Ya sé lo que odia Sánchez de Nacho Cano
Ramón Pérez-Maura.- El pasado miércoles mi madre se fue a ver Malinche invitada por sus cinco hijos y cuatro nueras y yerno para celebrar su reciente cumpleaños con un poco de retraso. El montaje que se ha hecho en Ifema es verdaderamente espectacular, como ya sabrán muchos lectores de El Debate que habrán ido a ver este musical que está en su tercera temporada de éxito. Y afirmo lo del éxito porque en una noche de miércoles el recinto estaba casi repleto, lo que tiene mérito.
Nacho Cano ha tenido el valor de escribir y montar un musical que ensalza la grandeza de la obra de evangelización de América «por la Reina y por Jesucristo». Casi nada. A lo largo de tres horas se hace la narración del papel de Hernán Cortés, su relación con Malinche y el enfrentamiento a Moctezuma. Como es lógico en un musical, es un relato simplificado. No puede ser de otra forma. Algunos se quejaban de ciertas escenas con diálogos un tanto chabacanos. Es cierto, pero ¿Cómo podían ser las conversaciones de los conquistadores? ¿Se cree alguien que la inmensa mayoría de los hombres que no tenían nada y fueron a jugarse la vida al otro lado del mar eran gentes de formas exquisitas, aristocráticas, suaves? Por supuesto que no. Y reflejar esa realidad es otro mérito de la obra.
El musical refleja con claridad el deseo de conseguir oro, riqueza. En un momento de la obra, Moctezuma incluso insinúa que está dispuesto a darles todo el oro que quieran con tal de que se vayan. Pero no era solo oro para los que allí estaban jugándose la vida y para la Reina de Castilla que les había enviado no era sólo afán de riqueza lo que movía la misión de esos hombres. Su presencia allí tenía una legitimación fundamental: iban a evangelizar esos pueblos que no conocían la Palabra de Dios. Iban a expandir la Cristiandad. Y en torno a la Fe, a las leyes de Castilla y al español surgieron los virreinatos americanos.
Que Nacho Cano haya querido difundir ese mensaje me parece admirable. Que se haya jugado su dinero en este proyecto, con la ayuda, por cierto, de algunos empresarios que no son ni cristianos, creo que es muy revelador.
A la gran mayoría de los miembros de mi familia nos gustó mucho. A mí me encantó, pero como es lógico en un grupo grande también hubo algún desencanto. Aunque a mí, mientras iba viendo la obra, lo que más regocijo me producía era haber entendido al fin dónde está radicado el odio de Pedro Sánchez contra Nacho Cano. Sí, ya sabemos. No puede soportar su amistad con Isabel Díaz Ayuso, que es un pecado gravísimo del que sólo te puede perdonar el propio Sánchez personalmente y si demuestras que el acto de contrición y la manifestación del dolor de tu pecado son públicos y muy notorios.
Pero aquí hay algo mucho más, imperdonable para Sánchez. Se juntan dos factores. Isabel Díaz Ayuso es una presidente que apoya el emprendimiento. Y la magnitud del montaje que ha hecho Cano es algo sin precedentes en la Comunidad de Madrid. O lo que es lo mismo a estos efectos, en España. Cano tenía todas las papeletas para que le cayese la mundial. Hace un gran musical reivindicando el papel de la Corona y la Iglesia en América y obtiene el respaldo de Díaz Ayuso. Eso era algo mortal de necesidad para Sánchez y el Equipo Nacional de Opinión Sincronizada, a la orden siempre, se puso a la labor con presteza. Les aconsejo a todos esos indignados que se den una vuelta por las taquillas y vean cómo va la cosa. Igual se les agrava el disgusto.
P.S. Me llega el rumor de que a finales de marzo la obra se estrenará en Ciudad de México, la tierra donde han ganado elecciones sucesivas dos «amigos» de España: Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum. Esto es jugarse el dinero por una buena causa.