Indignidad nacional bajo la lluvia
AD.- Si hubiese alguna palabra para definir el desfile de la Fiesta Nacional de este año sería la de “decepcionante”. Es, sin embargo, el reflejo de lo que es España, de lo que es realmente la monarquía y su gobierno, de lo que es el ejército, de lo que es la institucionalidad democrática, de lo que es toda esta basura en su conjunto.
El pueblo, del que se nutren nuestra Fuerzas Armadas (esquilmadas por la incompetencia y el despilfarro), alejadísimo del lugar, a fin de evitar que los abucheos a Su Sanchidad se oyesen en la transmisión en directo. Y unas tropas ajadas, descontentas por el maltrato de sus mandos y por la precariedad de unos sueldos mileuristas, que restan cualquier patriótica motivación.
Ha bastado una lluvia, sí, fuerte para que se descomponga toda la parada militar. Pasemos por alto la supresión de la exhibición aérea de la patrulla águila o del descenso del paracaidista con la enseña nacional por motivos de seguridad. Pero que una lluvia fuerte haya descompuesto vergonzosamente al jefe del Estado porque le estaba cayendo agua en los pies, y a su consorte, y a la niña es de lo más lamentable.
Mientras, el jefe de protocolo, el jefe de la Casa Real, por su lado, en un corrillo meditando con preocupación, como si la circunstancia fuese un gravísimo estado de emergencia nacional. El rey, ajeno al desfile porque le incomodaban las gotas de agua en sus pies y el mismo jefe de protocolo indicándole a un alabardero de la Guardia Civil que subiese los escalones para resguardarse de la lluvia.
Entre tanto, el desfile transcurriendo lastimosamente sin pena ni gloria. Las unidades desacompasadas, como si llevasen meses sin ensayar el orden cerrado. Eso sí, exhibicionismo woke por parte de Televisión Española en todas las tomas. Bastaba que en alguna unidad de las que desfilaron hubiese un chinito, un soldado con rasgos rifeños o un hispanoamericano para que se los enfocase en primer plano. ¿Qué tiene eso que ver con el ejército español o con la Fiesta Nacional? Nada, pero sí con la propaganda woke.
El ridículo ha sido tan grande que ni siquiera puede ya decepcionarnos realmente, si no supiésemos ya lo que cabe esperar de nuestra desgraciada nación y de los mismos borbones.
Ha habido un momento particularmente esperpéntico. Mientras las autoridades autonómicas mantenían la compostura en un lugar en el que estaban más expuestos al agua que en la tribuna real, había que ver a la consorte, a la asturiana, a la roja, a la atea, a la republicana abortista, guareciéndose rápidamente de la lluvia, aunque para ello tuviese que saltarse el protocolo, no fuese que le mojase el agua a la chiquilla y se hiciesen evidentes los últimos liftings a los que se ha sometido.
Si los reyes, con todos los privilegios de que disfrutan, no pueden soportar estoicamente un ratito de lluvia, como hacen tantos españoles en las más diversas ocupaciones; si una simple lluvia lo descompone todo, interrumpe hasta el protocolo, porque sus majestades tenían mojadas las suelas de sus zapatos, ¿qué tipo de sacrifico por España podemos esperar de sus regias personas? ¿Y lo del rey y la niña? Ajenos completamente al desfile porque se había mojado la alfombra y sus reales pies no se pueden exponer al agua.
Ha bastado un buen chubasco para que las unidades militares cambiasen la cadencia de su paso. Ni Regulares ni La Legión han desfilado a su ritmo aunque, a pesar de todo, casi fueron los únicos que lo hicieron bastante bien. Sin embargo, la mayoría de las formaciones militares desfilaron desacompasadas y con las filas contrahechas. Tampoco los oficiales, blandiendo sus espadas ante la tribuna real, han sido capaces de guardar mínimamente la línea.
¿Este es el ejército que nos puede salvar en un conflicto bélico? ¿Esta es la gente a la que debe temer Vladimir Putin? Viendo la penosa parada del Día de la Hispanidad no podemos dejar de reconocer la prestancia y dominio con el que desfiló el ejército ruso el Dia de la Victoria en Moscú, en plena nevada. Y el presidente Putin, rechazando el paraguas que le ofrecían y las tropas desfilando perfectamente como si luciese el sol en un día seco.
Ahí está la diferencia con este desgraciado país llamado España, que ni siquiera en el desfile más importante del año, en el de la Fiesta Nacional, es capaz de dar el ejemplo que la dignidad y la solemnidad de la fecha requería, desde el jefe del Estado hasta las propias unidades militares. Es la confirmación, una vez más, de que este país, guste o no guste a los cándidos oídos de tantos paniaguados del sistema, es una verdadera calamidad.
Y cuando más conocemos a la institucionalidad política de este país, del cual no van a dejar nada en pie, es mucho más admirable el potencial ruso y más hemos de decantarnos por la Madre Rusia en un hipotético conflicto frente a este engendro al que continuamos unidos, y que algunos se empeñan en seguir llamando España.