“Inthegueting” (o “El Ángel Exterminador”)
Laureano Benítez.- Si tuviera que explicar la agenda 2030 con dos palabras, las elegidas serían “encierro” y “seguridad”. Es decir, que el objetivo del Nuevo Orden Mundial es encerrarnos en guetos malolientes y digitalizados por nuestro bien, por nuestra seguridad, porque el Estado nos quiere proteger de los peligros que amenazan nuestra salud, nuestra prosperidad, y el planeta en el que vivimos.
Es la palabra machacona, obsesiva, omnipresente, el mantra con el que las élites globalistas quiere insuflar una ingeniería social forjada a base de miedo, para que los borregos del inmenso rebaño que pastorean acepten sin balar y sin rechistar esas conductas mientras son conducidos por majadas digitalizadas a los apriscos de infernales ciudades, transformadas bajo las cúpulas del trueno en gulags apocalípticos.
El miedo con el que adoctrinan, lobotomizan, arruinan y masacran a los esclavos humanos se basa en proclamar la peligrosa existencia de enemigos invisibles, ya sean supuestos virus o moléculas de carbono, nanoenemigos, que no pueden verse, cuya existencia real no se puede demostrar ni ponderar, pero en cuya realidad perniciosa para nosotros nos obligan a creer mediante noticiarios dantescos y tertulias expertísimas, manipulando datos, falseando estadísticas, haciendo comulgar a los rebaños con ruedas de molino, vistas las amplias tragaderas de una población que ni piensa, ni sabe, y que ya apenas siente y padecer el horror dictatorial que la está masacrando.
Se trata de un gigantesco liberticidio que obligará a los seres humanos a renunciar a muchas de sus libertades y de sus bienes materiales para salvar su precaria existencia, y para ello su objetivo principal es encerrarnos en cárceles estilo Alcatraz, pero de tal modo que los presidiarios no tengan ni idea de que están encerrados, constantemente vigilados y monitoreados por esbirros grises, a los que nos presentan como guardianes y protectores de vuestra vida, de nuestras democracias, de nuestra seguridad.
Hacia el encierro (el “lockdown”) va encaminada la campaña de las ciudades de quince minutos, cuya antesala están siendo las ciudades devastadas por las zonas de bajas emisiones, que tienen como eslogan huxleyano eso de quede que “no tendrás coche y no te podrás mover”. Porque el vehículo es autonomía, independencia, posibilidad de escapar de las colmenas digitalizadas, de huir de las siniestras garras de la Inteligencia Artificial, de las omnipresentes cámaras de vigilancia, de los drones y de la madre que los parió.
Uno de los objetivos de la plandemia fue precisamente encerrarnos, someternos a un secuestro brutal, ilegal, inmoral, que, aparte de buscar la ruina económica, también perseguía la ruina moral, el desgaste psicológico de los prisioneros encerrados en sus casas, mientras se les sometía una pavorosa lobotomización mediante la tremenda campaña de intoxicación de los medios de comunicación. Es como llevar el alguien a una caverna oscura, para iniciarle allí en las costumbres, en las modas, en las ideas constituyentes de la nueva realidad que constituye el Nuevo Orden Mundial: sin duda, estamos ante el mito de la caverna de Platón, redivivo,
Pero la mayor crueldad de esta política de encerrarnos en ciudades es que también nos quieren encerrar en nuestras casas, de tal modo que este encierro sean voluntario, para que nos convirtamos en ermitaños de vocación, publicitando lo que se viene llamando el “nesting” (en inglés, “nest” se puede traducir como “nido”), que consiste en la tendencia cada vez más acusada de mucha gente a estar en casa, a encerrarse en ella, al estilo de los emparedados de tiempos pretéritos, ya que incluso se puede trabajar desde el mismo domicilio, puedes encargar los víveres de subsistencia a cadenas de alimentación que te los llevan a casa… todavía no se puede pasear al perro distancia, pero todo se andará.
La ingeniería social que lleva cada vez a más personas a salir muy poco de su domicilio es compleja, pero sencilla a la vez: tremenda subida de los precios de la hostelería, que hacen inviable el terraceo frecuente, hasta el punto de que cada vez hay más gente que prefiere tomarse la birra en sus casas, mientras ven un documental (como es mi caso); sembrar las ciudades de espinos, de alambradas, de trincheras, de drones, de cámaras de vigilancia, de radares, que convierten las carreteras en una zona de minas, donde las multas te pueden caer a chorreo por cualquier motivo, hasta el punto de que uno ya no sabe por dónde circular con su vehículo, si es que todavía puede circular por la ciudad, por aquello de las etiquetas.
Si esto se le añade el la disponibilidad de plataformas de “streaming” que por un módico precio te aseguran una cantidad infinita de series, películas, y programas variados de entretenimiento, la desidia para salir de casa es casi irresistible. Añádase a esto la basura de las carteleras de cine, de teatro, los espectáculos woke que cada vez abundan más en los museos; la inmensa cantidad de gente extraña que pulula por las calles, hasta el punto de que muchas veces no sabemos en qué país nos encontramos; de gente que muestra impúdicamente horrendos tatuajes, chancletas cutres, barrigas cerveceras, pelos imposibles, cannes femeninas a tutiplén, y se quitan las pocas ganas que le quedan a uno de arrojarse a las calles, a las cúpulas del trueno.
Irse al campo sería una posibilidad de escapar de esta Babilonia infecta; pero, amigo mío, lo más probable es que durante sus viajes campestres, aunque sea a pueblos profundos, contemple cielos totalmente acribillados de estelas químicas, asquerosamente blanquecinos, y se te nuble el humor, se te agríe la mente, y te pases el viaje echando maldiciones contra los que desde el aire te bombardean sin piedad.
Pero quizás el factor más relevante a la hora de explicar este “nesting” que se va extendiendo es el hecho de que el dantesco encierro que padecimos durante la plandemia ha dejado huellas psicológicas en muchas personas, que padecen ya el síndrome de Estocolmo.
Recuerdo ahora la película “El Ángel Exterminador”, de Luis Buñuel, un film inquietante, en el que los invitados de alta alcurnia que acuden a una fiesta no pueden salir del salón en el que se encuentran, sin que haya ningún motivo que se lo impida, por lo cual pasan varios días allí, de tal modo que la autoencerrona empieza a dañar sus mentes, hasta el punto de que empiezan a aflorar sus miserias y sus vergüenzas.
Finalmente, consiguen salir, y entonces programan un “Te Deum” en la catedral de la ciudad. Sin embargo, bondad graciosa, al terminar el oficio sagrado comprueban con horror que no pueden salir de la iglesia, en un terrible “dejá vu”, en un patético día de la marmota, mientras en la plaza exterior del templo pasa un rebaño de borregos.
Película que viene como anillo al dedo para ilustrar el “nesting” que viene, el cual, en la jerga komanche típica de Babilonia, se puede llamar también “inthegueting”.
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Buen articulo, para pastorear a la Poblacion y llevarla tranquilamente a las Rocas Tarpeyas, se esta utilizando los 11 famosos principios del Nacionalista Socialista Goebbels, tipo este que todo lo que tenia de listo lo tenia de maligno.
No tendrás nada y serás feliz. Y si intentas tener algo, te mataremos…