El patio de su casa
Manuel Recio Abad.- “El patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás….”. La vivienda está de moda y ser propietario de una ha pasado incluso a ser una tendencia prioritaria. Sin embargo, al parecer, disponer de una habitación en alquiler piso compartido, con derecho a baño, cama, armario y mesa de noche, es a lo único que pueden aspirar más españoles de lo que sería lógico.
Ya nadie se acuerda de aquellos años de principio de siglo en los que el boom de la construcción o la burbuja inmobiliaria, como sea que le queramos denominar, ponían a disposición del mercado más de medio millón de viviendas anualmente. Eran caras pero bien financiadas y de una muy aceptable calidad. Llegó la crisis y con ella la desaparición de miles de pequeñas empresas promotoras que cumplían una función esencial en el mercado. Solo quedaron las grandes, las poderosas, tocadas del ala, pero a las que los bancos les permitieron sobrevivir. Cayeron las cajas de ahorro y las que pudieron salvarse se convirtieron en bancos y en esta nueva situación se suspendió durante muchos años la financiación a través de la figura del crédito promotor, lo cual paralizó el sector de manera irremediable.
Hoy sufrimos las consecuencias de una nefasta política compartida por PSOE y PP, para intentar solucionar sin éxito, la gravísima situación financiera. Los bancos buenos junto al malo (Sareb) se apropiaron de los inmuebles en construcción y del suelo en poder de las empresas promotoras. Desarmaron un tejido productivo que funcionaba relativamente bien. Se produjeron abusos en concomitancia con tasaciones excéntricas al alza que provocaron una subida en los precios tan ficticia como dañina, todo ello en un mercado desbocado. Tengamos en cuenta que desde el año 2002 al 2007, en sólo cinco años, el precio de la vivienda nueva se duplicó.
La necesidad habitacional ha llamado a la puerta del político y como siempre este ha percibido un cierto olor a beneficio a través de esa demagogia votarática al uso y han comenzado a dar soluciones que sólo producirán como mucho un efecto placebo.
El suelo edificable para la inmobiliaria es como la harina para la panadería. No se pueden construir castillos en el aire. Edificios tampoco. La transformación de un suelo declarado urbanizable por un plan general de ordenación urbana, recorre un camino burocrático de no menos de cinco años de duración. Las empresas promotoras de suelo escasean y el promotor de viviendas sólo adquiere suelo finalista, ya urbanizado y sólo pendiente de poder otorgarse su preceptiva licencia de obra.
Es necesario atajar el problema en su raíz, no siendo suficiente la propuesta de liberar suelos. Son los ayuntamientos quienes mejor conocen por donde deben crecer sus respectivas tramas urbanas y cómo clasificar y distribuir sus usos. Pero su gestión es excesivamente lenta y farragosa, pues los informes sectoriales se eternizan y así es imposible reducir los plazos para la rápida disposición de solares aptos para la construcción de viviendas.
No se soluciona la escasez de viviendas en venta y alquiler con un intento de injerencia en un sector cuya regulación parece haber pertenecido más al Derecho Natural que a otra cosa. Durante los seis años y medio de gobierno sanchista las escasas medidas tomadas sólo han causado infortunio o más bien han resultado nefastas.
Una gran cantidad de españoles tendrán en los próximos años que seguir viendo como la lluvia moja patios particulares ajenos y tendrán que agacharse, pero lo harán para acceder a su pequeño habitáculo, ese que políticas demagógicas y equívocas le han permitido disponer.