Sánchez y la dimisión de Trudeau
Francisco Marhuenda.- El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anunciaba este lunes su renuncia tras casi diez años en el poder. Me imagino que Sánchez considerará que es un auténtico excéntrico, porque la renuncia se debe a la presión de su partido y la justificó en que «el Parlamento lleva meses paralizado. Necesitamos un nuevo Ejecutivo». Trudeau fue torpe, porque no tenía más que seguir la doctrina de su homólogo español y liquidar cualquier voz discordante en el partido. Es la conocida doctrina sanchista de que los partidos son meros instrumentos al servicio de la voluntad de su presidente o secretario general. No hay nada mejor que su populismo plebiscitario y tenerlos a todos en nómina. Un estómago agradecido garantiza una adhesión inquebrantable mientras se reciba la soldada. Es lo único malo que tienen los mercenarios. El segundo motivo le habrá conducido a considerar que Trudeau es un auténtico alienígena, porque el Congreso de los Diputados está prácticamente paralizado sin que esto preocupe al inquilino de La Moncloa. Ha sacado alguna ley mientras tiene paralizadas la gran mayoría, en un nuevo ejercicio de autoritarismo por el que las Cortes Generales están al servicio, también, de la voluntad del presidente del Gobierno. Por supuesto, acude a las sesiones de control de las Cámaras cuando le da la gana, ya que no tiene más que montarse algún viaje al extranjero. Cuando decide acudir en un gesto de magnanimidad contesta lo que quiere y «cariño» Armengol asiente en su condición de ministra en la sombra del Poder Legislativo.
Mientras el canadiense aprovechó las vacaciones de Navidad para hablar con su familia, el español se cogió cinco días de retiro monclovita para reafirmarse en que le traen al pairo los problemas judiciales de su familia y los escándalos de corrupción que afectan a su Gobierno y su partido. El rarito de Trudeau considera que «este país merece una verdadera opción en las próximas elecciones» mientras que Sánchez pensará que nada es mejor que su continuidad. Hay una coincidencia en las encuestas, ya que los dos pierden de forma contundente en beneficio de los conservadores. En Canadá no estarían bien vistos ni los escándalos de corrupción ni los problemas judiciales de la familia presidencial. Por supuesto, eso de mentir se considera un pecado político capital. He de reconocer que me gusta Canadá.