La estupidez social acabará con nuestra civilización
José Ramón Talero.- Vivimos a diario momentos convulsos debido, la mayor parte, a infinidad de intereses políticos, económicos, estratégicos etc. Las nuevas tecnologías han hecho que todo se acelere de una manera vertiginosa, que las noticias se acumulen de inmediato y desaparezcan también de forma rápida en nuestras mentes, porque se concadenan apresuradamente.
Realmente estamos subyugados a estrategias confeccionadas por poderes fácticos, que nos confunden a muchos y a la mayoría les mienten; de esa manera exacerban los ánimos de unos pocos y el resto, tan conformes.
Las guerras, las violencias y las justificaciones de las mismas hacen que nuestra sociedad se arrastre al abismo. Las democracias y sus leyes, siempre respetadas, han perdido valor y la justicia se desequilibra.
Decía un novelista y dramaturgo francés del siglo XIX: «Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas».
Ante la conformidad y comodidad de muchos ciudadanos que no participan en la vida política, cosa necesaria para saber si nos conducen bien nuestros representantes, he de comunicar que deberíamos formar a nuestros ciudadanos para que no se caiga en la estupidez colectiva.
Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), intelectual alemán del siglo XX, y Carlo Cipolla (1922-2000), historiador económico italiano, hablaron y escribieron sobre la estupidez social.
Bonhoeffer decía que la estupidez «no tiene una causa psicológica sino sociológica, es decir, es contagiosa: la estupidez de uno necesita la estupidez del otro».
Continúa comentando: «Muchas veces es peligroso tratar de persuadir a un estúpido con razones, porque se sentirá agredido, se irritará con facilidad e incluso intentará atacar. Hay momentos en la vida de las sociedades en los que, en contra de la estupidez, no hay ninguna defensa. De ahí nacen las dictaduras, así como también el declive de los países».
Con posterioridad a Bonhoeffer, el italiano Carlo Cipolla, continuando igual método que el alemán, sintetizó en cinco leyes su teoría de la estupidez.
Siempre se subestima el número de estúpidos en circulación.
La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de su educación, riqueza, su inteligencia, etc., ó sea, se distribuye por igual en todos los segmentos de la población.
El estúpido ocasiona daño a otras personas y a sí mismo, sin lograr ningún beneficio.
Son imprescindibles. Los no estúpidos siempre subestiman el poder dañino de los estúpidos.
Los estúpidos son más peligrosos que los bandidos y los malvados. No hay nada más peligroso que un estúpido con poder.
Resumiendo, a estos dos genios, solo cuando cae o entra en crisis el gobierno o el régimen social que produce la estupidez colectiva, la gente se puede liberar de ella y del dolor que les empieza a generar la contradicción entre sus pensamientos y sus actos.