Diluvia sobre Begoña Gómez
Ramón Pérez-Maura. – Lo de marcharse a tomar el sol y caipiriñas a Río de Janeiro puede ofrecer a los señores de Sánchez una sensación de tranquilidad, como si no ocurriese nada. Pero la realidad es bastante más complicada. Ayer no fue un buen día. Y creo que hace meses que el matrimonio no tiene uno. Tan es así que imagino que entre todo el inmenso equipo humano de Moncloa debe haber personas dedicadas exclusivamente a preparar de madrugada el contra relato frente a las noticias que publican los diferentes medios no integrados en el Equipo Nacional de Opinión Sincronizada. O alguno de los que protagonizaron las noticias de ayer, al menos no siempre.
La cosa tenía sustancia. En ABC se informaba de cómo una asesora de la Presidencia del Gobierno estaba al servicio de los negocios de Begoña Gómez. Hasta ahora, las consortes de los presidentes tenían una secretaría. Algo lógico para asistirles en la cantidad de invitaciones y peticiones que reciben en su condición de «mujer de». Nadie puede criticarlo. Pero ahora resulta que la mujer de Sánchez tiene no una secretaria –que probablemente también– sino una «asesora» con un sueldo que multiplica el que recibían en el pasado las secretarias de los presidentes. Y es lógico porque sus funciones son muy superiores a las de una secretaria. Se dedica a trabajar para Gómez intentando ayudar a incrementar el patrimonio de la mujer del presidente del Gobierno. Nada menos. Eso amerita una retribución muy superior. Y me sorprende que no se le pague una comisión en función de objetivos logrados. O tal vez sí. Vaya usted a saber. Pero claro, es más seguro ingresar un fijo del Estado que una comisión de este chiringuito en el que han convertido Moncloa. Y si la cosa se encarrilaba, cuando terminase el mandato de Sánchez –aunque parezca imposible, algún día sucederá– ya le recompensarán con el negocio que se ha montado desde Moncloa con el dinero de todos los españoles que pagaban a esta asesora, Cristina Álvarez, un sueldo que triplica lo que cobraban las secretarias de anteriores presidentes.
La cosa se agravó cuando me contaron que OKDiario informaba ayer de cómo esta señora Álvarez trabajó en el pasado a las órdenes de Begoña Gómez en una consultora de marketing. Y de ahí saltó a ser asesora de Sánchez como «directora de programas». Por lo que sabemos a estas alturas el principal programa que dirigía Álvarez, «mi compañera» en palabras de Gómez, es el negocio de la mujer del presidente. Ahí a un lego como yo le parece que hay una malversación evidente de fondos públicos. Porque esta mujer ha sido contratada por el ministerio que hoy rige Félix Bolaños para dirigir programas de la Presidencia del Gobierno y lo que dirige es la captación de ingresos por parte de la mujer de Sánchez, quien por más que Patxi López la llame «presidenta», no es nadie. Bueno, en realidad si de verdad tuviera un cargo público como «consorte de presidente», simplificando «presidenta» la cosa sería todavía peor. ¿Se imaginan lo que diríamos si se descubriese que Sánchez o cualquier presidente hubiera empleado las estructuras del Estado, o a los miembros de la Administración Pública para enriquecerse? Pue ahí mismo es donde estamos hoy en día.
No paramos de mejorar.