La ciudad de Los Ángeles cercada por el fuego: ¿Provocado, hasta que no se demuestre lo contrario, o cosas del clima?
Magdalena del Amo.- Me llegó la noticia de los incendios de Los Ángeles cuando justo estaba escribiendo un artículo que empecé titulando ¿Están preparando varias catástrofes para que nos rindamos sin remedio y aceptemos la gran mentira del cambio climático? Me hago esta pregunta porque están pasando cosas muy extrañas, que, si bien por separado, parecen carecer de significado, al unir los puntos resulta un dibujo impreciso y extraño, pero tremendamente inquietante. Están pretendiendo la total rendición del ser humano. Y será por las malas: a fuerza de dolor, sufrimiento y muerte. La doma que llevan haciendo desde hace años ha subido de intensidad.
Es posible que estemos entrando en la última fase. Dentro de poco no podremos publicar nada sobre esto. Todo estará prohibido por ley. El Ministerio de la Verdad orwelliano funcionará las veinticuatro horas. Siempre vigilante, con el gran ojo sobre la humanidad. Ya llevan un tiempo censurando cualquier información que contradiga las tesis oficiales sobre el cambio climático y otras amenazas de diseño, es decir, sus bulos institucionales. Es cierto que el clima está cambiando, pero no por las emisiones humanas, sino por la megalomanía de unos aprendices de brujos que están destruyendo la naturaleza, hábitats incluidos, para reconstruirlos a su antojo y hacernos esclavos de sus directrices. Procuraremos inventar algunas claves para despistar el acecho de los algoritmos. ¡No nos rendiremos!
Sé que esto puede resultar delirante, pero no me negarán que algo extraño e indefinible se percibe en el ambiente. Algo así como sordos tambores de guerra, cada vez más audibles. No me refiero a los clásicos conflictos bélicos de bombas y misiles, que ahí están como espada de Damocles, sino a otras guerras igual de mortíferas o incluso más, diseñadas y dirigidas desde los mismos cuarteles. Entre ellas, las “guerras tranquilas” causadas por “armas silenciosas”, como denunció Bill Cooper [1], allá por los noventa en su interesante libro Behold a pale horse. Aparte de las armas psicotrónicas, aludo a la geoingeniería y a las armas de energía dirigida (DEW, por sus siglas en inglés), de las que tanto sabe el DARPA, y que se han estado ensayando en las últimas décadas, causantes de genocidios disfrazados de catástrofes naturales. Son las más preocupantes por su carácter devastador e incontrolable, aparte de su facilidad de camuflaje. Las más importantes son: Microondas (HPM), Láser (HEL), Haz de partículas (PBW), Plasma (LIPC) y Sónicas (USW).
Un grave ataque de geoingeniería, con el disfraz de gota fría y cambio climático, asoló hace poco más de dos meses los alrededores de Valencia, llevándose a su paso miles de seres humanos –aún sin determinar el número, pero mucho mayor del que nunca llegarán a reconocer—, y miles de animales, infraestructuras, casas, coches y todo lo que el agua fue encontrando a su paso. Apenas se habla ya de ello, y el misterio se cierne sobre este suceso provocado por quienes dirigen el mundo desde la sombra.
Ha habido otras embestidas con este tipo de armas mortales –es decir, catástrofes no naturales, sino causadas a propósito– en los últimos años, algunas de puro ensayo, pero gravemente aniquiladoras, como el terremoto de Haití de 2010 –con un coste de 200.000 vidas humanas–, el primero analizado de acuerdo a estos parámetros, y sobre el que se tendió un manto de sospecha. A esta catástrofe siguieron otras, en forma de ciclones, como el de Puerto Rico de 2017, que destruyó la isla, incendios como el de Hawái de 2023, el terremoto de Turquía del mismo año, y huracanes como el de Carolina del Norte de 2024. Hay muchos otros eventos “meteorológicos”, pero especialmente de estos últimos conocemos de primera mano que se estableció el mismo modus operandi de diseño que en Valencia, sustanciado en: escasa información y, además, contradictoria; falta de auxilio en tiempo y forma; ni ejército, ni bomberos, ni guardia civil hicieron acto de presencia; ralentización de la entrega de víveres y medicinas; destrucción de toneladas de artículos de primera necesidad donados por los ciudadanos; prohibición de actuar a los voluntarios; despliegue de patrullas del orden, no para ayudar, sino para controlar a los ciudadanos prohibiéndoles el paso, incluso en presencia de niños llorando. Esto es, quienes deberían actuar de auxiliadores se habían convertido en los enemigos del pueblo. Es la consecuencia de los gobiernos corruptos, que parasitan las instituciones y acaban corrompiendo los Estados. Bajo la supervisión, claro está, de los personajes misteriosos que dan las órdenes tras bambalinas.
Con estos párrafos escritos y a punto de poner fin al artículo, empecé a recibir las noticias del incendio de Los Ángeles. ¡Fue una fatal sincronicidad! Conozco bien esas tierras y tengo amigos allí. Viajé con regularidad a Los Ángeles, lo mismo que a San Francisco, San Diego, Santa Bárbara y otras muchas ciudades, que tuvieron como germen las misiones de Fray Junípero Serra. California es uno de los lugares de Estados Unidos donde más se deja ver la huella de España. Por poner solo un ejemplo, el militar leridano, Pedro Fages y Beleta fue gobernador de California en el siglo XVIII, tras formar parte de la expedición dirigida por el capitán Gaspar de Portolá, otro español. Pero esto es tema de otro artículo.
¿Qué pensar de estos devastadores incendios forestales/urbanos de Los Ángeles? Primeramente, hay que dejar sentado que las infraestructuras de California no son de las mejores del mundo; sus “entrañas” más bien se encuentran en un estado de semi abandono y decadente desde hace décadas, lo cual puede constituir una buena excusa para enmascarar la causa del desastre. Pero no nos dejemos convencer por las agencias de noticias. Para entender esto hay que entender lo otro, los muchos otros de los que hablamos en párrafos anteriores. Todo apunta a que esto es más de lo mismo.
Las propias declaraciones de algunos afectados y las explicaciones a las anomalías me dieron la pista de que, muy posiblemente, estemos ante otra catástrofe provocada. Un jefe de la policía dice que fue como una bomba; de repente todo empezó a arder por diferentes frentes, y el fuego se volvió incontrolable. Esta especie de “repentinitis” en las catástrofes de los últimos tiempos es algo que se ha hecho común. Una vez iniciada la tragedia, no se puede parar y ni los bomberos son capaces de lidiar con el evento. Es muy llamativo que los incendios, en todas partes, casi siempre empiezan pasada la media tarde, con lo cual, mientras los operativos se organizan se hace de noche y tienen que esperar hasta el día siguiente, que el fuego ya avanzó y cogió fuerza, y, además, ¡¡¡hay viento!!!, lo cual dificulta la extinción. Es curioso lo del factor viento, tan oportuno siempre. En esta ocasión, el viento huracanado de Santa Ana contribuyó al avance del fuego y, además, no permitió que los hidroaviones lanzasen agua desde sus cisternas. Para colmo, los tanques de agua se quedaron vacíos y los bomberos no pudieron hacer su trabajo. Entre ellos, y lo mismo los policías, ante su impotencia reconocida comentaban que aquello era misterioso y extraño.
Un amigo de la policía de Nueva York que contactó con colegas de Los Ángeles, me manifestó también su extrañeza. Y unos amigos de San Bernardino hicieron referencia a algunas frases y expresiones de bomberos y policías conocidos, que coinciden con estas declaraciones y las de testigos de otros lugares de catástrofe, como “esto es algo muy raro; esto es inusual; nunca había ocurrido algo así: es como si el fuego fuera inteligente o estuviera dirigido por una fuerza oculta; se quemó un lado de la palmera y el otro no; el fuego seguía una línea recta”. Y esta última, que me resultó muy llamativa: “el agua no lo apagaba, es como si fuera un fuego de otra naturaleza”. Lo malo es que ya nos estamos acostumbrando a lo insólito, limitándonos a encogernos de hombros, sin preguntarnos los porqués.
Es cierto que los vientos secos y las sequías eliminan la humedad de la vegetación, pero estamos hablando de California, cuyas zonas son secas y desérticas por naturaleza y desde siempre. Buscar la causa en el calentamiento global no deja de ser una estrategia de manipulación. Parece que están aplicando el método “la ciencia con sangre entra”. “A ver si se enteran, de una vez”, parecen decir. Y para ello es necesario intoxicar al rebaño asustadizo y asustado con pesados estudios que hablan de nuevos conceptos y palabrejas sin historia, como los “latigazos meteorológicos”, producidos por el choque de condiciones extremadamente húmedas y extremadamente secas, que, según anuncian, serán cada vez más frecuentes en todo el mundo. Aviso a navegantes clarito. ¡Cómo decir que todo esto está basado en una gran mentira: la del cambio climático, uno de los grandes mandamientos de la religión laicista-comunista-woke!
Basados en todo lo expuesto en párrafos anteriores y el conocimiento firme del programa de la Agenda 2030, muy en concreto el objetivo número 11 [2], que promete ciudades sostenibles, nuestro raciocinio nos lleva a pensar que se trata de un ataque del sello Build Back Better, en román paladino, “destruir para reconstruir mejor”, es decir, a su medida, de acuerdo a sus previsiones de futuro. ¿Cómo se podría convertir, si no, un lugar como Los Ángeles o tantos otros, en ciudades inteligentes? [3] Sé que no es fácil entender esto, y muchos no llegarán a comprenderlo nunca, a pesar de tenerlo ante sus ojos. Por eso hay que divulgarlo mientras se pueda. Y después también.
NOTAS:
1. William Cooper era hijo de un oficial de la Fuerza aérea de los Estados Unidos. Combatió en la guerra de Vietnam y fue condecorado con la medalla al mérito naval. Publicó varios libros sobre conspiraciones. Falleció de un disparo, un tiempo después de haberse posicionado contra la versión oficial de los atentados de las Torres Gemelas. Una muerte inesperada sobre la que existe una cortina de misterio.
2. El enunciado del objetivo número 11 dice: Ciudades y comunidades sostenibles. La traducción e intenciones son: VIGILANCIA Y CONTROL ABSOLUTO. TOTALITARISMO. El “ojo que todo lo ve” vigilará constantemente a través de la Inteligencia Artificial. Aglutinarán a los ciudadanos por sectores, llamados “ciudades de quince minutos”, “smart cities” o “ciudades inteligentes”, de las que estará prohibido salir sin un salvoconducto. Allí estarán sometidos a todo tipo de manipulación, incluso al bombardeo con diferentes frecuencias electromagnéticas. El humano apenas tendrá derechos; solo deberes, entre ellos, el de respetar todo aquello que no es humano. Es decir, podrá abortar, pero pobre de quien pise una lagartija o corte una ramita de árbol.
3. No hay que confundir las ciudades de quince minutos con las “smart cities” o ciudades inteligentes. Las primeras consisten en lugares con todos los servicios a los que se podrá acceder en un tiempo de quince minutos, caminando o en bicicleta, con restricciones para salir de la zona, so pena de sufrir una penalización si se sobrepasa la huella de carbono. Los habitantes de estas ciudades serán, mayormente, personas de mediana edad y mayores. Las segundas son espacios similares, pero más extensas y mucho más tecnificados, controladas por la inteligencia artificial. Sus habitantes serán, fundamentalmente, profesionales jóvenes y de mediana edad, así como parejas con hijos pequeños y adolescentes.
*Psicóloga, periodista y escritora