La verdadera historia de san Nicolás y el tortazo que cambió el cristianismo
Los primeros pasos del cristianismo estuvieron marcados por su rápida expansión y la difícil tarea de establecer unos dogmas comunes sobre la fe. Las herejías se multiplicaban a medida que el mensaje de Jesús iba ganando adeptos. La joven Iglesia tuvo que hacer frente a todas estas cuestiones y lo hizo apoyada en las enseñanzas, reflexiones y doctrinas de lo que hoy conocemos como Padres de la Iglesia.
La defensa de la ortodoxia por parte de la patrística se realizó conjugando la fe con la razón, una premisa que ha marcado la historia de la Iglesia desde su origen y hasta nuestros días. Cuando la situación se tornaba especialmente conflictiva se optaba por convocar un concilio que reuniese a todos los obispos y así fijar los dogmas de fe.
En el año 325, el emperador romano Constantino reunió en Nicea a los sucesores de los apóstoles. Sobre la mesa, una gran cuestión: la relación entre Dios y Jesucristo y la naturaleza de este. Las conclusiones de aquel encuentro marcaron para siempre la historia de la Iglesia. San Nicolás, al que en estas fechas navideñas muchos asocian con Papá Noel y los regalos bajo el árbol, tuvo un papel fundamental y no precisamente por sus profundas reflexiones.
Aunque la vida de san Nicolás se mezcla en demasiadas ocasiones con lo tradicional o legendario, su nombre aparece en uno de los primeros listados de los asistentes al concilio de Nicea. Historias posteriores relatan un suceso que ocurrió allí y que tiene como coprotagonista al hombre que acaparó todas las miradas y discusiones teológicas: Arrio.
Fue precisamente este obispo quien recogió y doy voz a las doctrinas que negaban que Dios y Jesús fuesen consustanciales y afirmaba que el Hijo había sido creado por el Padre. Del encuentro convocado por Constantino salió redactado un credo que rechazaba este punto y que afirmaba todavía hoy que Cristo es «de la sustancia» de Dios Padre. Arrio y sus seguidores fueron excomulgados de la Iglesia y, con el paso de los años, sus propuestas consideradas heréticas.
Hasta llegar a ese momento, los debates teológicos se sucedieron en Nicea. Cuenta la tradición que, en uno de los momentos en los que la discusión era más acalorada, san Nicolás de Bari decidió responder a las palabras de Arrio con un argumento muy poco racional: un rotundo tortazo.
Se dice también que los obispos optaron por expulsar temporalmente al obispo del concilio e incluso llegó a ser encarcelado. Sin embargo, la tradición también relata como la Virgen se apareció al santo en su celda para devolverse su ropaje eclesiástico. De aquel bofetón no quedó constancia en los textos de la época, pero la tradición lo recordó y no son pocas las manifestaciones artísticas en las que puede contemplarse aquel momento.
Con el paso de los siglos, la imagen de san Nicolás mantuvo su fama. Este hombre defensor de la esencia divina de Cristo, se convirtió en aquel que repartía regalos a los niños buenos una vez al año. Otro hereje con mucha historia, Martín Lutero, fue el que quiso eliminar esta relación y prefería que los presentes se asociasen al Niño Jesús y no a un santo de la Iglesia Católica.
No consiguió del todo su propósito y en multitud de países todavía se espera con ilusión la llegada de san Nicolás en la noche del 24 de diciembre. Aunque algunos no lo saben, es él quien se esconde detrás de ese gordito con sombrero rojo al que bautizaron como Papá Noel.