El gafe que persigue al gafe
Javier de Antonio.- No quiero ser gafe, pero me da que el gafe persigue al gafe. Para el diccionario de la RAE gafe es un adjetivo que define a una persona que trae mala suerte. Un cenizo, un aguafiestas, un malasombra. No digo yo que Pedro Sánchez sea todo eso, válgame el Cielo, pero la concatenación de acontecimientos hostiles y de una gravedad desconocida hasta ahora empieza a oler a chamusquina desde que el líder del PSOE asumió el cargo de presidente del Gobierno. Identificar a un gafe es harto complicado y nunca se sabe a ciencia cierta si el gafe es uno mismo o es otro que llevamos al lado y que nos causa la mala suerte a nosotros y a quienes nos rodean. Una situación que se amplifica si tu cargo es el del presidente de España, o de al menos de una parte, de los españoles supuestamente progresistas que él asegura representar.
Primero nos golpeó la terrible pandemia del covid-19; a continuación llegó la histórica tormenta de nieve, frío y viento de Filomena, que ni los más viejos del lugar habían visto en su larga vida; el volcán de Cumbre Vieja de la isla de La Palma volvió a entrar en erupción tras cinco décadas de calma; España cerró 2022 como el peor año de incendios forestales, con cuatro de cada diez hectáreas quemadas en la UE en suelo español, hasta 310.000 hectáreas calcinadas; huracanes y mangas marinas apenas vistas por estos lares; temperaturas de calor extremo, con olas saharianas que se suceden una tras otra cuando antes apenas había una o dos al año…
Los más conspiranoicos apuntarían su mirilla telescópica a la diana de Sánchez como chivo expiatorio de todas las gafadas que se le acumulan en sus diferentes mandatos. Los que no creen en manos negras se limitan a echar la culpa al cambio climático o a los experimentos científicos fuera de control. La lógica nos dice que es el tiempo el que marca el paso de las desgracias, y cuanto más tiempo seas responsable de llevar las riendas más posibilidades tienes para acumular errores y desgracias.
También los amantes del conciliábulo, de las confabulaciones y de las conjuras se atreven a extender ese gafe al ámbito estrictamente político. A nadie se le escapa que todos los que han estado cerca o alrededor de Pedro Sánchez demasiado tiempo han terminado esquilados, escaldados, emplumados o, directamente, desechados y «asesinados» políticamente
Le pasó a Podemos, que ha acabado en el Grupo Mixto, con su líderes quemados, apartados o simplemente fuera de juego; le pasó a ERC, que está fuera del Govern catalán y con Junts haciéndole el sorpasso entre los acólitos independentistas; le está pasando a Sumar, que tras el «caso Errejón» su futuro está más que en el aire; también para su líder, Yolanda Díaz, con su imagen quemada y su prestigio entre las clases populares en duda. Pablo Iglesias, Monedero, Echenique, Ábalos, Lastra… todas víctimas políticas de Sánchez o de su gafe.
En la primera década del siglo XIX estaba en el culmen de su poder Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, despreciado por el pueblo por su arribismo y por sus intentos de reforma por imposición, y odiado al responsabilizarle de las desgracias que asolaron nuestro país bajo su mando. Godoy vivió motines y protestas sin fin hasta su salida por la puerta de atrás. Algunos ya comparan maléficamente ambos mandatos.