Ábalos desestabiliza al Gobierno
Semana negra para el presidente del Gobierno y para su equipo, y lo peor de la carga de la investigación a Begoña Gómez, por presunto tráfico de influencias, y del «caso Ábalos», es que son dos asuntos que «queman» en la mano de Pedro Sánchez y que, además, salvo milagro, le van a acompañar el tiempo que quede de esta Legislatura. Esta presión añadida sobre un Gobierno ya muy debilitado, entre otras razones por su incapacidad para legislar, da ventaja a quienes se sienten marcados dentro de esa lista que maneja el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, con los candidatos a desfilar por el «paredón» de la renovación.
En el PSOE no se olvidan de que ellos llegaron al Gobierno gracias a una moción de censura sostenida en el lema del compromiso de Sánchez con la regeneración democrática e institucional. La corrupción que asoló al PP en los años anteriores, con distintos frentes abiertos a nivel nacional y autonómico, facilitó al hoy jefe del Ejecutivo culminar el asalto al poder del Gobierno, haciéndose deudor de ese compromiso. Y lo que fue su ventaja se ha convertido en un lastre más para su desempeño en Moncloa.
Al presidente se le acumulan las vías de agua, aunque mantenga la compostura y Moncloa haya reaccionado con diligencia para construir un nuevo argumentario sobre el caso Ábalos y las subtramas de corrupción que encierra, según el último informe de la UCO (Unidad Central Operativa) de la Guardia Civil. Estos frentes abiertos coinciden, además, con una situación en la que cada vez tiene menos recursos para distraer la atención hacia otros asuntos y blindarse de lo que le daña reputacionalmente.
En el equipo del presidente temen el coste de «la falta de credibilidad» de la palabra de Sánchez. Ellos lo ponen en positivo, en el sentido de que es el desgaste «normal» de quien lleva ya seis años al frente del Gobierno y gestionando, sin hacer en ningún momento, apostillan, dejación de sus responsabilidades. Pero a la hora de escribir el manual de defensa, frente a las informaciones que confirman que ha faltado a la verdad sobre el viaje ilegal a España de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, la capacidad de poner sordina es cada vez más pequeña. Ante el informe de la UCO, que alega que el ex ministro de Transporte sabía de la visita de Delcy Rodríguez cuatro días antes de que se produjese, y el «bien» de Sánchez a la consulta de Ábalos para dejarla aterrizar en suelo español, la tesis oficial dice que la representante del régimen de Maduro fue invitada por quienes no estaban al tanto de la sanción y que ella misma pensaba que no era un problema porque «hay un mecanismo que lo permite». Añaden que Ábalos engañó al presidente, pero esto deja sin sentido las explicaciones que hasta ahora ha dado el jefe del Ejecutivo sobre lo ocurrido en Barajas y su conocimiento al respecto.
Los socios son otro elemento importante en el terremoto de la corrupción puesto que, en un mínimo de coherencia con los discursos que aplicaron contra la derecha, deberían estar ya exigiendo responsabilidades políticas porque haya anidado tal epidemia de corruptos en el corazón del Gobierno que permitieron formar, y al que siguen dando cobertura.
El discurso que aplicaron contra el Ejecutivo de Rajoy o contra administraciones autonómicas como la madrileña, cuando la presidía Esperanza Aguirre, es perfectamente válido contra el actual equipo que está al frente de Moncloa. A Ábalos se le cesó, pero le recuperaron en las listas a las últimas elecciones generales para garantizarle el aforamiento, antes de que el peso del escándalo obligara a forzar su salida al grupo mixto. Y, en segundo lugar, está aquello del «merecemos un Gobierno que no nos mienta»: si quisieran, los socios también tendrían razón para hacerlo valer. Este mínimo compromiso con la coherencia y la dignidad ética choca con las necesidades de cada uno de ellos. Junts, la amnistía; PNV, mantener la estabilidad en Ajuria Enea… Pero hacerse cómplices de la carga de la corrupción implica un desgaste que, por ejemplo, Sumar o ERC, en modo supervivencia, deberán valorar.
Ábalos y sus derivadas se van a dejar notar, asimismo, en las tensiones internas que vive el PSOE en un tiempo precongresual. El partido está desconcertado por el alcance del informe de la UCO que se ha conocido esta semana y por cómo avanza la investigación a la esposa del presidente. No tienen más información que la que es pública, ya que ni Moncloa ni Ferraz se han puesto en contacto con los dirigentes territoriales para dar la cara. Pero, a pesar de que es un problema para el partido en su conjunto, las ganas que le tienen a Sánchez llevan a que algunos se estén frotando las manos con la expectativa de que el escándalo vaya a más y «asfixie» al presidente del Gobierno. En un ambiente, por cierto, en el que tienen miedo hasta de que se sepa que hablan, o de que se les vea juntos, por si en Ferraz dan pábulo a las teorías conspiradoras y aplican represalias.
La Razón