro Regeneración Democracia es un insulto a la verdad y a la inteligencia, una oda a la mentira, al sectarismo y el Agitrop (Agitación, prensa y propaganda) y una violación flagrante de los derechos democráticos de información, expresión y opinión, resaltados intencionadamente en la Constitución.
Sánchez ha mandado meter a esa «mierda pinchada en un palo», que se decía cuando aquí se hablaba en español, envuelta en celofán, en una cajita blanca adornada con un lacito rosa. Pero es lo que es y huele a lo que huele. A censura, a tiranía, a intento de amedrantar, a mordaza y amenaza contra todo aquel que se atreva a ser critico contra su gobierno y todavía con mayor encono y furia a quien ose señalarle sus zurraspas, las de su señora, las de su hermano o las de su cuñada.
¡Hasta ahí podíamos llegar! Aquí puede, y podrá si lo consigue consumar, cagarse uno en lo que le de la gana, instituciones, símbolos, sentimientos religiosos y todo cuanto por ellos se considere, susceptible de ser impunemente defecado. Pero ¡ojo!, ni se te ocurre rozar siquiera cualquiera de sus mandamientos doctrinarios o sus delirios ideológicos. Caerán sobre ti y el Sumo Sacerdocio Progresista te condenara a las tinieblas exteriores y te privara de derecho alguno como persona pues serás despojado de tal condición.
La razón, dicho también con sencillez, solo es una y simple: Por desafecto al régimen. Porque esto de Sánchez, tanto ha enredado con sus huesos que ha pillado su ADN, no es otra cosa que aquello y que es común y seña de toda dictadura, la de Franco también: El control obsesivo de los medios de comunicación, el adoctrinamiento y la imposición de un doctrinario y la persecución de toda critica contra él.
Algunos lo sufrimos. En el año 1968, siendo poco más que un crío, me censuraron el primer artículo de mi vida. Un ingenuo artículo en la revista del Instituto por elogiar a mi paisano y maestro Buero Vallejo, ya autor reconocido y loado, pero al que un preboste falangista con mando allí, ordenó ignorar. Fue el primero de bastantes, aunque pronto aprendí a escribir en clave y deslizar entre líneas lo que se quería contar y ellos acallar. Bajo su amenaza, a veces ejecutada y hasta con voladura, vivimos el periodismo hasta que llegaron democracia y Constitución y se consagró la libertad de expresión. Sin censura, sin censores, sin ministerios vigilantes, sin sanciones ni cierres que el gobierno pudiera imponer a su antojo. Pero, por supuesto, sometidos a las leyes y al respeto a los derechos de los demás. Si estos son conculcados, para ello ha estado y está la justicia y los jueces. A ellos es a los que hay que recurrir y ellos juzgar y dictaminar. Y no una parva de ministros, asesores, covachuelistas monclovitas y funcionarios adictos al régimen o comisarios del partido. O sea un tribunal parte, juez y beneficiario.
Que eso es por lo que se les quiere sustituir. Porque resulta que ante los jueces quienes están hoy no son los informadores que han destapado los manejos de Begoña ni la fortuna caída de los cielos del hermanísimo. No. Ni siquiera se han atrevido a ponerles una querella por lo que han ido destapando. Resulta que quienes están investigados, si fueran de otros se diría imputados, son ellos. Y eso es lo que quieren silenciar.
Ahora amenazando y atemorizando a la prensa y a los periodistas y poniendo en marcha la gigantesca cloaca montada con medios públicos y perpetrando una inmensa riada de cieno contra sus personas. Y lo ordena, encima, quien clama contra el fango. Estuvo bien Cayetana: Pedro Sánchez, ‘Fangoman’. Ahora a por los periodistas. Mañana, en realidad ya, les tocará a los jueces.
¿ Y quien me iba a decir a mí, que más de medio siglo después de aquel pequeño artículo prohibido, hoy ya tengamos sobre la cabeza de nuevo el intento de volvernos a implantar la cesura? Pues ahí está. Supongo que ya puestos crearan un nuevo ministerio, que más da uno más, pero este con enjundia: El de Información, como entonces. Porque esto es lo que con Franco, sí pasaba.
Con Franco había mucha más libertad que ahora.
Silencio, don Antonio. Que ya están aquí. Y ya llevan cuatro años de experiencia en la implantación del ROASCh -Régimen de Obediencia Absoluta sin chistar-. Al que proteste, lo lamino.