Les escuece lo de Sevilla
Ignacio Pozo.- Escribía Milán Kindera que, “para liquidar a los pueblos se empieza por privarlos de la memoria. Destruyen tus libros, tu cultura, tu historia. Y alguien más escribe otros libros, les da otra cultura, inventa otra historia; después, la gente comienza a olvidar lo que son y lo que fueron”. Así vendieron los ingleses, holandeses o franceses su “leyenda negra” contra España; y les funcionó para iniciar y fomentar guerras y revoluciones que dividieron los cuatro virreinatos españoles en 19 países. Así controlaron sus economías, las sometieron a sus intereses y las destrozaron social, cultural y políticamente dejándolas a merced de sátrapas y delincuentes: 33 ciudades de los virreinatos han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad, 35 universidades creadas, y 1196 instituciones hospitalarias o de caridad por ninguna de los países citados en sus colonias. Las tierras españolas de ultramar pasaron de estar en la primera fila de la economía y cultura a ocupar los últimos lugares en cualquier ratio.
La frase de Kindera viene a colación por lo sucedido en la Cabalgata de sus Majestades los Reyes Magos en la capital sevillana.
De entrada, he de manifestar que con mi militancia “granaína”, como diría Rubén Darío “de los pies a la cabeza, … de conciencia, obra y deseo…” me ha costado reconocer algo de lo que solo puedo admirar y agradecer por lo que es la defensa de nuestra cultura y nuestra Fe.
Y es que solo puedo escribir sobre lo que he visto en las redes sociales, y ha sido asombroso. Miles de sevillanos empatizando alegremente con los integrantes de la propia cabalgata, miles de gargantas de hombres, mujeres, niños, de familias al completo cantando, bailando y vibrando al paso de las carrozas de la Comitiva Real. No importaba la edad, o su estado físico: nietos a hombros de sus abuelos o mamás. que se conjugaban en solo un estereotipo inmutable, la tradición y la cultura cristiana que les llevaba a los famosos versos de Unamuno “Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar”.
Y es que en Sevilla tuvo que ser donde la Cabalgata de Reyes se ha puesto al nivel de la elegancia de su feria taurina, de la alegría de su feria de abril o de la solemnidad de su Semana Santa. Y ha sido los propios intolerantes, los aniquiladores de Occidente, los que defienden las cabalgatas de la muerte, y de la apocalipsis, los que atacándola han hecho posible ponerla en la escaleta de todos los medios de comunicación, y la más famosa. Han conseguido ponerla en el zenit “Publiciti” del marketing de forma gratuita. Nada tan ñoño e infantil como la crítica progre y su estulticia de censurar que los asistentes tarareasen el himno nacional al paso de los lanzeros de la Policía Nacional a caballo, con el estandarte de España en su extremo, o que Su Majestad el Rey Gaspar se arrodillase al pasar por la puerta de la Basílica de la Macarena. O que Melchor y Gaspar se santiguasen ante un templo católico en una cabalgata que representa una escena del Cristianismo.
Esta Cabalgata, única de capital de provincia organizada por una institución privada, se convirtió hace unos años en un evento festivo multitudinario para toda la familia y la ciudad, traspasando sus límites geográficos, convirtiéndose en una conmemoración al nivel de las grandes eventos sevillanos.
El mundo woke, una vez más, dando clase de su patetismo decadente y habiendo perdido el norte, la calle y el relato han intentado menoscabar y despreciar una Cabalgata que se le augura más grande, festiva y participativa en próximos años.
Y eso nos debe enorgullecer a todos los españoles que amamos nuestras tradiciones, cultura e identidad. También, para animarnos a continuar con ellas frente al buenísmo absurdo, excluyente y autodestructivo de los que la critican, simplemente por lo que representa para los católicos. Cuanto menos cultura más pobreza, y cuanta más pobreza más socialismo subvencionado, y menos libertad.
*Abogado