El alma del tirano Sánchez (Retrato de un desquiciado)
Es un fracasado que pierde una elección tras otra, que tiene miedo a salir a la calle porque los españoles le pitan y abuchean, que tiene que ponerse de rodillas ante indeseables para gobernar y cuya más cercana familia está imputada por corrupción, pero nada de eso le afecta porque se cree un predestinado para liderar el mundo.
Sánchez es un fanático iluminado que cree firmemente que los dioses no le habrían dado la fuerza y la determinación para hacer lo necesario, caiga quien caiga y sin remordimiento, si no es para conseguir grandes objetivos.
Cree que los suyos son los rasgos de un rey absoluto y que él los posee más intensamente que el débil Felipe VI, que el suyo es un carácter especial para los que tienen grandes responsabilidades sobre pueblos enteros. Sus enemigos definen esos rasgos como “crueldad” y le llaman “despiadado”, pero él prefiere llamarlos “realismo” y con ellos él puede encaramarse, sin problemas, hasta la cima del Estado. Se siente la persona apropiada para cambiar el mundo y cree que ningún imbécil, sea político, juez o comunicador, es capaz de quebrarlo.
Tiene la suerte de gobernar sobre un pueblo de cobardes que han perdido la dignidad. Los españoles, como pueblo, son una puta mierda porque soportan la tiranía, el expolio, la corrupción y el abuso de poder sin rebelarse.
También sabe que la única persona que le comprende y valora su fuerza es Begoña, de la que se siente enamorado, aunque más porque ella le admira y le empuja que porque despierte en él admiración o pasión alguna. Han sabido sustituir en su matrimonio el fuego por la ambición y el amor por la complicidad. Hoy son más “socios” que esposos, pero es lo que él desea y necesita para seguir escalando las cumbres del poder.
Es consciente de que todos los demás, absolutamente todos, son su súbditos, como mascotas que dependen de él y le perdonan todo. Son incapaces de criticarle y todos le temen porque conocen su capacidad de rencor y venganza y porque es él quien les da la fuerza, el poder y el dinero.
Su partido, que en el pasado fue socialista, es ahora un océano de cortesanos sometidos, sin otra ideología que el culto del poder y el reparto del botín, dirigido por pretorianos que se comportan como perros.
Le gusta soñar despierto con el poder creciente y la conquista. Le gusta alimentar el odio que siente hacia sus adversarios aunque él cree que más que odio es desprecio y asco, sobre todo hacia Feijóo, al que considera un tarado demasiado débil para gobernar. Sus mejores raciones de odio y desprecio son para Ayuso y Abascal, a los que ha jurado decapitar y arrojar a la basura política.
Miente, engaña, acosa y hiere para seguir mandando. Cree que el mundo es de los osados y de los que avanzan como un tanque, sin dudar y sin escrúpulos. Es un auténtico monstruo político que está destrozando España.
El poder ante todo y todo el que se oponga a ese poder debe ser derribado, incluso la Justicia. Ese absolutismo le autoriza a colonizar las instituciones y ocupar todos los espacios del Estado, incluso aquellos cuya independencia es sagrada en democracia.
No le importa ceder ante sus socios de gobierno, ni ser generoso con ellos porque al fin y al cabo los que pagan son los cobardes españoles.
Tampoco le importa que España tenga escaso prestigio en el mundo y que coseche nuevos enemigos porque sabe que los grandes poderes ocultos del planeta, los masones, el capital judío y el lobby anglosajón, le protegen.
Es una bestia peligrosa, intensamente depredadora y dotada para ejercer como uno de los peores políticos y seres humanos del planeta.
Es un grandísimo HDLGP