Nos vemos en Garibaldi y en los juzgados
Luís Ventoso.- Entre los años 2010 y 2012 vi lo que nunca había visto en mi vida: aceras enteras de mi barrio en las que iban cayendo todos los bajos que albergaban pequeños negocios, como si fuesen fichas de dominó que se derribaban unas a otras. Las secuelas de la crisis subprime de 2008 resultaron devastadoras. Las cribas de los ERE se sucedían en las empresas. Riadas de personas se veían de repente en la calle, muchas de ellas cincuentones con pocas posibilidades de reengancharse en el mundo laboral.
La depresión económica dejó un reguero de profundo y justificado enojo. Mucha gente zarandeada por la crisis deseaba propinarle una patada al sistema con lo más contundente que hubiese a mano. La cachiporra política que surgió para arrearle duro al poder fue la llamada «izquierda indignada», que en enero de 2014 se convirtió formalmente en Podemos. Un grupo de jóvenes profes universitarios de halo justiciero y camisetero, dopados bajo cuerda por el parné caraqueño, despegaban sobre la ola de un enorme cabreo social.
Todos recordamos aquel equipazo fundacional que iba a «asaltar los cielos» y dar voz a «la gente» contra «la casta». Llegaron al poder por cortesía de la extrema debilidad de Sánchez y ofrecieron un impresionante recital de incompetencia. Esta es la situación actual de aquellos serafines populistas:
-Iglesias Turrión, el gran gestor que se iba a hacer cargo de las residencias en la covid… y nunca más se supo. Tras convertirse en el vicepresidente más gandul de nuestra historia, con algunas jornadas en las que curraba menos que el ficus de su despacho, ahora es tabernero y tertuliano. En su local de hostelería de Lavapiés, la Taberna Garibaldi, el personal anda soliviantado, porque al parecer las condiciones laborales que ofrece el admirable comunista dejan mucho que desear. Mientras tanto, en la dacha de Galapagar mantenemos el nivel de vida. Hemos logrado colar a Irene en el Parlamento Europeo y podemos seguir viviendo a gusto del dinero público. De Iglesias ya no queda ni la coleta. Los ayatolás iraníes hicieron una mala inversión dándole pasta en su día para su tele.
-Errejón, en los juzgados acusado de acosador sexual y prejubilado de la política por vía de urgencia. Previamente había apuñalado a su amiguete Iglesias montando otro partido, porque se cabreó cuando el líder supremo lo relegó para enchufar a Irene en los cargos estelares de Podemos tras convertirla en su pareja. Antes de pinchar, el flaco Errejón se pasó diez años sermoneándonos con una pedante suficiencia profesoral.
-Monedero, en la ruta de Errejón. Acusaciones crecientes de que era un acosador sexual, con un nivel de baboseo que contrastaba con el feminismo de boquilla de su partido. Antes de estas nuevas hazañas, en el minuto uno de Podemos ya se había caído del mascarón de proa, al detectarse movimientos extraños en su bien nutrido monedero.
-Ione Belarra, la inolvidable ministra inventora de los 16 modelos de familia. Una vez que Sánchez la cesó, sigue chupando del bote, pese a haber dejado a su partido en el chasis como una pésima secretaria general. Se está muy bien en Madrid viviendo del escaño y no apetece nada volver a Pamplona y ponerse a currar como las personas de a pie.
-Irene Montero, «happy» con su sueldo Nescafé europeo. Tras lograr rebajar las penas de casi mil violadores con su burramia legislativa y convertir el Ministerio de Igualdad en una carroza de Chueca y una verbena sectaria, ha logrado un euro-escaño y sigue pasándolo pipa. Para sosiego general, por fortuna ya no escribe en el BOE y se ha pasado al TikTok, su hábitat natural.
-Desaparecidos en combate. Carolina Bescansa y su bebé, Alberto Garzón, Ramón Espinar, Marta Lois, Ada Colau… prejubilados de la política, por donde pasaron como si no hubiesen existido.
-Yolanda Díaz, los besos, caricias y sonrisas más letales. Tras apuñalar a los hacendados de Galapagar, a los que engañó como pipiolos con sus pegajosas carantoñas, montó Sumar a mayor gloria de sus mechas, su cursilería y sus risas fingidas. Hoy está de capa caída, hundida en los sondeos y con su partido haciendo aguas. Aunque anda a bofetadas con el PSOE, por supuesto no romperá ni de coña la coalición de Gobierno, porque habría que dejar el coche y la residencia oficial y todas las prebendas del poder piji-progresista. Su contribución más notable a la política española es su burdo trucaje de los datos del paro.
-Pam, psicodélica secretaria de Estado con Irene Montero. Hoy vive alegremente de su indemnización por cese, a razón de 7.403 euros mensuales, que seguirá percibiendo hasta el 30 de noviembre de este año.
Lo más asombroso de esta singular historia es que llegaron a ser nuestros gobernantes. Realmente es cierto: España puede con todo.