El “voto amish” y el alto precio que pagaron los demócratas por su intervencionismo estatal
Marcelo Duclos.- En las horas previas a los comicios del pasado martes, el Partido Demócrata tuvo que padecer en las redes sociales la imagen de una ardilla doméstica sacrificada producto de los absurdos protocolos de la burocracia. Finalmente, la izquierda se enfrentó al voto sentimental al que siempre ha apelado para el combate electoral contra los conservadores, que suelen referirse a cuestiones más racionales, que no siempre logran tocar los corazones de los votantes.
Claro que detrás del sacrificio de la ardilla Peanut, más allá de lo chocante que resultó para millones de estadounidenses, lo que estaba detrás era la intromisión gubernamental, que llegó a límites insospechados. Durante el día de las elecciones, además de los memes con ardillas, proliferaron otras imágenes en las redes sociales: las de los amish yendo a votar masivamente, por primera vez en la historia. Y lo hacían en estados clave como Pensilvania, donde aportaron miles de votos para el triunfo definitivo de Donald Trump.
Pero, ¿qué hizo que una población que suele abstenerse de participar en procesos electorales decidiera ir a las urnas masivamente en esta oportunidad? Vale recordar que, en los Estados Unidos, el voto no es una obligación sino un derecho. Incluso hay que registrarse previamente si uno desea poder acudir a las urnas el día de las elecciones. Sin embargo, a pesar de la posición apolítica y apartidaria histórica de los amish, este 2024 fueron a votar en contra de la continuidad del gobierno demócrata.
Aunque no trascendió mucho fuera de los EE. UU., a principios de año, los organismos vinculados con el control de alimentos y bromatología comenzaron a hostigar al amish Amos Miller. Resulta que el ciudadano, que hasta ese momento se encontraba alejado de los debates políticos como su comunidad, compartía con sus vecinos leche natural cruda, sin los procesos que demanda el gobierno estadounidense. Es sabido que los amish tienen un estilo de vida alejado de la tecnología y consumen sus lácteos como se hacía antes de la irrupción de la electricidad y las maquinarias modernas.
Cuando las autoridades de Pensilvania (gobernada actualmente por el Partido Demócrata) llevó a Miller a la corte, el caso comenzó a tener relevancia nacional. Varios referentes republicanos aprovecharon el reclamo para cuestionar a sus rivales políticos, respaldando públicamente a Miller y a sus vecinos. Hasta Donald Trump Jr. se hizo eco de la cuestión, denunciando que a los demócratas les interesa más perseguir a un amish y a sus vecinos por ordeñar sus vacas, mientras que miran para otro lado ante los escándalos de corrupción de menores vinculados con las elites del país.
Dicen que si uno no se mete con la política, la política se mete con uno. Los amish habían decidido históricamente no participar de la discusión electoral del país y sufrieron en carne propia la pérdida de libertades individuales. Sin embargo, ahora les tocó comprometerse y brindaron una de las postales por las que se recordará la pasada elección: los carros y los caballos, como hace un par de siglos, yendo hacia los centros de votación, para sufragar en favor de Trump y de las libertades perdidas. Tuvieron éxito y contribuyeron a garantizar la aplastante victoria republicana.