Por qué la izquierda odia a Elon Musk
Edurne Uriarte.- Porque es de derechas, es la primera y obvia respuesta. Pero es mucho más que eso, y tiene que ver con la revolución liderada por Musk en la comunicación política. Elon Musk ha provocado un vuelco en la relación ideológica de fuerzas en los medios de comunicación, y con su apuesta en la red X ha cuestionado el dominio de la izquierda en las democracias occidentales. Por eso le odian, y por eso los líderes de la izquierda europea, desde Scholz hasta Sánchez, ya le han colocado en el centro de sus diatribas.
Ahora los líderes de la izquierda exigen «neutralidad» a las redes sociales. Pero he aquí que jamás la exigieron a los medios de comunicación tradicionales, fundamentales en la formación de la opinión pública, como lo son también ahora las redes. La gran mayoría de los medios tradicionales de las democracias occidentales está dominada por la izquierda, desde Europa Occidental hasta Estados Unidos. Las elecciones americanas han sido una vez más otra muestra impresionante, con una mayoría aplastante de los periódicos posicionados a favor de Kamala Harris y en contra de Trump. De la misma manera que los europeos, desde El País en España, pasando por Le Monde hasta el Financial Times. ¿Alguien les ha pedido neutralidad? ¿Les ha exigido la Comisión Europea neutralidad como lo ha hecho con la red X? Obviamente, no.
¿Porque son empresas privadas? ¿Por la libertad de expresión? Son razones que se pueden aplicar exactamente igual a X y a Elon Musk. De hecho, se las aplicaban cuando el dueño de X era de izquierdas, Jack Dorsey, y, entre otras cosas, se le ocurrió suspender la cuenta a Trump, mientras mantenía las cuentas de varios dictadores comunistas. Entonces no había problema, porque las cosas eran en los medios como debían ser, es decir, de izquierdas, en los tradicionales y en las redes. ¿Neutralidad? De eso nada, se suspende a Trump y se mantiene a los dictadores chavistas.
Pero, además, la izquierda ensalzaba las redes porque suponían la democratización de la comunicación. El pueblo también podía participar en la creación de mensajes y contenidos. Lo que no calculó la izquierda es que el pueblo era de derechas. Ni se le pasó por la imaginación que al pueblo se le ocurriría llevar la contraria a los grandes medios tradicionales con los que tan bien les iba a los Pedro Sánchez de este mundo.
Lo más divertido de estos nuevos creyentes de la neutralidad es cuando acusan a Elon Musk de inmiscuirse en la política europea. Hasta Macron, el que pactó en las elecciones con su propia internacional reaccionaria, la extrema izquierda de Mélenchon, le acusa de promover la internacional reaccionaria. Y, ciertamente, Musk es ahora más que el dueño de una red social, ya que es un alto cargo de Trump. Pero resulta que los que le exigen no posicionarse sobre política europea son los mismos que se han posicionado abiertamente sobre la política de Estados Unidos. Como escribía esta semana Ramón Pérez-Maura, tampoco a mí me gustan algunos de los que apoya Musk, pero cuando Starmer, Macron, Scholz, Sánchez o Von der Leyen apoyaron abiertamente a Kamala Harris y atacaron a Trump, a eso no le llamaron injerencia.
Eso era lo natural, las cosas como debían ser, bajo el mandato del progresismo mundial. Y ha llegado Elon Musk y ha puesto patas arriba el orden natural de la comunicación política.
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