Real Madrid: una defensa de cristal, un sistema insostenible, los galones…
No es la primera vez que una Supercopa de España deja marcado a Carlo Ancelotti. El italiano siempre acaba encontrando la revancha en el camino pero el Barcelona, en el primer título de Xavi Hernández, como ahora de Hansi Flick, ya golpeó con dureza al Real Madrid en una cita que gana trascendencia en caso de revolcón.
Una defensa de cristal, un sistema insostenible los días grandes, el respeto eterno a los galones. La crítica vuelve a apuntar al técnico.
Nueve goles recibidos en dos clásicos son motivo suficiente para un retroceso inesperado del Real Madrid.
Desacostumbrado a la falta de competitividad en finales que gana ya por oficio, la distancia actual en fútbol con el Barcelona se volvió a plasmar en un duelo de altos vuelos que reflejó con crudeza carencias con las que convive este curso Ancelotti.
En el momento de mayor crecimiento, cuando una mejoría física invitaba al optimismo al madridismo, los cinco goles encajados del Barcelona ponen a la vista de todos unas carencias que el técnico italiano está obligado a corregir si quiere continuar ocupando el banquillo la próxima temporada. Para ello deberá ganar un título grande.
Una defensa de cristal
Un equipo que volvió a demostrar que no está trabajado en una presión anárquica. Dependiente de la voluntad de los jugadores de ataque. Sin sintonía ni coordinación.
La defensa comienza desde la delantera y Ancelotti no ha logrado implicar en labores defensivas a sus estrellas. Hasta el punto de que, en más de una ocasión, liberó de cualquier responsabilidad a la hora de correr hacia atrás a Vinícius y Kylian Mbappé.
Provoca un desajuste global. Con centrocampistas -en el clásico Camavinga y Fede Valverde- superados en las coberturas, sometidos a un gran desgaste físico que les resta frescura con balón y siempre en inferioridad. Expuestos para alejarse de su verdadera imagen.
La encrucijada de Ancelotti
Desencadenando todo en una defensa que se convierte de cristal. Con un lateral derecho reconvertido como Lucas Vázquez, válido para el descanso puntual de Dani Carvajal pero con una responsabilidad que le supera con el peso de un partido cada tres días. Más aún cuando las ayudas del extremo no llegan a tiempo y le encaran futbolistas de la talla de Raphinha o Balde.
Con un mediocentro puro como Aurélien Tchouaméni jugando de central. Sin los automatismos. Víctima Ancelotti de una planificación que optó en verano por no acudir al mercado cuando Leny Yoro se decantó por la propuesta del Manchester United.
Sufriendo un grave problema ante una nueva lesión de rodilla grave de Éder Militao. Sin la confianza necesaria en la juventud de Raúl Asencio para darle paso.
Un Real Madrid que sufre en sus dos bandas. Con Ferland Mendy en la izquierda alejado del defensa insuperable que siempre elogió Carletto.
Lamine Yamal volvió a demostrar que el lateral francés vive uno de sus momentos más bajos. Nula aportación ofensiva y superado en labores en las que antes brillaba cuando ningún rival lograda desbordarlo.
La desaparición de los referentes
Las espaldas de Ancelotti son anchas en cada derrota del Real Madrid. Es costumbre que sea el foco de la crítica y fiel a su estilo, siempre sacará la cara por sus jugadores en público.
Lo cierto es que en el clásico, de su columna vertebral, de sus grandes referentes, tan sólo apareció Thibaut Courtois con dos paradas salvadoras en los primeros minutos del partido y Mbappé fue el único que sostuvo un buen nivel durante todo el partido.
La racha de Jude Bellingham, que había marcado nueve tantos en sus doce últimos partidos, pero sobre todo su aportación en el juego y su gran labor defensiva, se diluyó.
El inglés jugó sobrecargado de la semifinal y lo acusó. Su desgaste físico en cada partido es mayor que el de la mayoría de compañeros. Le pasó factura en uno de esos días señalados.
Tampoco apareció Vinícius que pasó de marcar un triplete al Barça en la última final de la Supercopa de España a desbordar en una sola ocasión a Koundé. Ni lo intentó.
El Real Madrid perdió a su principal caudal de fútbol ofensivo y lo acusó en exceso. Su robo en el primer gol fue clave para ponerse por delante en el marcador. Desde ahí no volvió a ser el futbolista del que tanto se espera.
Un sistema insostenible
El 4-3-3 con el tridente ofensivo formado por Vinícius, Rodrygo y Mbappé más Jude Bellingham de enganche, en ocasiones siendo más un cuarto delantero que un tercer centrocampista, queda nuevamente en entredicho en los partidos grandes. Al Real Madrid le falta equilibrio y control del juego.
Abusó del balón largo en el primer acto al sentirse en inferioridad en la medular. Se convirtió en un equipo con enorme distancia entre líneas y sin un referente que asuma la construcción del juego.
La mejoría de su equipo provocó que Ancelotti apostase por la opción más ofensiva en vez de reforzarse con un cuarto centrocampista. Lo había hecho en el clásico de LaLiga y se llevó cuatro. Un resultado que le animó al cambio para recibir cinco.
El respeto a los galones
En ese paso al 4-4-2 todas las miradas apuntan a Rodrygo, pese a su mejoría goleadora. Vinícius y Mbappé son intocables. Es cuando aparecen los galones que tanto respeta Ancelotti. De nada sirvieron las grandes sensaciones dejadas por Asencio cuando al técnico no le quedó otra que mirar obligado a la cantera.
Derrotas en Anfield o San Mamés, con el joven defensa de titular siendo de lo mejor de la zaga, provocan que no tenga continuidad. Carlo prefiere la experiencia aunque esta la aporte un futbolista al que tiene que cambiar de demarcación, como Tchouaméni.
La gestión de una plantilla en la que jóvenes como Arda Güler o Endrick apenas aparecen en partidos grandes, con distancia abismal entre la primera y la segunda unidad, es otro de los factores recurrentes de crítica que achaca la afición madridista a su técnico en los partidos del Santiago Bernabéu.
El escenario donde el Real Madrid tendrá la oportunidad de levantarse en una semana en la que se mide al Celta en Copa del Rey, Las Palmas en LaLiga y Salzburgo en Champions, con la obligación de firmar un pleno de triunfos y mejorar su juego.