Nación y Constitución
En el debate entre el secesionismo catalán y el llamado constitucionalismo (“españolismo” es un término que se usa como descalificación) hay algo extraño, una disfunción que hace la comunicación –no sólo el acuerdo- sea casi imposible. Las dos partes hablan distintos idiomas.
Por un lado, se aportan razones históricas, políticas, culturales y hasta sentimentales (Cataluña es una nación porque así es históricamente y porque así es sentido por mucha gente). Por la otra parte, el argumento es sobre todo legal, formal: la secesión sería ilegítima porque rompe la legalidad, conculca la Constitución y no sigue el procedimiento que exige el formalismo democrático. Con estas dos perspectivas, no sólo no puede haber acuerdo; ni siquiera puede haber discusión. ¿Quién se equivoca?
Para mí es el bando españolista quien lo hace, basando lo más fundamental de su argumentario en la defensa de la actual Constitución y rechazando el hecho secesionista porque está fuera de los límites jurídico-formales que estable esta norma. Este argumento resulta pobre y falto de sustancia. La Nación española no se identifica ni se define por la Constitución. Es históricamente (no comienza en 1978) y ontológicamente (es la Nación quien fundamenta y da existencia a la Constitución, no al contrario) anterior. España existía antes de la Constitución y existiría sin ella. De hecho, hay grandes naciones que no las tienen; y otras, como las de la antigua URRSS o Cuba, que establecen unos derechos y garantías cuyo parecido con la realidad es remoto.
Echo de menos en el debate con el separatismo (otro término maldito) argumentos de menor formalismo y mayor sustancia; un discurso que se basen en la Historia, en la política, en la cultura y también en el sentimiento. Echo de menos que se hable del patriotismo como una virtud fundamental, que se apele al patrimonio común como un bien que hay que defender; que se hable con orgullo de los símbolos nacionales. Echo en falta –lo confieso- cierto puntito de retórica de esa que sabían hacer aquellos políticos que, con Fraga, desaparecieron como especie. Me gustaría que de la boca de los dos grandes partidos saliera más la palabra “España” y menos “Constitución”. Estamos previendo la posibilidad de desmembrar la Nación más antigua de Europa y parece que discutimos el reglamento de una comunidad de vecinos.
LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978: ALTA TRAICIÓN ANUNCIADA “Hablando se entiende la gente” es simple palabrería: hablando claro y veraz la gente lo entiende todo. La Vanguardia, 13 de mayo de 1978, p. 8: “Licinio de la Fuente en nombre de Alianza Popular afirmaba que el término “nacionalidades” viene a romper la igualdad de todos los españoles, ya que supondrá la existencia de dos clases de territorios. No es solamente un problema semántico. “Si el término se mantiene, es porque implica un contenido jurídico-político distinto al de regiones. El artículo implica un riesgo de desintegración nacional. La unidad de España… Leer más »
Es que esa es la trampa definitiva, Don Tomás. Centrando toda la defensa en la Constitución, el paso inmediata y consecuentemente posterior es decir que se debe reformar ésta para “encajar” a Cataluña en España. Y no dude Usted que esta reforma constitucional ya está en marcha. Sólo falta que nos lo anuncien oficialmente.
Efectivamente, el argumento legal es pobre; lo que creo que ocurre es que es el más inmediato y al que se ha podido atar el Gobierno. De nada sirve ir a los Tribunales Europeos clamando la historia, aunque la historia vocifere por España.
La nación española, España un concepto solemne, grandioso decantado por el transcurso de los siglos hasta su culminación en un magnífico país.
La constitución, demostrada como algo perecedero, sometida a ,los vaivenes del tiempo. de un pragmatismo descarnado en tantas ocasiones, como se pretende hacer ahora, cuando su función es ser el marco de toda nuestra legislación pero con un respeto sagrado a la unidad y a la soberanía que le corresponde a España ..
La Constitución ha de servir a la Nación, y no a la inversa…
Vamos hacia un supuesto ESTADO FEDERAL, o más bien HACIA LA DESMEMBRACIÓN DE ESPAÑA EN VARIOS PAÍSES DE CHICA Y NABO, fuertemente endeudados -ser un Estado cuesta mucho dinero, y sino que les pegunten a los Andorranos, por ejemplo-, y por lo tanto presas fáciles para el judaísmo internacional.
Ni federal. Lo que nos preparan es un Puerto Rico a la europea. País independiente en el orden interno, parte integrante de otro mayor en el orden externo y fuertemente subvencionado por ese país mayor. Y el Presidente (el Rey en nuestro caso) como cabeza del Estado en ambos territorios.
E igual que Puerto Rico, con una corrupción absoluta y el Gobierno en situación de quiebra permanente.
Ciertamente, la deriva de España, tiene todos los ingredientes -y no de ahora- de su desmembración en grupúsculos. A ese final se han precipitado todos los jefecillos u oligarcas, habidos y por haber, solo enmudecidos por los años del franquismo,. Sin embargo, han renovado sus esfuerzos, si cabe con más ahinco. Es hora, ya, de poner pie en pared, y cortar, como sea, la disolución de nuestra Patria en azucarillos de aguardiente. COMO SEA, por el bien de casi todos.