El significado de la Navidad y las palabras de esperanza en este día de fiesta: “El Verbo se hizo carne”
El 25 de diciembre la Iglesia Católica celebra uno de los días más importantes del calendario litúrgico: la Navidad o Natividad de Jesús. Es importante subrayar que la Navidad no es la celebración de una fecha sino de un hecho, el nacimiento del Salvador, evento absolutamente decisivo en la historia de la salvación.
La fiesta conmemora el nacimiento del Hijo de Dios, que se hace hombre para venir a la tierra a salvarnos. Es el momento más importante del periodo de Navidad que coincide también con el fin del Adviento.
La Navidad no es solo es el 25 de diciembre. El tiempo de Navidad es el periodo en que se celebra el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo y sus primeras manifestaciones. Abarca desde las primeras vísperas de Navidad hasta el domingo después de Epifanía, es decir, el primer domingo siguiente al 6 de enero, fiesta del Bautismo de Jesús.
“El Verbo se hizo carne”
Tras haber vivido cuatro semanas esperando y preparándonos para la llegada del Niño Jesús, por fin llegamos al momento que estábamos esperando. Dios se hace hombre en un pequeño establo, durmiendo en el Belén, para estar cerca de nosotros. La Virgen María y San José lo acompañan tras haber sido protagonistas durante este tiempo de Adviento.
En las lecturas del Evangelio escucharemos que “el Verbo se hizo carne” y es tradición, en todo el mundo, acudir a la Eucaristía. Ademàs, en muchos paises, existe la tradiciòn ir a la Misa del Gallo a las doce de la noche, la primera celebración del día 25 tras haber vivido la cena de Nochebuena.
No se ha elegido por casualidad el 25 de diciembre como día del nacimiento del Niño Jesús, sino que lleva consigo una tradición antiquísima y esconde un significado muy especial para los cristianos.
¿Por qué se celebra la Navidad el 25 de diciembre?
A lo largo de la historia se ha ido institucionalizando la teoría que la fiesta de la Natividad de Jesús venía a ocupar el lugar de las fiestas saturnales y otras propias del invierno en Roma. Cuando el emperador Constantino adoptó el cristianismo como religión oficial en el Concilio de Nicea, para evitar que las costumbres de la población se vieran alteradas y esto provocase revueltas, se habría decidido situar el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre para hacerlo coincidir con dos fiestas paganas relacionadas con el solsticio de invierno: la Saturnalia (fiesta en honor a Saturno, el dios de la agricultura) y el nacimiento de Mitra (el dios Sol, dios persa de la luz).
Sin embargo, expertos en Liturgia e Historia de Iglesia coinciden en que se celebra el 25 de diciembre por una creencia del judaísmo en base a la «edad integral» de los profetas de Israel. Los judíos creían, en tiempos de Jesús, que la fecha de la muerte de los profetas coincidía exactamente con la de su concepción. La fecha del 25 de diciembre fue tomada entonces partiendo de la fecha de la muerte de Cristo, fijada el 25 de marzo; suponiendo que esta cayese exactamente 33 años después de su encarnación, fijada también el 25 de marzo, el nacimiento debió tener lugar nueve meses después: el 25 de diciembre.
Las palabras del Papa para estas Navidades
Es necesario recordar que durante la Navidad celebramos en tres días consecutivos, 26, 27 y 28 de diciembre, tres fiestas que nos hacen presente la entrega total al Señor: San Esteban, mártir que representa a aquellos que murieron por Cristo voluntariamente; San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron; los Santos Inocentes que representan a aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.
Hoy día la festividad está llena de regalos, villancicos, comida y de reuniones familiares y, como hijos de Dios, podemos aprovechar para llevar el mensaje del amor de Dios y el gozo que tenemos en él. Al dirigir su mirada al mundo de hoy, el Papa Francisco ha señalado esta semana en su discurso a la Curia Romana que esta Navidad es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, socioeconómica e incluso eclesial que ha lacerado cruelmente al mundo entero. La crisis ha dejado de ser un lugar común del discurso y del establishment intelectual para transformarse en una realidad compartida por todos.
“Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente…