Degradación moral, ruindad política
Julián Cabrera.- Por si alguien no ha reparado en ello, España no es una suma de diecisiete territorios cada cual de su padre y de su madre. España es un estado al que se ha echado en falta –y esto sí que resulta realmente preocupante– en los primeros días de la tragedia que vive Valencia y aquí emplazo a las voces no contaminadas de argumentarios, directas y descarnadas de los ciudadanos que ayer viernes le ofrecían a Alsina en Onda Cero sus testimonios de rabia e impotencia. Todavía contamos víctimas mortales en el mayor desastre natural de nuestra historia reciente. Todavía contemplamos como bomberos, UME, policías o servicios de rescate trabajan de sol a sol sin descanso para atender a los damnificados, buscar cuerpos sin vida y tratar de restablecer comunicaciones. Todavía vemos a alcaldes, concejales y funcionarios honrados dejándose la piel para combatir los trágicos efectos de la Dana en Castilla la mancha, Andalucía y sobre todo Valencia y todavía seguimos teniendo que soportar a un elenco de dirigentes políticos que, más allá de las declaraciones grandilocuentes, a la hora de los hechos contantes y sonantes, más allá de demostrar eso que se llama altura de miras solo evidencian una patética inclinación por hacer primar sus intereses de partido y su instinto de supervivencia política.
Dejando aparte –que también tiene lo suyo– algunas burdas urgencias del gobierno por agilizar cuestiones como la futura dirección de RTVE o los impuestos a banca y energéticas, ruboriza contemplar desde hace ya tres días y con la tragedia de la Dana abierta en carne viva, como vuelan los piolets de la trifulca política entre gobierno y oposición velando armas ante el próximo capítulo por abrir que es el de las responsabilidades –si es que las hay en el plano político– por haber llegado tarde en la aplicación de los protocolos preventivos. El gobierno central social comunista tiene sus responsabilidades y los gobiernos del Partido Popular en la mayoría de las autonomías tienen las suyas, pero en el caso de Valencia cuando llegue el momento de depurar responsabilidades, de dar explicaciones, de desnudar negligencias, de pedir dimisiones o de demandar cambios de protocolos, procédase, pero hoy aparquen sus ínfulas y energías del «y tu más», tengan sentido de la moral política, releven por unas horas de tóxicos argumentarios y tuits a sus voceros de cámara y que el ESTADO con mayúsculas se haga notar.