Bartolomé Colón, primer adelantado de las Indias
José María Ortuño Sánchez-Pedreño*.- Bartolomé Colón nació probablemente en Génova hacia 1437. Por el tiempo que su hermano Cristóbal salió de Portugal, marchó Bartolomé, de quien se ignoran los primeros años de su vida, a Inglaterra, por encargo de Cristóbal, para que manifestase a Enrique VII los proyectos de su empresa. No se conocen los pormenores de est solicitud cerca de la Corte de Inglaterra, pero parece que Bartolomé fue robado y hecho prisionero por un corsario en aquel viaje, quedando reducido a tal extremo de miseria, que tuvo que trabajar mucho trazando cartas o mapas marítimos par atender a su subsistencia y así se pasaron muchos años antes que presentase instancia alguna al monarca inglés.
Las Casas dice que no fue inmediatamente a Inglaterra. Lo deduce de una Memoria que encontró escrita con letra del hermano de Cristóbal. De ella se desprende que Bartolomé Colón acompañó a Bartolomé Díaz en 1486 en su viaje por la costa de África al servicio del rey de Portugal, cuando el descubrimiento del Cabo de Buena Esperanza. La Memoria citada por Las Casas es curiosa, aunque no concluyente.
Bartolomé Colón acordó con Enrique VII para llevar a cabo la empresa y partió para España en busca de su hermano. Al llegar a París supo que su hermano Cristóbal había ya descubierto las Indias y que Cristóbal, de regreso en España, se hallaba en la Corte de los Reyes Católicos, honrado y agasajado por éstos, acatado por la nobleza y vitoreado por el pueblo. Bartolomé pasó a ser un personaje de importancia. Quiso verle Carlos VIII, rey de Francia, el cual sabía que Bartolomé estaba escaso de recursos y ordenó quee le entregaran cien escudos para costear los gastos de su viaje a la Península Ibérica.
Llegó Bartolomé a Sevilla cuando su hermano acababa de emprender el segundo viaje. Pasó a la Corte, que estaba en Valladolid, acompañado de sus sobrinos Diego y Fernando, que iban a ser pajes del príncipe don Juan. Recibido Bartolomé con especial agrado por los reyes, éstos, en cuanto supieron que era un marino muy hábil, le confiaron el mando de tres naves cargadas de provisiones, con las que debía marchar al Nuevo Mundo descubierto por su hermano Cristóbal para auxiliar a éste en sus vastas empresas. Pero llegó también tarde a La Isabela, pues su hermano acababa de salir para la costa de Cuba.
Regresó Cristóbal a La Isabela en septiembre de 1494, enfermo y en un estado depresivo y de insensibilidad absoluta. Mas recibió en dicha población la grata sorpresa de encontrar a su hermano Bartolomé, el compañero de su juventud, el amigo de toda su confianza, de quien tantos años vivió ausente y ello le sirvió de imponderable alivio, abrumado como se encontraba de atenciones y rodeado no más que de extraños.
Era Bartolomé, según narra Las Casas que lo conoció personalmente, pronto, activo, de corazón impávido y resuelto. A sus determinaciones sucedía siempre una inmediata ejecución, que no retrocedía frente a dificultades y peligros. Alto, vigoroso, atlético, su físico reflejaba su alma y, con su sola presencia, sabía imponer su autoridad. Pecaba acaso de demasiado brusco y severo, formando estas cualidades singular contraste con la dulzura estudiada de su hermano. Su genio áspero, su despego y sequedad le atrajeron muchos enemigos. Pero, a pesar de todos estos defectos, más aparentes que reales, era generoso y benévolo en el fondo y no menos sensible que valiente.
Según Washington Irving, era genial navegando, tan buen teórico como práctico, habiéndose formado hasta cierto punto bajo la enseñanza de su hermano el Almirante, teniendo igual conocimientos científicos y le excedía en el manejo de la pluma, según Las Casas, que tenía en su poder cartas y manuscritos de los dos. Sabía Bartolomé latín, si bien parece que, como su hermano, debía más bien sus conocimientos a su natural penetración, asiduo estudio y propia experiencia, que a una educación esmerada. Tan vigoroso o más de ánimo que su hermano el descubridor de América, pero menos entusiasta y de imaginación más fría, le aventajaba en sutileza y habilidad para el manejo de los negocios, comprendía mejor los intereses creados y poseía en el más alto grado aquella táctica de hombre de mundo, que tanto interesa en los asuntos ordinarios de la vida.
Para librarse del peso de los negocios públicos, que le abrumaban en su enfermedad, otorgó Cristóbal a su hermano Bartolomé el oficio de Adelantado de las Indias el 15 de octubre de 1494. Pero este nombramiento de Adelantado era competencia exclusiva del monarca. Sabido posteriormente por los Reyes Católicos, éstos se enojaron, pero, por hacer merced a ambos hermanos, por sus méritos, confirmaron el nombramiento de Bartolomé Colón como primer Adelantado de las Indias, del Nuevo Mundo descubierto, por Real Provisión de 22 de julio de 1497. Los Reyes Católicos eran conscientes de lo importante que era para Cristóbal el auxilio de su hermano en el estado crítico de la colonia, teatro de funestas discordias y comprendían que aquel auxilio sería ineficaz sin el sello de una autoridad superior.
El 27 de marzo de 1495 salió Cristóbal de La Isabela con un pequeño ejército para castigar a los indígenas de la Vega y llevó con él a su hermano, a quien se debió el triunfo de los españoles en el sitio donde se edificó después la ciudad de Santiago, triunfo con el que la Vega quedó muy pronto sujeta. Al año siguiente contribuyó Bartolomé Colón al descubrimiento de las minas de Haina.
El Virrey, Gobernador y Almirante de las nuevas tierras descubiertas, Cristóbal Colón, se dio a la vela de vuelta a Europa el 10 de marzo de 1496 y Bartolomé se trasladó con fuerzas considerables a las cercanías de las minas. Escogió una posición ventajosa en el lugar en que más abundaba el oro, levantó una fortaleza -a lo que estaba obligado por su condición de Adelantado de las Indias, a la que dio por nombre San Cristóbal, si bien los trabajadores, hallando granos de oro entre la tierra y las piedras que empleaban en su construcción, la llamaron Torre del Oro. Allí permaneció el Adelantado Bartolomé tres meses dirigiendo las obras de fortificación, haciendo los preparativos necesarios para explotar las minas y purificar los minerales y atendiendo, lo que no era fácil, a la subsistencia de los españoles.
Dejando luego diez hombres de guardia en la fortaleza, marchó con el resto de su gente, que ascendía a unos 400 hombres, al fuerte de la Concepción, en el abundante país de la Vega, donde pasó el mes de junio. Recibió refuerzo de hombres y provisiones desde España en julio. Volvió entonces a la fortaleza de San Cristóbal, pasó al Ozema, cerca de las nuevas minas. En la parte oriental de un puerto formado por la naturaleza en la boca de un río edificó el fuerte que al principio se llamó Isabela y, poco después Santo Domingo y que fue el embrión de la ciudad del mismo nombre.
Bartolomé Colón, como Adelantado de las nuevas tierras de las Indias, debía conquistar y pacificar los nuevos territorios para la Corona. Era el conquistador por antonomasia. Como tal debía levantar fortalezas para la defensa de los territorios conquistados y fundar ciudades. Desde Bartolomé Colón, en 1494-1497, a Pedro Fernández de Rojas, Adelantado de las Islas Palaos, en el Océano Pacífico, por Real Cédula de Felipe V, en 1715, hay una larga lista de Adelantados de las provincias que se nombraban según se iban descubriendo. El cargo de Adelantado, como conquistador y pacificador, lo tuvieron la mayor parte de los que realizaban las conquistas, una larga lista de casi cincuenta, entre los cuales estaban Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Hernando de Soto, Juan Ponce de León, Alvar Núñez, Cabeza de Vaca, Pedro de Alvarado…
Concluido el fuerte de Santo Domingo, dejó en él una guarnición de veinte hombres y salió con el resto de sus fuerzas a visitar los dominios de Behechio, cacique que reinaba en Paragua, provincia que comprendía casi toda la costa occidental de la isla de La Española (actual Haití y República Dominicana). Bien recibido por el cacique y por su hermana Anacoana, concluyó amistosas estipulaciones y regresó al fuerte de la Isabela. Destinó al interior a los hombres quee estaban demasiado enfermos para trabajar o pelear y estableció una cadena de puestos militares entre el fuerte de la Isabela y el puerto de Santo Domingo, componiéndose cada uno de cinco casas fuertes, rodeado de chozas.
El Adelantado marchó a Santo Domingo, con un cuerpo de la gente más útil y mejor constituída. Con su actividad acostumbrada acudió en socorro del fuerte de la Concepción, seriamente amenazado por los indígenas. Por medio de una estratagema, prendió a catorce caciques, a uno de los cuales, llamado Guarionex, perdonó generosamente, lo que sirvió de mucho para que la paz quedase restablecida en la Vega.
Por segunda vez visitó el Adelantado a Behechio y Anacaona, que le acogieron con agrado (1497). De regreso a La Isabela tuvo que acudir al socorro de Concepción, de la que pretendió apoderarse el rebelde español, Francisco Roldán, quien, suavemente castigado entonces, cometió nuevos abusos y fomentó el espíritu de insurrección de tal manera, que Bartolomé acaso hubiera muerto asesinado sin la oportuna llegada de Pedro Hernández Coronel (3 de febrero de 1498), que se detuvo en Santo Domingo con dos naves, municiones, víveres de todas las especies y un buen refuerzo de tropas, entregando además a Bartolomé la confirmación real de su título y autoridad de Adelantado, hecho que disipó todas las cavilaciones acerca de la legitimidad de su mando. Cuenta el cronista que frente a los rebeldes acaudillados por Francisco Roldán plantó cara el Adelantado Bartolomé, que salió al encuentro de los rebeldes vistiendo una preciosa armadura, con unos cuantos leales nada más. Pero la confianza que inspiraba Bartolomé a los suyos era tal que éstos se lanzaron sobre los enemigos siguiendo a su Adelantado, teniendo Roldán y los rebeldes que huir en rápida retirada.
Abandonó Bartolomé inmediatamente la fortaleza de Concepción y marchó a Santo Domingo. Proclamó un Acta Real que sancionaba sus títulos y funciones. Prometió una amnistía para todos los delitos pasados. No mucho después partió para la Vega, a fin de sofocar otra resurrección de indígenas. No lo consiguió de manera pacífica, prendió fuego a varias ciudades indígenas y aplicó otras medidas severas en una penosa campaña que duró tres meses. Volvió a Santo Domingo cuando quedó pacificada aquella parte de la isla. El 30 de agosto de 1498 desembarcaba Cristóbal Colón en Santo Domingo, poniendo así término a la administración de su hermano Bartolomé.
En el año 1500, Bartolomé Colón se hallaba con fuerza armada a sus órdenes, persiguiendo a los rebeldes de la provincia de Jaragua, cuando recibió cartas de su hermano Cristóbal, rogando que pasase pacíficamente a Santo Domingo, que se sometiera a la voluntad de los Reyes Católicos y que sufriera todas las injurias, en la confianza de que, al llegar a Castilla obtendrían completa justicia.
Bartolomé obedeció sin demora. Dejó desde luego su mando y se presentó en Santo Domingo, donde, como su hermano, fue cargado de hierros y puesto a bordo de una carabela, sin permitirle comunicarse con Cristóbal ni darle noticia alguna de la causa de su prisión. Sabido es que no bien supieron los Reyes Católicos la llegada de los presos a Cádiz, dieron orden para que fuesen puestos en libertad y tratados con toda distinción.
El 9 de mayo de 1502 salía Cristóbal Colón del puerto gaditano para realizar su último viaje de descubrimientos. La acompañaba su hermano Bartolomé que, como el Almirante y Virrey de las Indias Cristóbal Colón, no fueron admitidos en el puerto de Santo Domingo y quedó expuesto a los peligros de una peligrosa y violenta tempestad y no hubiera evitado el naufragio a no ser un táctico consumado. Tras varias vicisitudes llegaron todos a Puerto Hermoso, al occidente de Santo Domingo. Acompañando a su hermano el Virrey de las Indias, corrió el Adelantado todos los azares del último viaje del Almirante, a quien prestó no pocos servicios.
El Adelantado exploró varios de los países que entonces descubrieron, entre ellos el de Veragua y, con suma habilidad, prendiendo a uno de sus caciques, evitó que los naturales realizaran los planes que habían urdido contra los españoles. Bartolomé Colón se vio en grave aprieto, pues los cercaron los indígenas. Pero el Adelantado y sus compañeros pudieron volver a las naves. Los españoles, a últimos de 1503, dejaron la costa de Veragua y, después de grandes penalidades quedaron en la isla de Jamaica. Bartolomé Colón tuvo que defender a su hermano Cristóbal cuando estalló el motín de Porras, a quien prendió lo mismo que a varios de sus compañeros.
Ya de regreso en España (1504, el año en que falleció Isabel La Católica), en tanto que Cristóbal Colón se detenía en Sevilla, pasó Bartolomé a la Corte para atender los derechos de su hermano, a quien acompañó más tarde en su viaje a Segovia, residencia de Fernando El Católico. El 9 de junio de 1509 se embarcó Bartolomé en Sanlúcar de Barrameda, con su sobrino Diego, hijo de su hermano Cristóbal, con rumbo al Continente descubierto por éste. No permaneció mucho tiempo en aquellas tierras, pues no mucho más tarde se encontraba en la Península Ibérica, donde por egoísmo le detenía el rey don Fernando, que confiaba los viajes de descubrimientos a oficiales inferiores. Pero conservó Bartolomé Colón su oficio de Adelantado de las Indias Occidentales, añadiendo a su gobierno la pequeña Isla de la Mona durante su vida y un repartimiento de doscientos indios, con la superintendencia de las minas que pudiesen descubrirse en Cuba, empleo que fue después muy lucrativo.
En 1512, por encargo del monarca, volvió Bartolomé Colón a las provincias americanas junto a su sobrino Diego, protegido por su tío. Cristóbal Colón había muerto en 1506. Bartolomé llevó a Diego Colón, detalladas instrucciones del soberano. Éste escribió en 1514 a la isla Española, autorizando a Bartolomé Colón, si era éste su deseo, para colonizar la costa de Veragua, en el sureste de Centroamérica. Era demasiado tarde. Las enfermedades impidieron a Bartolomé encargarse de aquella empresa. El Adelantado quedó acompañando a la virreina doña María cuando Diego Colón, hijo del Almirante, se embarcó con rumbo a España, mas, poco después acabó su laboriosa vida.
No existen pormenores acerca de su muerte, ni se sabe exactamente qué edad tendía, aunque debió de ser avanzada. Se dice que el rey Católico sintió mucho aquella muerte, pues tenía alta opinión del carácter y talento del Adelantado Bartolomé. El cronista Herrera dice de él: “Era un hombre de no menos valor que su hermano el almirante y que si hubiera sido empleado, habría dado grandes pruebas de ello, porque era excelente marido, valiente y de noble ánimo”. Charlevoix supone que los celos del monarca causaron la inacción en que había permanecido Bartolomé algunos años. Veía el rey Católico que la familia de Colón era demasiado poderosa y no puede dudarse que si el Adelantado hubiese descubierto Méjico, habría fijado condiciones tan honrosas como las de su hermano Cristóbal.
Era Bartolomé Colón, dice Washington Irving “excelente marinero, legislador y soldado. Su ánimo y modales se elevaban espontáneamente al nivel de su posición, sin petulancia ni altanería, y ejercía un poder inesperado y extraordinario, con la moderación y sobriedad que debiera esperarse de un hombre nacido para el mando. Se le acusa de harto severo en el mando, pero no se cita un solo ejemplo de abuso de autoridad. Si era severo, era también justo. No nacieron de su rigor los desastres de su administración, sino de las pasiones perversas de los que le obligaron a usarlo. El Almirante Cristóbal, que tenía más suavidad de modales y más ternura de corazón, tampoco pudo captarse la voluntad y la obediencia de los colonos. El carácter de don Bartolomé no está suficientemente apreciado en la Historia. Menos expansivo y amable que sus hermanos (Cristóbal y Diego), no les era inferior en osadía y heroísmo”.
*Doctor en Derecho e Historiador