El “delito de odio” como instrumento represivo del poder político
AD.- “Es urgente, apremiante que los sacerdotes en sus sermones, con valentía, e incluso heroísmo, aborden el tema de la ideología de género, envilecedora de la inocencia de los niños. Es ello un escándalo que clama al Cielo, y al que el mundo occidental en decadencia franca ¡ve por regla, con normalidad, con indiferencia suicida en su animal contentamiento!” Son palabras de Mauro González Luna, en su entrevista con Javier Navascués, sobre las graves consecuencias de quitar las humanidades de la enseñanza. Y añade: “Hago votos porque ese malestar un tanto acobardado, se transforme en lucha, en resistencia, en coraje, en heroísmo cristero, en sermones valientes y brillantes”.
Bueno, diríamos que tenemos en esa línea, bien reciente, al mismo papa en Bélgica, ante las autoridades, el carácter criminal del aborto. Frontalmente contra su piadoso e hipócrita blanqueo. El papa tuvo que afrontar por ello las duras críticas que le llovieron, y que si no han degenerado en persecución es por ser vos quien sois.
Entretanto, sigue coleando la denuncia contra el P. Custodio y el P. Jesús Calvo por haberse excedido en sus sermones y contra el periodista Armando Robles por darles voz en su medio. No se trata ni de un periodista histriónico ni de unos curas raros, conflictivos, sino de unos curas normales, más bien de los de antes, con sermones normales de los de antes. Y bueno, han ido a por ellos para escarmentar a los imprudentes -curas y periodistas- que se atrevan a predicar como ellos. Porque eso, hoy, es inadmisible.
Pero no nos engañemos, lo que les importa a los atacantes, no es el padre Custodio ni D. Jesús Calvo, ni siquiera Armando Robles. Lo que realmente les importa es pararle los pies a cualquiera que se atreva a transgredir el pacto tácito de que la Iglesia procura o callar o mantener en sordina los temas en que se ha posicionado el mundo. Naturalmente, contra la fe de los católicos. Hay que pararle los pies, aunque sea el papa, como acaba de ocurrir en Bélgica, para evitar que otros sigan el ejemplo y se solivianten. Claro, claro, para ellos es evidente que el papa “odia” a los médicos que practican abortos. Por eso los llama “sicarios”.
La acusación ésa del “Delito de Odio” para acallar cualquier disidencia, empezó como un juego absurdo que no llevaba a ninguna parte. Pero resulta que como la fiscalía no tenía, en el caso del P. Custodio, D. Jesús Calvo y Armando Robles, suficiente materia para zurrarles y finalmente condenarles, con el aplazamiento la vista señalada para el pasado 23 de septiembre por un tema procesal, de paso, se dio cabida a un elemento nuevo, desaparecido desde que se presentó la denuncia hace ya más de siete años: la personación de una asociación islamista (“Musulmanes contra la Islamofobia”) como acusación particular. Claro que no es temible esa asociación: son cuatro gatos generosamente subvencionados. Lo temible es la jugada destinada a darle cuerpo al conflicto. Una jugada diseñada por la fiscalía, que se ha tomado muy a pecho eso de los delitos de odio: es decir la persecución judicial de todo el que se atreva a hablar de cualquier materia que le resulte incómoda al poder.
Y como el poder está inmerso en la ya añosa operación de taparle la boca a la Iglesia, le va de perlas que los islamistas se querellen contra dos curas porque han dicho básicamente que no es excesiva la afinidad entre el cristianismo y el Islam. ¡Qué cosas raras de decir!
Es que estos dos sacerdotes son unos curas que predican. Como los otros curas. Pero no les duele predicar doctrina: incluida la proscrita por el poder civil y por las leyes. Es que creen que es obligación del sacerdote proclamar la verdad y defenderla cuando es atacada. Sí, unos curas raros (cada vez menos frecuentes) que no se encogen a la hora de expresar opiniones y doctrinas (evidentemente católicas) que se apartan sin pudor de lo políticamente correcto: es decir, de lo que no te van a censurar ni los enemigos, ni los amigos: partidarios estos últimos de la prudencia, mejor llamada autocensura.
Es que estamos en unos tiempos muy complicados para los curas. Los de antes, contaban con una verdad inamovible, la misma que habían aprendido en el catecismo, y que era compartida por todos los fieles. Era realmente muy cómodo predicar incluso durante los días más tormentosos de la persecución de la Iglesia y de los curas a cara descubierta: porque la verdad era inamovible, era roqueña. Y resplandeciente. Así era la Iglesia, dispuesta incluso al martirio por defender La Verdad. Y hubo martirio, claro que lo hubo: ríos de sangre.
Pero hoy la Iglesia ya no es la misma: ni siquiera la verdad es segura, porque está sujeta a constante revisión. Se ha vuelto preceptiva la ocultación de las verdades que chocan con el catecismo del mundo, el que se enseña activamente en las escuelas y se predica en los medios. Y se proscriben desde el mismísimo Dicasterio para la Defensa de la Fe (el antiguo Santo Oficio), verdades contenidas en las Sagradas Escrituras. Así no hay manera de predicar: lo que queda es dejarse llevar por la corriente del mundo, que ha irrumpido con fuerza en la Iglesia. Y no es que se diferencie excesivamente el resultado, del que vemos, escandalizados, en la Iglesia Católica de China: que ostenta además el título oficial de “Patriótica” (que puede traducirse sin más como “Comunista”). Sí, lo del rancio nacionalcatolicismo en España, que a tantos curas y obispos sedujo, y lo del prometedor catolicismo nacionalista en Cataluña, totalmente normalizado, que tiene alistada a la totalidad del episcopado y a la mayoría de los sacerdotes, frailes y monjas.
En efecto, en esa Iglesia Patriótica china, el Partido ha ejercido su derecho de censurar los textos religiosos (incluidos los bíblicos, claro está), complementado con el derecho de imponerles a los sacerdotes la obligación de subordinar la doctrina católica a la doctrina del Partido en el poder. Y obviamente ha impuesto una férrea censura de cuya eficacia responden todos los sistemas de vigilancia, grabaciones incluidas.
Y para que no quepa ninguna duda de quién manda en esas iglesias, han impuesto la sustitución del crucifijo y de las imágenes sagradas, por la efigie del gran Líder, Xi Jimping. Y han obligado a exhibir en los templos, consignas del Partido: como si de textos bíblicos se tratara.
Y si no se someten a toda esta normativa, son tratados como sectas, perseguidos por la ley. Es decir que han dejado de cumplirse los acuerdos entre China y la Santa Sede incluso sobre la elección de obispos. Es el PCCh el que los elige, decide su ordenación y les asigna obispados. Todo a través de la Conferencia Episcopal, controlada por el Partido. Es el sueño húmedo de todas las Iglesias abrazadas al nacionalismo.
Pues la verdad es que no está mucho mejor la Iglesia Católica en el eufemísticamente llamado “mundo libre”, porque aquí los curas no necesitan que los censure nadie. Están autocensurados, para alegría de los malos y hasta de los buenos. Y si alguno se escapa de esa autocensura van a por él, para que a los demás no se les ocurra imitarle.
Y claro, ¡cuáles van a ser las verdades de unos curas normales y corrientes, de D. Custodio Ballester y D. Jesús Calvo, por ejemplo, sino las del catecismo que aprendimos en la niñez! Pero ya no se lleva que un cura predique con toda libertad las verdades del catecismo. Eso ya no es normal. Lo normal es que los curas ejerzan la autocensura respecto a las verdades a las que el mundo les ha dado la vuelta como un calcetín. Lo normal y corriente es que los curas procuren ser también en sus sermones, políticamente correctos. Sobre todo, donde la Iglesia ha adoptado una clara adscripción política. Y si a alguno se le ocurre salirse de ese guión, pues ya se sabe, ¡a por él! Que la iglesia ya no puede ser como antes. Ni los curas pueden seguir predicando lo que predicaban antes, ni mucho menos los periodistas pueden ser ya veraces. El “Delito de Odio” pende sobre todos ellos cual nueva espada de Damocles.
Lo anecdótico es que es bastante probable que dentro de unos años la sociedad española vea a estos dos valerosos sacerdotes como vanguardistas de su tiempo. Ahora que las derechas identitarias empiezan a surgir en los países punteros de Europa, surge de manera espontánea aquella sabia frase del Padre Calvo “la verdad es eternamente nueva”. No soy docto en asuntos canónicos, pero a mi todo este desagravio me hace pensar que la incomodidad que crean los Padres Ballester y Calvo pone en evidencia que existe un “establishment” muy acomodado con el gobierno y sus subvenciones en la iglesia española.
El padre Ballester dice las cosas que algunos no quieren oir y por eso duelen
El delito de odio que ha aparecido en nuestra legislación, se dice que para juzgar, y purgar, a los que muestren odio en sus manifestaciones, imagino que ha de ser perfectamente probado, lo que presenta una dificultad más que evidente porque entramos en el ámbito de lo intencional, no ajeno a los sentimientos, por lo tanto, un asunto que excede nuestro alcance. Es absolutamente inaceptable que si consideramos que delinquir consiste en cometer delitos, es decir, acciones tan malas que haya que castigarlas, el manifestar la opinión ante una situación, lo que es perfectamente legal, y por supuesto lícito, en una… Leer más »