La ministra de desigualdad, Ana Redondo.

Magdalena del Amo.- En esta sociedad nuestra, tan desubicada y distópica, regida por el Mal, donde los corruptores de la moral promulgan leyes y dictan normas envilecedoras que los ciudadanos, sordos y ciegos, aceptan sin rechistar; donde se ensalza la mentira y se aplaude lo soez y lo desvergonzado y se arremete contra quienes defienden los valores que nos ennoblecen, entre ellos el derecho a la vida, pronto no habrá tribunas alternativas al pensamiento único que promueve la falacia, la perversión del lenguaje y todo lo que pueda coadyuvar al alcance de un grado superior en la escala evolutiva, siempre en ascenso, de lo denso a lo sutil, al pensamiento profundo, a la bondad, a la empatía, a la finura de espíritu, a la sensibilidad para comprender y admirar el universo del que formamos parte. más allá del gregarismo impuesto y la dictadura de las ideas y prácticas involutivas que nos degradan.

Las leyes ad hoc, contemporáneas de las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y el metaverso dejan al descubierto nuestros insensibles corazones y nuestras almas rudimentarias, tan calcificadas y dormidas, alejadas de lo sagrado. Poco nos diferenciamos de aquellos hombres primitivos que eliminaban a los bebés que “sobraban” en la tribu por no tener suficiente comida para alimentarlos, o de los espartanos que arrojaban desde el monte Taigeto a los infantes que por su complexión columbraban no aptos para la guerra. Hoy, las sociedades del bienestar hacen lo mismo con los bebés en gestación amparándose en la “licencia para matar” que otorgan las fraudulentas leyes legalizadoras, basadas en argumentos falaces prefabricados, como declaró uno de sus precursores, el doctor Benard Nathanson, arrepentido cuando, una vez descubierto el ultrasonido, visto la reacción de una bebita de doce semanas y descubierto el “grito silencioso”, pasó el resto de sus días pidiendo perdón y explicando en los parlamentos del mundo la gran atrocidad que supone matar a un bebé en el útero materno.

Mi amiga Pilar Gutiérrez estaba pletórica hoy mientras me comentaba sobre el rescate del día: una chica que había acudido a abortar y desistió al ser asesorada por Ana Ruiz, una de las voluntarias provida que ayudan a las mujeres en esta situación. Un bebé salvado entre los cientos o incluso miles de asesinados diariamente en los abortorios del mundo. ¡Todo un milagro!

Sin embargo, las noticias atentatorias contra de la vida humana son más numerosas. Leemos hoy que un profesor de la Universidad del País Vasco fue víctima de un escrache por haberse pronunciado contra el aborto y las feministas radicales en las redes sociales. Y más aún: como a estos lobbies de la Cultura de la Muerte se les ha conferido un poder cuasi absoluto, la dirección de igualdad de la UPV le ha abierto al docente el procedimiento que contempla el protocolo contra la violencia de género del centro y lo ha suspendido “cautelarmente” en su actividad. ¿Violencia de género por defender la vida? ¿Arrancar a un bebé a cuchilladas del vientre de su madre no es violencia? El sinsentido es total, como casi todo lo referente a este tema gestado en los think tanks de la distopía.

Defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural es un acto revolucionario y antisistema en vías de ser catalogado como delito. ¡Así estamos! Pero, a pesar de las persecuciones y mordazas, los promotores de la Cultura de la Muerte se encuentran con escollos inesperados que les hacen actuar como auténticos posesos. Tal es la iniciativa de la Cumbre transatlántica, en defensa de la vida de todo ser humano, organizada por la organización Political Network for Values, que tendrá lugar los días 1 y 2 de diciembre. El evento contará con la presencia de políticos de Europa, África y América y se celebrará en una de las salas del Senado de España.

Esto está causando ampollas entre los antivida gobernantes, y han decidido prohibir el acto a través de la Presidencia y la Mesa del Senado. Arguyen que las actividades de la citada organización provida son incompatibles con los valores de respeto a los derechos LGTBI y los derechos de las mujeres. La inefable ministra de desigualdad dice que no consentirá que el Senado se convierta en “un parque temático de la ultraderecha”. Nada nuevo que no sepamos de quienes protagonizan en la actualidad los mayores casos de corrupción de la historia de la democracia, que cargan a sus espaldas con delitos de terrorismo, que han dado golpes de estado, arremetido contra jueces, malversado fondos, robado a discreción y han instaurado la anunciada dictadura que pronto superará a la de Maduro. Esperamos, a pesar de todo, que la cumbre a favor de la vida pueda celebrarse.

“Para que el mal prolifere en el mundo basta con que los buenos no hagan nada” reza la célebre frase de Edmund Burke que retrata a una buena parte de la sociedad que permanece silente. Por eso es necesario que los valientes alcen la voz contra la injustica en general, y contra el genocidio silencioso del aborto en particular. Aunque esté prohibido decirlo y nos persigan por ello, hay que gritarlo: abortar es un acto deplorable y macabro.

*Psicóloga, periodista y escritora