Sánchez, al borde del precipicio
Francisco Marhuenda.- Puigdemont no tiene nada que perder, mientras que Sánchez puede encontrarse que la legislatura concluya abruptamente en los próximos meses. A estas alturas es fácil constatar que persiste en el error de no entender a su interlocutor y creer que al final no sucederá nada, porque no tiene otra alternativa que apoyarle.
Puigdemont no deja indiferente a nadie y esto condiciona los análisis que se realizan en Madrid. En más de una ocasión me ha sucedido que afirmar que es un político coherente que no engaña a nadie provoca que algún iluminado diga que le apoyo. La verdad es que me resultan indiferentes las opiniones necias e inconsistentes. El expresidente catalán es un independentista convencido y no un converso. No necesita sobreactuar o hacerse perdonar, como alguno de los trepas que se han unido a Junts para medrar. Los que esperaban sustituirle se han quedado por el camino o languidecen en cargos de poca relevancia. No coincido en nada con él, salvo que somos catalanes, hemos estudiado en Gerona y en aspectos de política económica y social. Sánchez no se ha enterado que Junts no es de izquierdas.
Por supuesto, mi idea del encaje de Cataluña en España está en las antípodas de lo que defiende el independentismo. Me siento muy cómodo como catalán, que ama a su tierra y su bilingüismo, en España. Cuando escucho en algunas tertulias la chorrada de que se persigue a los disidentes cuando los independentistas han gobernado durante muchos años me parto de la risa. Y se dice, además, en catalán. El problema de Sánchez es que está al borde del precipicio y no se da cuenta. Está encerrado en una burbuja personal y mediática que le impide entender los mensajes de Puigdemont y su equipo. Es posible que lo entendiese mejor si se utilizaran exabruptos y estridencias. Le sucedió lo mismo a Aznar con Pujol. En cierta ocasión, le dije al entonces presidente catalán que si quería algo se lo tenía que decir claramente a su interlocutor como hacían Coalición Canaria o el PNV. Era un tema que afectaba a una empresa pública. La claridad es mejor que la sutileza.
Sánchez tiene un pasado incómodo con Puigdemont que hace imposible una confianza ciega. La mentira es su forma de supervivencia política, pero no sirve para cohesionar alianzas. No hace tanto tiempo decía que no descansaría hasta entregarlo al Supremo, aunque ahora ataca a los jueces, para que lo metieran en la cárcel. Con la seguridad con que acostumbra a pronunciarse aseguró que se había producido una rebelión y que la amnistía era inconstitucional. Por tanto, su conversión no resulta muy creíble.
Puigdemont sabe perfectamente que si estuviera en su mano le metería en la cárcel. Le desagradan todos los que no son sumisos con él. El líder de Junts no tiene nada que perder, ya que anda ligero de equipaje, así como sus colaboradores. No le puede amenazar, como hace con el PNV, con quitarle el gobierno autonómico.
Las opciones a partir del 7 de enero son complicadas. La proposición no de ley sobre la cuestión de confianza marcará el futuro de la legislatura. En el caso de que Sánchez impida su tramitación, sabiendo que no existe ningún impedimento legal, será el final de la relación. En el caso de que se tramite, ganará un mes y medio para negociar y conseguir la confianza de Puigdemont haciendo importantes concesiones. No es fácil que lo consiga y tendrá que ceder si quiere seguir en La Moncloa. Por ello, mantener a los actuales interlocutores es una pérdida de tiempo. A esto hay que añadir, ya que parece que no se ha enterado, que la dirección de Junts está totalmente cohesionada alrededor de Puigdemont. No hay fisuras. Otra cuestión distinta es que sean amables con los mensajeros, pero se confundirá si cree que puede comprarles a cambio de promesas vacías y un consejero en la CNMC. Es ridículo.
No es fácil que la tramitación de la PNL asegure un resultado favorable para los intereses de Sánchez, pero gana un tiempo valioso. Es difícil que llegue a buen puerto, porque las cesiones tendrán que ser de un calado que es probable que ni esté dispuesto ni pueda asumir. El tiempo lo dirá, aunque si fue capaz de tragarse la amnistía e imponer a Conde-Pumpido que diga que es constitucional le veo capaz de cualquier cosa con tal de seguir en el poder. En el caso de que no se tramite la PNL se rompe la baraja y se puede encontrar con la formación de una nueva mayoría alrededor de una moción de censura que tenga como único objetivo la convocatoria de elecciones anticipadas en el momento en que constitucionalmente sea posible. La izquierda política y mediática se equivoca al pensar que Puigdemont es otro rehén del inquilino de La Moncloa.
Por supuesto, la propaganda sanchista y los medios de comunicación que controla arremeterían contra Puigdemont por sumarse a una moción de censura con el PP y Vox, pero sería indiferente a los votantes de estas tres formaciones. Estaríamos ante una moción que tendría como un único y legítimo objetivo la convocatoria de unas elecciones. El centro derecha es mayoritario y está acostumbrado a sufrir las campañas de descalificación, así como las mentiras contra los jueces, los fiscales y los periodistas que no se someten al régimen sanchista. Unas elecciones anticipadas, sea por la cuestión de confianza o por la moción de censura, con la sombra de la agenda judicial que afecta a su familia y los escándalos de corrupción del PSOE, no hace presagiar un buen resultado para el inquilino de La Moncloa. Es cierto que es capaz de aguantar los problemas judiciales e, incluso, los juicios orales sin dimitir, pero no sucede lo mismo teniendo a Junts activado como oposición.