El marxismo: un cadáver muy vivo
En un congreso celebrado, en 1990, para conmemorar el XIV centenario del III Concilio de Toledo, el entonces Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe cardenal Ratzinger, hace una comunicación, con su habitual finura y rigor intelectual, con el título de Perspectivas y tareas del catolicismo en la actualidad y de cara al futuro1.
Comienza Ratzinger haciendo referencia al III Concilio de Toledo (589), acontecimiento capital con el que, bajo el reinado de Recaredo, la Hispania visigoda construye su unidad política y espiritual, acogiéndose a la ortodoxia cristiana y rechazando el arrianismo. 14 siglos después se abre una nueva y esperanzada perspectiva de unidad.
Recientemente ha ocurrido un acontecimiento capital en la historia de Europa y del mundo: “Europa estaba dividida por el telón de acero, representado simbólicamente por el muro de Berlín y por la alambrada de espino que atravesaba el continente de Norte a Sur” (90). Pero el 9 de noviembre de 1989, con sorpresa de la opinión pública internacional, por la fuerza de la presión popular, cayó el muro de Berlín. “Estas barreras han caído en el curso de pocas semanas” (90).
¿Qué ha pasado en el mundo en este final del año 89? ¿Qué consecuencias tiene en los terrenos estratégico, cultural, espiritual?
Antes de ver el análisis que hace Ratzinger de este acontecimiento, debemos tener en cuenta unas circunstancias nada secundarias.
Ratzinger es el principal colaborador de Juan Pablo II. ¿Quién duda de la influencia de este papa en la crisis del comunismo? La primera grieta que se abre en este monolito que parecía inexpugnable es el sindicato polaco Solidaridad, de clara identidad católica, con apoyo de la política vaticana, cuya dirección cambia totalmente la anterior Realpolitik de Pablo VI. Ratzinger, en esta lucha, está en la primera línea y conoce como pocos la trascendencia de los hechos de octubre del 89. Combatió doctrinalmente la Teología de la Liberación, una importante arma del marxismo en la lucha cultural. La Congregación que él dirigía elabora documentos, como Libertatis nuntius y Libertatis conscientia, que arrojan luz sobre este debate y son un freno a la expansión del liberacionismo.
Por todo esto, la caída del muro será, para él, un acontecimiento liberador que abría perspectivas de esperanza para la Iglesia y el mundo.
Realiza un análisis del hecho que va más allá de su dimensión política y sociológica. Se trata de fenómeno de índole espiritual. “La expansión del espíritu, la exigencia indestructible de libertad, de justicia y de verdad, ha destrozado el telón de acero” (90).
Va más allá en su argumentación y, en un estrato más profundo, destaca las debilidades y contradicciones del método marxista de análisis de la realidad (para ellos, fundamentalmente, realidad social). “Con el marxismo ha fracasado, ante todo, el materialismo elevado a la condición de dogma” (91). Pues lo que llamamos espíritu “no es sólo la superestructura de las relaciones materiales; tiene su propia dinámica configuradora de la historia” (91). Este materialismo tiene la pretensión de construir la sociedad perfecta (utopía) a partir de cambios estructurales.
En el fondo, hay un concepto viciado de “progreso” que se ha desarrollado desde la Ilustración y que ha teñido, no sólo al comunismo, sino a todas las ideologías “progresistas”. Un concepto mecanicista de progreso. “Cuando el progreso se considera como un proceso necesario de desarrollo de la historia, sujeto a leyes, queda colocado debajo de lo propiamente humano y, en último término, concebido contra el hombre” (93).
El texto, como todos los suyos, es una delicia intelectual, pero…
Transcurridos 35 años, ¿podemos decir que se ha producido una victoria del espíritu sobre la materia, una victoria de la verdad? La crisis geopolítica del comunismo, la desintegración del imperio soviético, ¿ha dado paso a un sistema gobernado por la libertad y la verdad? El tono positivo y, en cierto punto, optimista del texto ¿se corresponde con lo ocurrido en el mundo en los últimos 35 años? Me parece que la triste respuesta es: NO.
El marxismo sigue gobernando en algunos países, incluso en varios países de Hispanoamérica ha avanzado últimamente de forma preocupante. En las mismas democracias europeas (España, Francia) nuevos partidos con nombres distintos reviven las viejas ideas. La gran potencia comunista, la Unión Soviética, lo que queda de ella, abandona el marxismo oficialmente, pero mantiene unas formas totalitarias que no son ajenas a su pasado. A ello, se añade el dato más grave: el marxismo cultural, el que deriva de mayo del 68 y se desarrolla teóricamente con la Escuela de Frankfurt, en su sucesivas versiones y actualizaciones, tiene una apabullante fuerza, apoyada en grupos económicos y mediáticos de gran poder, sobre todo en los países que conocemos como democracias occidentales. Estos países sufren un proceso acelerado de secularización y deshumanización.
El cadáver que parecía sepultado bajo los cascotes del muro es… un cadáver muy vivo.
1. Catolicismo y cultura, Encuentro de intelectuales organizado por la Subcomisión Episcopal de Universidades y el Comité del XIV Centenario del III Concilio de Toledo, Madrid, EDICE, 1990. El nivel del encuentro queda patente por los nombres de los participantes, además del citado: card. Antonio Mª Rouco Varela, Carlos Valverde, Rémi Brague, card. Marcelo González Martín. El artículo de Ratzinger en pp. 87-115. Las referencias a este texto las indico entre paréntesis.