Hasta el cielo clama contra la apostasía de España
AD.- Ya en los albores de la humanidad un gran diluvio azotó la tierra donde vivía Noé con sus hijos. Previamente, la providencia de Dios advirtió al justo de la desgracia que sobrevendría a aquel pueblo pervertido y agusanado por las bajas pasiones. Siguiendo las instrucciones del buen Dios, Noé construyó aquella arca en pleno secano, provocando la mofa de sus coetáneos. Sin embargo, guiado por su fe en Dios, obedeció los mandatos divinos y, cuando llegaron las lluvias, Noé con su familia y una pareja de cada especie animal salvaron su vida en el arca flotante mientras los demás perecían ahogados.
Hace casi tres mil años, el profeta Elías denunció la prevaricación del pueblo de Israel, que se prostituía con dioses extranjeros. A partir de entonces el cielo se cerró y no volvió a llover hasta siete años después, cuando el profeta comprobó el arrepentimiento del pueblo y pidió a Dios nuevamente su bendición.
Por tanto, la lluvia, bendición para los justos, puede convertirse en maldición para los réprobos y pecadores, y aunque este tipo de retribuciones no son matemáticas -tantas veces los injustos prosperan y la gente buena sufre lo indecible-, sí que da pensar la gran catástrofe sufrida por las aguas torrenciales, sobre todo en Valencia.
Ciertamente, la inutilidad de las autoridades políticas es una de las causas. Los planes hidrológicos agusanados por intereses ecolojetas, con las mandangas del “cambio climático” y la demolición de las presas para que los ríos fluyan y destruyan todo a su paso, han hecho el resto.
Pero lo que de verdad nos ha de hacer reflexionar es el profundo nivel de abyección al que ha llegado el pueblo español inducido por sus dirigentes. El aborto campa por doquier sin límite de edad ni de condición; la homosexualidad, jaleada constantemente con fondos públicos, ha ido mellando las identidades femenina y masculina, destruyendo así el matrimonio y la familia, hasta dar paso al cambio de sexo a discreción y financiado por la Seguridad Social; la eutanasia invocada ahora como un nuevo e insoslayable derecho humano que acabará con la vida de los ancianos y enfermos crónicos, primero por propia voluntad y luego a criterio de la autoridad pública, son algunos de los hitos que han convertido a España en una tierra maldita. Maldita por la depravación de sus habitantes, por la abyección de sus gobernantes y por la traición de los pastores de la Iglesia de Cristo de la que no merecen llamarse pastores. El lobo ha atacado a las ovejas y esos indignos clérigos han huido del peligro, negándose a dar la vida por el pueblo de Dios, dispersando por ello al rebaño de Cristo.
La desgracia acaecida hace ya noventa horas con los damnificados abandonados por aquellos a los que pagan religiosamente sus impuestos, con el ejército vergonzosamente acuartelado e impedido de actuar, a cuenta de unos mandos vendidos a sus ascensos y condecoraciones, son el ejemplo más evidente de la derrota de un Estado ahora fallido. El cielo ha clamado. ¿Están nuestros delicados oídos dispuestos a escuchar ese rugido cósmico?
En estas tristes circunstancias, el pueblo español, ahíto de cerveza y de choped barato, ha demostrado no tener más aspiración que el sueldo mínimo y un polvete de vez en cuando. Por tanto, ese cielo que debería ser protector, se ha convertido en la terrible amenaza que nos recuerda aquella palabra sagrada: “Maldito el hombre que confía en el hombre según la carne. Bendito el hombre que sólo confía en el Señor”.
Así pues, los pueblos que se apartan de la Ley divina y de la fe no pueden esperar ya ninguna bendición. Sólo la prueba de una ira divina que no busca la destrucción ciertamente, sino nuestra conversión sincera al Bien y a esa Verdad, que nos hace realmente libres. Nunca esclavos de esa chusma política que nos esquilma y empobrece.
Un pequeño apunte: los que hoy son víctimas, los “damnificados”, jalean, alaban, defienden, votan, pelotean, hacen genuflexiones y apoyan a quienes los han abandonado. Como también hicieron los de La Palma y tantos otros, hicieron, hacen y harán.
El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. – Mateo 12:30
Felicidades al autor del articulo por fin alguien con sabiduria.
Los vellos de punta. Lo mejor que he leído en años.